«En aquel tiempo Jesús les dijo a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía con ropa finísima y comía regiamente todos los días. Había también un pobre, llamado Lázaro, todo cubierto de llagas, que estaba tendido a la puerta del rico. Hubiera deseado saciarse con lo que caía de la mesa del rico, y hasta los perros venían a lamerle las llagas. Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham.
 
También murió el rico, y lo sepultaron. Estando en el infierno, en medio de los tormentos, el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro con él en su regazo. Entonces gritó: «Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me atormentan estas llamas.»
 
Abraham le respondió: «Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante la vida, mientras que Lázaro recibió males. Ahora él encuentra aquí consuelo y tú, en cambio, tormentos. Además, mira que hay un abismo tremendo entre ustedes y nosotros, y los que quieran cruzar desde aquí hasta ustedes no podrían hacerlo, ni tampoco lo podrían hacer del lado de ustedes al nuestro.»
 
El otro replicó: «Entonces te ruego, padre Abraham, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, a mis cinco hermanos: que vaya a darles su testimonio para que no vengan también ellos a parar a este lugar de tormento.»
 
Abraham le contestó: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.» El rico insistió: «No lo harán, padre Abraham; pero si alguno de entre los muertos fuera donde ellos, se arrepentirían.» Abraham le replicó: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán.»
 
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.
 
En este Vigésimo Sexto Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal, celebra la fiesta, entre otros santos, en honor a San Fermín, quien nació en el año 272. Tras predicar en Navarra, se marchó a Francia. Fue un Obispo que se negó a dejar de Predicar, por lo que fue decapitado en el 303. Es el Patrono de Amiens de donde fue Obispo y Copatrono de Navarra, junto con San Francisco Javier.
 
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 16, versos del 19 al 31. En el que se narra la parábola del rico y el pobre Lázaro. El relato ocurre en tiempos y lugares diferentes. En el tiempo de la vida terrena y en el tiempo de la vida escatológica, después de la muerte. El contraste es fuerte y aleccionador.
 
Mientras en la vida terrena el rico gozaba de espléndidos banquetes, Lázaro sufría en la miseria. En cambio, en la vida escatológica es Lázaro quien es consolado al lado de Abraham, mientras que el rico es atormentado en el lugar del fuego eterno.
 
Los expertos bíblicos nos dicen que esta parábola, es una fuerte crítica de JESÚS a los fariseos, ya que son expertos en la Ley de Moisés y la lectura de los Profetas, pero no comprenden que lo importante son las personas y no las grandes cantidades de leyes en la que ellos eran expertos.
 
Recordemos que estos señores discutían muy a menudo con JESÚS, por la observancia de las normas del sábado, las leyes de la pureza, las abluciones, la limosna y su relación con personas que ellos consideraban impuras. En todas estas circunstancias el Maestro les recalca que la Ley debe de estar en función de las personas y no al revés.
 
Al confrontarnos con el texto, vemos como esta parábola de Lázaro y del rico no sólo nos recuerda las exigencias del Amor al prójimo, sino que también nos habla de la importancia que debemos darle a la Palabra de DIOS. Ya que, muchos cristianos corremos tras visiones, apariciones o milagros. Creemos saber muchas cosas y nos ufanamos de estar en el camino correcto, pero no escuchamos lo que DIOS, nos dice a través de la Sagrada Escritura.
 
Por lo que es evidente de que, si leyéramos y escucháramos correctamente lo que nos dice DIOS, en Su Palabra, entenderíamos que la solución a esta situación de crisis que vive nuestra sociedad venezolana, y el mundo en general, pasa necesariamente por la participación decidida de cada uno de los que nos consideramos seguidores de JESÚS.
 
Y así entenderíamos que el único criterio para discernir si un modelo político, social, o económico, en cualquier parte del mundo, que es agradable a los ojos de DIOS, consiste en ver si una comunidad es el reflejo del Reino, en la que ninguna opinión sea desestimada, y en la que no haya marginados, ni excluidos.
 
Porque, todos los que colocan el poder, las riquezas y las normas por encima de las vidas de las personas, no han comprendido realmente el saboreo de las bondades del Reino de DIOS y, por lo tanto, no han comprendido verdaderamente que significa ser CRISTIANO.
 
Por eso hoy es el día para preguntarme: ¿De qué manera estoy asumiendo mi compromiso cristiano: indiferente, tibio o decidido? ¿Estoy claro que el proyecto de felicidad que DIOS quiere para mí y para toda mi comunidad está en la Sagrada Escritura, por lo que debo leerla y validarla con mi testimonio de vida?
 
Señor JESÚS, nuestro hermano Lázaro vive entre escombros e inmundicias: se hace prostituta, o delincuente, por las indolencias de quienes detentan el poder, pero también por nuestras indiferencias. Ayúdanos a vencer nuestros miedos y cegueras para asumir de manera decidida nuestro compromiso cristiano. Amén.

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