Evangelio del Día. Lucas 15,1-10:

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«En aquel tiempo, los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharle. Por esto los fariseos y los maestros de la Ley lo criticaban entre sí: «Este hombre da buena acogida a los pecadores y come con ellos.»  Entonces Jesús les dijo esta parábola: «Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: «Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido.» Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse. Y si una mujer pierde una moneda de las diez que tiene, ¿no enciende una lámpara, barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y apenas la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque hallé la moneda que se me había perdido. De igual manera, yo se lo digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.»  

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta entre otros santos en honor a San Carlos Borromeo. Nació en Arjona, Italia, en el año 1538, y murió en Milán, Italia, en el año 1584. Es uno de los hombres que más colaboró en la aplicación de las normas y reformas del Concilio de Trento. Tras conseguir el doctorado en ambos derechos fue nombrado arzobispo de Milán y más tarde es investido como Cardenal. Se tomó muy en serio aquella frase de JESÚS: «Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará».

 Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas, capítulo 15, verso 1 al verso 10. en el que se narra las parábolas de la oveja y la moneda perdida, para resaltar el Amor de DIOS, a todos los seres humanos, incluso a aquellos de muy mala conducta y de reputación poco loable. Por eso JESÚS, se reúne y come con ellos, lo cual genera una reacción muy positiva por este sector excluido, ya que aceptan Su Mensaje y se convierten en sus seguidores.

 En cambio, los que se creían justos y santos, se extrañan y murmuran. Comer con la gentuza mal vista, era un signo de amistad inaceptable e intolerable para la doctrina de «los separados», los justos y fieles. JESÚS, con sus parábolas de la oveja y de la mujer que busca a la moneda perdida, nos enseña a partir de la conducta humano, como es el Amor de DIOS, que Ama a justos y pecadores, se interesa y vela por cada uno de nosotros, y se ocupa de manera particular por aquellos que nos encontramos descarriados.

Lo que contrasta con la actitud de los fariseos, que vivían muy preocupados por la pureza ritual, pero muy alejados de practicar la misericordia. En esa óptica, que está inserta en el Antiguo Testamento, si dos personas tienen un contacto físico, el que es impuro contamina al otro, ya que por definición los pecadores no tienen entre sus prioridades, limpiarse de las mil impurezas de la vida cotidiana, JESÚS pasa por ser un Maestro que acepta volverse impuro a cada momento, ya que se junta con los impuros y hablará de la Misericordia de DIOS que no ha eliminado de su Horizonte a los pecadores.

  Al confrontarnos con el texto, y poner en un mismo plano el choque entre el legalismo judío y los publicanos y pecadores que se acercan a JESÚS para escucharlo y seguirlo, se nos presentan una bonita oportunidad para revisar nuestras actitudes con los enjuiciamientos sin misericordia a nuestros semejantes. Y sobremanera para discernir con sabiduría donde están nuestras prioridades para el cumplimiento de nuestra Misión de ser Anunciadores de la Buena Noticia que nos trae JESÚS.

Ya que la Propuesta de JESÚS es bien Clara: Rescatar a lo que se considera perdido, es decir a todos aquellos pecadores por los que los justos no dan crédito, ya sea por sus estatus social, racial, política o religiosa. Y es que la lógica del Reino que JESÚS propone, los insignificantes o pecadores, donde estamos incluidos muchos de nosotros por haber llevado una vida cargada de pecados, son la prioridad del Anuncio de Su Evangelio.

 Por eso es que debemos de sentirnos regocijados cada vez que algún conocido o familiar nos diga: «cómo es posible que un pecador como tú, esté en la Iglesia, o andes en los caminos de DIOS», ya que eso es la mejor expresión de que a pesar de nuestros innumerables pecados JESÚS nos ama Inmensamente, lo que debe de generarnos un mayor compromiso para no volver a la vida de oprobio en la que vivíamos.

Señor JESÚS, danos el discernimiento necesario para entender que quién enciende la lámpara, barre la casa y busca la moneda o la oveja Eres Tú mismo. Y que la celebración casera de la vida, es el espejo de la alegría del Cielo, cuando los pecadores nos convertimos en portadores de Tu Esperanza. Amén.

 

Luis Perdomo

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