“Cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, tal como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley del Señor: una pareja de tórtolas o dos pichones. Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón. Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor. El Espíritu también lo llevó al Templo en aquel momento. Como los padres traían al niño Jesús para cumplir con él lo que mandaba la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras: Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz como le has dicho. Porque mis ojos han visto a tu salvador, que has preparado y ofreces a todos los pueblos, luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel.  Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, este niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección. Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres.»

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a Santo Tomás Becket. Obispo y Mártir. Nació en Londres, Inglaterra, el 21 de diciembre de 1118. Lo decapitaron brutalmente en el interior de la Catedral donde se hallaba orando, el 29 de diciembre de 1170. Alejandro III lo canonizó el 21 de febrero de 1173.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio según San Lucas, capítulo 2, versos 22 al 35. En el que se relata la ida de María y José al Templo para cumplir con el rito de la purificación de la madre y de la consagración a DIOS del primogénito (Ex 13,1; Lev 12,8). María y José cumplen fielmente con las normas que se refieren al nacimiento de un primogénito. Ocho días después del nacimiento, el niño es circuncidado. Cuarenta días después, los padres lo presentan en el templo para la purificación de la madre y para ofrecer un sacrificio. María y José ofrecen un par de tórtolas, que era la ofrenda establecida para el sacrificio de los pobres.

Dentro del contexto del texto se presenta la figura de Simeón, un anciano, justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había dicho que no moriría sin ver al Mesías enviado por DIOS. Guiado por el Espíritu Santo fue al templo cuando los padres llevaron al niño para cumplir con lo que manda la ley. Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a DIOS pronunciado su Cántico, llamado el “Benedictus”, que comienza declarando que, en JESÚS se da cumplimiento a la Promesa del Antiguo Testamento, y Proclama la Universalidad de Su Misión, al declararlo “Luz de todos los pueblos”.

Simeón también tiene un papel profético. Después de bendecir al niño y a los padres, le dice a María, “que una espada le atravesará el alma”. Frase quiere indicar los dolores de la madre que verá a su hijo morir en la cruz. Pero también significa todo lo que María sufrirá al no comprender siempre lo que hace su hijo. Por lo que puede decirse que, María madre dolorosa sigue Revelando que solo el Amor por todas las personas que sufren y viven en medio de la violencia, son capaces de entender y solidarizarse con Su Hijo que nos Amó hasta darnos Su Vida en la Cruz.

Al confrontarnos con el texto, vemos que la Misión de todos los que nos llamamos seguidores de JESÚS, debe de estar iluminada por el Cántico de Simeón que nos invita a Reconocer a JESÚS como Salvador y Restaurador de la humanidad, para hacernos testigos de este Acontecimiento, en medio de un mundo que a pesar del temor por la pandemia y por tantas otras calamidades que le ha correspondido vivir, sigue actuando de espalda a los designios de DIOS. Quizás sea por eso que, el texto nos dice, que: “JESÚS será un signo de contradicción”, ya que Él nos trae la Salvación para todos, pero está en cada uno de nosotros el aceptarlo o no. Y el mismo hecho de la Muerte de JESÚS en la Cruz, es una prueba de que no todos lo aceptan.

El texto también nos invita a seguir el ejemplo de Simeón para aceptar con serenidad los proyectos que DIOS tiene para nuestras vidas, para ponerlos en práctica. Y entender que Creer en un DIOS que se hace niño y pobre, es uno de los dones más grande que DIOS le ha Regalado a los cristianos, ya que nos permite vivir el Gran Acontecimiento del DIOS Encarnado, para ser portadores de ese gesto en nuestra entrega Solidaria y sin reservas a favor de nuestros semejantes y dar la vida en la lucha por la Justicia. Y eso es ser Luz en medio de la oscuridad, que es la Misión de JESÚS y de todos los que queremos ser seguidores.

Señor JESÚS, ayúdanos a descubrir con los ojos de la Fe Tu Gesto de AMOR de hacerte niño y pobre, tal como inspiraste al anciano Simeón, para entender la prioridad de nuestra Misión, que es la vivencia sin reservas de la Solidaridad y la lucha constante en favor de la Justicia. Amén.

Luis Perdomo

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