Estando Jesús en uno de esos pueblos, se presentó un hombre cubierto de lepra. Apenas vio a Jesús, se postró con la cara en tierra y le suplicó: «Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.»

Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra. Jesús le dio aviso que no lo dijera a nadie.

«Vete, le dijo, preséntate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como ordenó Moisés, pues tienes que hacerles tu declaración.»

La fama de Jesús crecía más y más, a tal punto que multitudes acudían para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él buscaba siempre lugares solitarios donde orar.

Reflexión del Evangelio

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Higinio, Papa de origen Ateniense, quien murió mártir en el año 140.

A este Papa, que gobernó a la Iglesia entre los años 136 y 140 d.C. se le debe la muy importante y hermosa tradición de tener Padrinos en el Bautismo y por consecuencia en la Confirmación y en el Matrimonio.

Esta norma de San Higinio se ha cumplido de manera ininterrumpida hasta nuestros días y ha servido para que muchos huérfanos pudieran tener unos segundos padres muy dignos.

Liturgia del Día

La liturgia del día meditamos los textos: 1Jn 5,5-13; Sal 147; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 5, del verso 12 al 16.

Donde se relata la profunda fe de un leproso, qué rostro en tierra le suplica a JESÚS, la curación de su enfermedad. El Maestro se hace eco de su solicitud y de inmediato «lo toco y lo sana”. Y es que el contacto con JESÚS hace que todo lo impuro se convierta en puro y que los impuros comiencen a ser puros, para poder integrarse a la comunidad y puedan participar de culto al Señor.

Es reiterativo en JESÚS su afán por incluir a los excluidos, por rescatar a los marginados, y amar a los despreciados.

Todas estas características las cumplían plenamente los leprosos, quienes en Israel representaban el pecado, la impureza, el asco y el temor al contagio. Es en esta circunstancia, donde el Evangelio muestra su novedad y su exigencia para todos los tiempos.

Humildad de Jesús

Recordemos que, los judíos contemporáneos de JESÚS, atribuían al alma y al cuerpo una unión mucho más estrecha, que la que le atribuían los griegos.

Por eso es que ellos consideraban a la enfermedad, como una consecuencia de una enfermedad moral, es decir una consecuencia del pecado.

De allí que cualquier manifestación de enfermedad en el cuerpo, era una muestra de falta o de quebranto a la Ley de DIOS, de esa persona o de sus padres.

Finalmente, el Evangelio destaca la humildad en el actuar de JESÚS. Sabe que Su Poder de Servir, de Amar, y de Rescatar la vida se difunden rápidamente por toda la región, pero JESÚS, no cae en la trampa de dejarse seducir por un mesianismo centrado en la fama, el poder, o la manipulación psicológica.

Él prefiere el silencio de la oración para Encontrarse con el PADRE, para reafirmar Su Compromiso de hacer la Voluntad de DIOS PADRE, que no es otra que jugarse Su Vida Terrenal, por la vida del pueblo.

Poder y Misericordia de Dios

Al confrontarnos con el texto y poner frente a frente: el Poder y la Misericordia de DIOS y nuestra terrible situación pecadora y de oprobio, al vernos retratados en ese leproso, que es la consecuencia de querer construir nuestros destinos alejados de los Designios de DIOS.

Tal confrontación nos hace ver y entender que la Misericordia de DIOS, supera todas las extravagancias de nuestros pecados, y al acercarnos arrepentidos y con mucha fe, podremos suplicar: «Si quieres puedes limpiarnos».

Porque el ÚNICO que puede limpiarnos de esta situación de pecado social que estamos padeciendo es Nuestro Señor JESUCRISTO, por lo que tenemos que desarrollar una Confianza Absoluta en Él, para poder lograrlo.

Ya que, el otro elemento sublime que se destaca, en el texto es la confianza a primera vista, entre el querer del leproso y el querer del Maestro. Porque cuando queremos hacer algo bueno, JESÚS también está junto a nosotros para querer.

Por eso es que hoy es el día para poner todos nuestros problemas, nuestras alegrías y nuestras penas, nuestros éxitos y nuestros fracasos en Manos de DIOS y además de eso, para preguntarnos: ¿Nuestra oración y nuestra acción está en sintonía con la Voluntad del PADRE, que nos pide sanar las lepras del mundo de la exclusión, y de las injusticias?

Señor JESÚS, Tú eres la fuente de la dignidad humana y de la Comunión entre DIOS y Su Pueblo, ayúdanos a romper los cercos de la intolerancia y de las injusticias, con una verdadera enmienda de corazón.

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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