En aquel tiempo al salir Jesús de la Sinagoga, fue a la casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, por lo que enseguida le hablaron de ella. Jesús se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos. Antes del atardecer, cuando se ponía el sol, empezaron a traer a Jesús todos los enfermos y personas poseídas por espíritus malos. El pueblo entero estaba reunido ante la puerta.

Jesús sanó a muchos enfermos con dolencias de toda clase y expulsó muchos demonios; pero no los dejaba hablar, pues sabían quién era. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario. Allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron a buscarlo, y cuando lo encontraron le dijeron: «Todos te están buscando.»

Él les contestó: «Vámonos a los pueblecitos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.» Y Jesús empezó a visitar las Casas de oración de aquella gente, recorriendo toda Galilea. Predicaba y expulsaba a los demonios.

Reflexión del Evangelio

En este Quinto Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta, entre otros santos, en honor a San Andrés Corsini, quien nació el 30 de noviembre, en el año 1602, en Florencia, Italia.  Murió a los 71 años, el 6 de enero de 1373 e inmediatamente el pueblo lo declaró santo y empezó a pedirle favores y a obtenerlos por montones.

El Sumo Pontífice Urbano Octavo lo canonizó en 1629.

En la liturgia del día meditamos los textos: Job 7,1-4.6-7: Sal 146; 1Cor 9,16-19.22-23; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos, capítulo 1, del verso 29 al 39. En el que se relata la visita de JESÚS, a la casa de Simón Pedro, para desde allí asumir una intensa labor de sanación de enfermos, comenzando por la suegra de Simón.

Acción que es concatenada con otras dos muy importantes, la ORACIÓN y la MISIÓN de llevar a otros lugares su Presencia Sanadora.

JESÚS distingue perfectamente lo urgente de lo prioritario. Lo urgente es atender a todos los que necesitan aliviar sus enfermedades físicas y espirituales, con sus Palabras de Liberación, Sanación, y Sabiduría. Lo prioritario es ANUNCIAR el Reino de DIOS a todas las personas sedientas de esperanza.

Esa claridad de discernimiento nace de su oración constante, que no le quita tiempo a Su MINISTERIO, sino que lo alimenta y fortalece. Atrás deja un grupo humano que como la suegra de Pedro lo recibe y lo apoya, adelante aparece el gran desafío de Su Misión, llevar a toda la humanidad la Buena Noticia de Su Reino.

Acción liberadora

Al confrontarnos con el texto, vemos que, la Acción liberadora de JESÚS, tiene una finalidad clara y solidaria: el servicio. Ya que al Sanar tanto a la suegra de Pedro, como a los otros enfermos se nos presentan dos palabras claves: levantar y disponerse a servir.

Para generar ambas acciones JESÚS nos ofrece un método: lo primero es «tocar» al otro, es decir, escuchar el problema del otro, acercarnos a su problema personal, más que palabras de buena fe, es mostrarle nuestra cercanía por la situación que está viviendo.

Lo segundo es servir, ya que un verdadero seguidor de JESÚS, tiene que ser un servidor, tal como Él nos dice: «el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud». (Mc 10,44-45).

En ese «tocar y servir», el Maestro nos invita a hacerlo como mucha discreción y sin espectáculos, tal como Él lo hizo, actuando desde la simplicidad de la vida, sin esperar reconocimientos, ni aplausos, sino, entendiendo que cada uno de esos gestos debo de ayudarnos, no a creernos «los mejores» o «los más aptos», sino a ser parte del Gran Proyecto de DIOS, que quiere un mundo donde Reine la Justicia y la Equidad, por lo que es necesario dejar a un lado el egoísmo, la exclusión y la indiferencia.

Señor JESÚS, Ayúdanos a tener una oración constante, y creyente, para Configurarnos Contigo, sirviendo y actuando desde la simplicidad de la vida, entendiendo que cada uno de esos gestos debo de ayudarnos, no a creernos «los mejores» o «los más aptos», sino más bien, servidores de Tu Reino.

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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