Evangelio del Día. Marcos 13,24-32

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«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos «Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. «De la higuera aprendan esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca.

Así también ustedes, cuando vean que sucede esto, sepan que el fin está cerca, a las puertas. Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Más de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre».

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 En este Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos en honor a la Beata María Luisa Merkert, nació en Nysa, alta Silesia, Polonia, antigua Diócesis de Breslau, el 21 de septiembre de 1817. Estimada por su pueblo que cariñosamente y en gesto de gratitud la reconocía como «la samaritana de Silesia» por su forma de ejercitar la caridad con los pobres. Cofundadora junto a su hermana Matilde de la Congregación de religiosas de Santa Isabel; dedicó su vida a los pobres y enfermos. Murió el 14 de noviembre de 1872.  Dejaba fundadas 90 casas. Es considerada como la más egregia figura de Silesia del siglo XIX. Fue beatificada por Benedicto XVI el 30 de septiembre de 2007.

 Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos capítulo 13, del verso 24 al verso 32, En el que se presentan dos símbolos uno celestial y el otro terrenal. El símbolo celestial es el Hijo del Hombre que Anuncia los Nuevos Tiempos luego de la gran tribulación por la que pasa el Siervo del Señor al cumplir Su Misión. Él Encarna el sacrificio perfecto y definitivo que inaugura los Nuevos Tiempos. El juicio que sobreviene después de este acontecimiento permite distinguir entre los elegidos y los que no han acogido Su Palabra de Vida. El símbolo terrestre es la higuera, que por lo general representa la firmeza y la constancia, manifiesta en dos tensiones fundamentales. La del tiempo de sus cambios de follaje que anuncia los cambios de estación y la de la decisión, porque el campesino debe decidir en qué, momento iniciar la preparación del terreno y de la semilla.

 Con esa simbología JESÚS responde a la pregunta «del cuándo sería el fin del mundo», que le había hecho en la perícopa anterior. Son signos similares a los utilizados por los profetas para describir el gran juicio de DIOS sobre Israel. Donde se describe no solo el colapso del mundo, también se anuncia la suerte de los que escuchan la Palabra de DIOS y hayan decidido trabajar por la transformación del mundo. Y es que trabajar por un mundo mejor es anonadarse a la Voluntad de DIOS para entrar en la dinámica del Reino, donde cada persona entienda que la solidaridad, el servicio y el respeto a la dignidad del otro, son actitudes fundamentales que impulsan la justicia, la paz y el progreso de todos los conglomerados humanos.

Al confrontarnos con el texto, podemos ver, que estas Palabras de JESÚS retumban en la conciencia de todos los que nos llamamos sus seguidores, para hacernos la invitación de redescubrir que la Palabra de DIOS que Él nos ha traído, permanece en el tiempo y el espacio y Revitaliza todas las cosas, lo que sin dudas debe de colmarnos de alegría y fortaleza para poder decirle esto a nuestra sociedad venezolana, que pareciera sumergida en un laberinto sin salida, con mucho escepticismo y poca esperanza. Por lo cual se hace necesario entrar en la dinámica novedosa de transformación de las estructuras egoístas que nos impiden vivir la vida en la dimensión gozosa del REINO.

Teniendo claro que para enfrentar estas estructuras del mal debemos observar dos aspectos bien importantes, el primero es que, al ser JESÚS la Palabra definitiva del PADRE, debemos acogerlo como la Norma a seguir, en nuestras vidas personales y comunitarias. Ya que, Él es el guía que orienta el camino de cómo vivir de manera fiel la experiencia del AMOR de DIOS, en la familia, en la Iglesia y en la comunidad en general.

Lo segundo es que, la Palabra de JESÚS tiene exigencias profundas, por lo que es necesario que no desperdiciemos el tiempo pensando cuando será el fin del mundo, de la pandemia o de circunstancia que estamos viviendo. Tampoco perdamos el tiempo elucubrando sobre el más allá. Dispongámonos más bien a Acoger la PALABRA de DIOS en nuestras vidas, y configurar nuestra existencia con los valores de la ética y de la praxis cristiana. De tal manera que la vida, la manera de ver al mundo y de relacionarnos con los demás, tenga necesariamente que cambiar, al tener a DIOS en nuestros corazones.

Y es ese el compromiso que nos genera este texto, la de acoger la Palabra de DIOS, que hace Nueva todas las cosas, haciéndola vida en nuestras vidas y ayudando a transformar los corazones de nuestros semejantes y juntos formemos comunidades donde «nos sirvamos unos a otros» y hagamos realidad la «Civilización del AMOR», en la que impere la justicia, la equidad y la solidaridad.

Señor JESÚS, líbranos de toda atadura para poder acoger Tu Palabra, y ser convertidos en nuevas criaturas, prestos a permear nuestros entornos y ayudando a transformar los corazones de nuestros semejantes y juntos formemos comunidades donde reine la solidaridad, el servicio y la justicia. Amén.       

Luis Perdomo

 

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