En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: si el dueño de casa supiera a qué hora vendrá el ladrón, ustedes entienden que se mantendría despierto y no le dejaría romper el muro. Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que menos esperan.
Pedro preguntó: «Señor, esta parábola que has contado, ¿es solo para nosotros o es para todos?»
El Señor contestó: «Imagínense a un administrador digno de confianza y capaz. Su señor lo ha puesto al frente de sus sirvientes y es él quien les repartirá a su debido tiempo la ración de trigo. Afortunado ese servidor si al llegar su señor lo encuentra cumpliendo su deber. En verdad les digo que le encomendará el cuidado de todo lo que tiene.
Pero puede ser que el administrador piense: «Mi patrón llegará tarde». Si entonces empieza a maltratar a los sirvientes y sirvientas, a comer, a beber y a emborracharse, llegará su patrón el día en que menos lo espera y a la hora menos pensada, le quitará su cargo y lo mandará donde aquellos de los que no se puede fiar.
Este servidor conocía la voluntad de su patrón; si no ha cumplido las órdenes de su patrón y no ha preparado nada, recibirá un severo castigo. En cambio, si es otro que hizo sin saber algo que merece azotes, recibirá menos golpes.
Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas.
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta, entre otros santos, en honor a San Frutos, ermitaño y mártir, Su nacimiento se sitúa en el año 642.
Su muerte tiene lugar el año 715 en la paz del Señor, tras una experiencia verdaderamente mística en los últimos años de su vida. Y esta vivencia le alivia, fortaleciéndose en los momentos en que sufre el martirio como sus hermanos a causa de su fidelidad al Evangelio, empezando por vender todo cuanto tenía y concluyendo por derramar su propia sangre.
En la liturgia del día meditamos los textos: Rom 6,12-18; Sal 39 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas, capítulo 12, del verso 39 al verso 48. En el que JESÚS continúa Su catequesis a cerca del comportamiento de Sus servidores que, como sabemos, “no los llama siervos, sino amigos” (Jn 15,15).
Y a los cuales invita a estar vigilantes en las cosas de DIOS, para que no los agarren desprevenidos, ya que, los que están atentos no serán atrapados por sorpresa, ni en el compartir presente, ni en Su regreso para el día del juicio final.
Es que el Evangelio propone a los discípulos de todos los tiempos una actitud de espera serena y atenta del Señor que viene a nosotros para liberarnos y para insertarnos en una dinámica de comunión con Él.
Por eso es que hay que entender plenamente en este contexto, el significado de: vigilar, que es acoger los dones de DIOS y empeñarse en la construcción de Su «Reino». Y además de eso, que el vigilante, debe vivir su Fe y su relación con DIOS de modo responsable y madura.
Al confrontarnos con el texto, vemos que esta enseñanza nos convoca a reflexionar sobre la actitud de estar en constante preparación ante la llegada del Hijo del Hombre. Vigilancia que está unida a nuestra responsabilidad de Anunciar el Evangelio y hacer presente el Reino de DIOS, en medio de nosotros. Con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestro Testimonio.
De esta manera ser administradores fieles, que sepamos dar con nuestra vida cristiana, prioridad a los valores del Reino de DIOS.
La lectura, también nos señala claramente las actitudes que han de caracterizar al discípulo de JESÚS: la fidelidad, la prudencia, el cumplimiento y la confianza. Pero también nos advierte sobre las acciones que no sintonizan con las exigencias del seguimiento a JESÚS, las cuales conllevan un juicio muy severo.
Por eso, es que hay que estar atentos a los Designios de DIOS, para escuchar Su Palabra y ser vigilantes para reconocer las necesidades de nuestros hermanos y saber acogerlos con AMOR fraternal, tal como DIOS lo hace con toda la humanidad.
Señor JESÚS, Tú que nos has abierto gratuitamente las Grandezas de Tus Misterios, danos la libertad y la grandeza de corazón para compartirlos gratuitamente con todos nuestros semejantes en todos los espacios donde nos encontremos. Amén.
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