En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores del impuesto y muy rico. Quería ver cómo era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura. Entonces se adelantó corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por allí.
Cuando llegó Jesús al lugar, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Entonces todos empezaron a criticar y a decir: «Se ha ido a casa de un rico que es un pecador».
Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más».
Jesús, pues, dijo con respecto a él: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham.
El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Reflexión hecha por Luis Perdomo, animador bíblico de la Diócesis de Guayana
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta de la Presentación de Nuestra Querida Madre María, cuyos orígenes hay que buscarlos en una piadosa tradición que surge en el escrito apócrifo llamado el Protoevangelio de Santiago.
Históricamente, el origen de esta fiesta fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén, en el año 543. Y se viene conmemorando en Oriente desde el siglo VI, El emperador Miguel la coloca en una constitución de 116.
En 1372 Gregorio XI, en Aviñón, aconsejado por el canciller de Chipre, introduce esta fiesta en Aviñón, y el Papa Sixto V, la introduce a toda la Iglesia.
La liturgia del día meditamos los textos: 2Mac 6,18-31; Sal 3 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 19, del verso 1 al 10.
En el que se narra otro milagro de JESÚS en Jericó, esta vez no devuelve un sentido vital a un hombre, sino la cualidad de hijo de Abraham a Zaqueo, el jefe de los publicanos en esa ciudad, que en el texto es presentado como el prototipo del pecador convertido, y que en ese instante tiene que superar dos grandes obstáculos: su estatura y su riqueza.
El obstáculo de su estatura, lo resuelve subiéndose a un árbol, como si fuera un niño travieso, llamando la atención del Maestro, que por su propia iniciativa se autoinvita a la casa del recaudador.
La segunda dificultad que debe superar es la de su riqueza, y aquí es él quien toma la determinación de desprenderse de una gran parte de ella, compartiéndola con los pobres y restituyendo el cuádruplo de lo adquirido de mala manera.
Sin embargo, todos en Jericó señalaban a Zaqueo como un pecador y se preguntaban: ¿cómo se convertiría un hombre de esta clase, acostumbrado a los negocios sucios? ¿Qué castigo le enviaría DIOS? Y DIOS, en vez de castigarlo, vino a su casa.
Zaqueo sabe que es envidiado y odiado. Pero no ha perdido el sentido del bien y admira secretamente al profeta JESÚS. Y es por sus buenos deseos, que DIOS lo salva.
El favor que le hace JESÚS obliga a Zaqueo, a manifestar todo lo humano y bueno que tenía adentro.
Lucas nos dice que recibió al Maestro, con mucho entusiasmo y alegría, que lo demuestra con el cambio ocurrido en él. Después no le costará reparar sus maldades.
El pueblo se indigna, imitando a los fariseos, pues el profeta JESÚS debería compartir su causa y hasta sus rencores.
Pero JESÚS no es un demagogo; la incomprensión de la muchedumbre no le importa más que la de los fariseos. Una vez más DIOS ha demostrado su fuerza; ha destruido el mal salvando al pecador.
Al confrontarnos con el texto, vemos la invitación que nos hace, para imitar la actitud de Zaqueo, y que crezcamos ayudados por la enseñanza de JESÚS, y no nos trepemos en nuestros logros, en nuestros títulos o en nuestras seguridades económicas con el pretexto de buscarlo a Él.
Además de eso, nos clarifica que la grandeza de Zaqueo no está en su estatura, ni en sus riquezas, sino en la capacidad de transformar su corazón, para cambiar el mal que había hecho y restituir la injusticia con la que había obrado tan cómodamente.
Y así como los ojos del ciego se abrieron para seguir a JESÚS, el corazón de Zaqueo se abre para servirlo. Por eso podemos decir, que el mayor Milagro que hizo JESÚS, en su paso por la legendaria ciudad de Jericó, fue ayudar a Zaqueo a crecer en Solidaridad, Amor y Justicia.
Por eso hoy es el día para preguntarnos: ¿Cómo he asumido yo mi seguimiento a JESÚS: radical o condicional? ¿Me esmero en compartir con mis semejantes lo esencial para mi sobrevivencia o comparto lo que me sobra?
Señor JESÚS, dígnate de alojarte en mi casa y ayúdame a vencer todos los obstáculos que me separan de Ti, y poder así despertar en mí la convicción de ser uno de los hijos de DIOS y hermano de mis semejantes. Amén.
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