“En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, llegó un jefe de los judíos, se postró delante de él y le dijo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, pon tu mano sobre ella, y vivirá.» Jesús se levantó y lo siguió junto con sus discípulos. Mientras iba de camino, una mujer que desde hacía doce años padecía hemorragias, se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. Pues ella pensaba: «Con sólo tocar su manto, me salvaré.» Jesús se dio vuelta y, al verla, le dijo: «Animo, hija; tu fe te ha salvado.» Y desde aquel momento, la mujer quedó sana. Al llegar Jesús a la casa del jefe, vio a los flautistas y el alboroto de la gente. Entonces les dijo: «Váyanse, la niña no ha muerto, sino que está dormida.» Ellos se burlaban de él. Después que echaron a toda la gente, Jesús entró, tomó a la niña por la mano, y la niña se levantó. El hecho se divulgó por toda aquella región”.  

Reflexión hecha por: Luis Perdomo. Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia universal, celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor a San Cristóbal. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Cristóbal sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vio temblando un día cuando le mencionaron al demonio. Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, y buscó a un brujo que se lo presentara. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le preguntó entonces si él le temía a las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, a Jesucristo. Entonces Cristóbal, se fue en búsqueda de JESUCRISTO y lo encontró en la figura de un niño.

Y en la liturgia diaria meditamos los textos de: Gen 28,10-22; Sal 90 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 9, del verso 18 al verso 26, En el que se narran dos milagros hechos por JESÚS, se trata de la curación de la hemorroísa y la reanimación de una niña que había fallecido. Ambos milagros también son recogidos por los otros evangelistas sinópticos, cada uno con sus propias particularidades. En Mateo la narrativa se centra en la reanimación de la niña a pesar de que también dedica dos versículos al tema de la hemorroísa.

Para Marcos y Lucas, la niña está en agonía, para Mateo ya ha muerto, lo cual hace resaltar la fe del padre y poder taumatúrgico de JESÚS, quien en el camino salva a la mujer que sufría flujo de sangre, una enfermedad que lo contaminaba todo. Llegando a la casa escucha la música fúnebre y las lamentaciones de la gente, tal como era la costumbre de su época.

JESÚS interrumpe todo aquel alboroto, afirmando que no es para tanto, ya que la niña no está muerta sino dormida. Todos los presentes se burlaban de Él, preguntándose: ¿es que no sabe reconocer, ni siquiera los signos de la muerte?  JESÚS, no les hace caso y con un gesto sencillo y palabras dulces, logra reanimar a la niña, quien se levanta como si nada hubiese pasado. Todos quedaron admirados e impresionados, por lo que la noticia se divulgó rápidamente. Años más tarde, los cristianos de las primeras comunidades consideraban a la muerte como un sueño pasajero a la espera de la Resurrección, ellos también fueron objeto de las burlas de sus contemporáneos, pudiendo decirse que ni siquiera tenían consideración con sus muertos.

Al confrontarnos con el texto, y poner en la otra balanza, a la muerte, el acontecimiento por el cual todos tenemos que pasar, unos más temprano y otros más tarde, pero en definitiva es un hecho en el que nos equiparamos todos, ricos, pobres, negros, blancos, intelectuales y analfabetas. Por eso es que los cristianos de todos los tiempos hemos de saber, que a pesar de que la muerte es un paso sentimentalmente poco entendible o comprensible, nuestra Fe en JESUCRISTO, Muerto y Resucitado, nos hace ver la muerte como un sueño o paso para el encuentro con Él en el Banquete de la Vida Eterna.

Seguramente también nosotros seremos objetos de burlas y de rechazo, por creer firmemente en la Resurrección y por aceptar la partida de un ser querido de una manera distinta a como lo hacen la mayoría de nuestros semejantes. A esos rechazos respondamos con las Palabras de JESÚS: “Nuestro Dios, no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mc 12,27), y si nos queda un poco de dudas, oportuno sería dejarnos interpelar por el propio JESÚS cuando nos dice: “Yo Soy la Resurrección y la Vida, el que haya muerto vivirá, y el que esté vivo no morirá para siempre, ¿Crees esto?” (Jn 11,26).

Señor JESÚS, infunde en nosotros Tu Espíritu Consolador para poder darle el consuelo y las palabras oportunas a todos nuestros semejantes aquejados por los problemas económicos, familiares y de salud, y también a los que han vivido la desaparición física de un ser querido. Amén.

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