Evangelio del Día. Marcos 10,35-45:

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«En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.» Les preguntó: «¿Qué quieren que haga por ustedes?» Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús replicó: «No saben lo que pidén, ¿serán capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizarse con el bautismo con que yo me voy a bautizar?» Contestaron: «Lo somos.» Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberán, y serán bautizado con el bautismo con el que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.» Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «ustedes saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.

¡Que no sea entre ustedes así! Al contrario, el que quiera ser importante, que se haga el servidor de todos; y el que quiera ser primero, se haga el esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

  En este Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos en honor a San Ignacio de Antioquía, quien nació entre los años 30 al 35. Fue el segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía. Sus escritos demuestran que la doctrina de la Iglesia Católica viene de JESUCRISTO por medio de los Apóstoles. Condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado a Roma y allí recibió la corona de su glorioso martirio el año 107, en tiempos del emperador Trajano.

 Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos capítulo 10, del verso 35 al verso 45, En el que los discípulos Santiago y Juan los hijos Zebedeo, personajes importantes entre los Doce, por su sólida condición económica, le piden a JESÚS poder, sentarse a su derecha y a la izquierda. Petición que algunos expertos bíblicos la han contrastado con la solicitud que más adelante le hará el hijo de Timeo, un marginado, sin nombre propio, ciego y méndigo, que pide algo existencial para él: «ver».

Las diferencias son muy notables: los discípulos tienen el privilegio de hablar de tú a tú, con JESÚS, mientras que a Bartimeo una y otra vez, lo harán callar. Los discípulos que caminan con JESÚS hacia Jerusalén, lo acompañan porque quieren «sentarse» en los tronos del poder, mientras que Bartimeo, un mendigo «sentado» en el camino, al ser llamado por JESÚS, se levanta de un salto y «lo sigue» a Jerusalén, sin pedir nada a cambio y corriendo todos los riesgos.

Pareciera que los ciegos son los discípulos que no comprenden que, para ser partícipes del Reino de DIOS, tienen que «beber la copa de la Ira de DIOS» (Sal 75,9), y «sumergirse en aguas de muerte» (Sal 69,3.15-16), imágenes que indican la inmolación del Mesías por el rescate de toda la humanidad. Por eso es que años más tarde, una vez que JESÚS Resucita, la comunidad cristiana primitiva, entendió que el Bautismo nos sumerge en Cristo para participar de Su Muerte y de Su Resurrección. Y que lo propio del que ha sido sumergido en Él no es «levantarse» para dominar a otros, sino para servir e irradiar la Vida y la Verdad de la que, por la Gracia de DIOS, se ha hecho partícipe.

Al confrontarnos con el texto, y ponernos en el lugar de Santiago y Juan, nos da pie para revisar las veces que hemos acudido a JESÚS para pedirle por nuestros éxitos personales que nos permitan tener bienes personales y alcanzar puestos o de relaciones con el poder político, militar, económico y hasta religioso, y muy pocas veces acudimos a Él para dar gracias o para pedir el discernimiento necesario que nos haga poner nuestros dones y bienes al servicio de nuestros semejantes.

Por eso es que hay la necesidad de que cada de los que nos consideramos seguidores de JESÚS revisemos nuestros criterios y valores, que nos permitan develar las ambiciones de poder y del tener, que están ocultas en acciones aparentemente muy buenas como la de quienes lo acompañan hacia Jerusalén, donde se va a llevar a cabo la reivindicación de la Dignidad humana. Y que ponen en evidencias todas esas piruetas que hace la conciencia del ser humano, para evadir la Voluntad de DIOS y dejarse arrastrar por los pseudovalores de la cultura vigente que conducen a la búsqueda desaforada del tener y el poder, sin importar los medios o la forma cómo alcanzarlo.

 Frente a esa desviación JESÚS hace la propuesta de crecer con el poder que otorga la solidaridad y el servicio, y exhorta a sus seguidores de todos los tiempos, para que asumamos una conducta distinta en el momento que tengamos que ejercer alguna responsabilidad de conducción, a fin de ser más útiles que importantes. Acciones que permitirán tener la transformación de las relaciones de los seres humanos entre sí, y de nosotros con la naturaleza y con DIOS, haciendo realidad lo que el Magisterio de nuestra Iglesia ha denominado: «la Civilización del AMOR».

Señor JESÚS, ayúdanos a entender que lo propio de los que hemos sido Bautizados Contigo para participar de Tu Muerte y de Tu Resurrección, no es el de «levantarnos» para dominar a otros, sino para servir e irradiar la Vida y la Verdad de la que Tú nos ha hecho partícipes. Amén.

 

Luis Perdomo

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