Evangelio

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?» Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparados allí la cena.»

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos.

Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.» Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Reflexión del Evangelio

La Iglesia Universal celebra hoy la Solemnidad de Corpus Christi, que se celebra el jueves siguiente a la Solemnidad de la Santísima Trinidad; aunque en algunos países, como Venezuela, las Iglesias locales deciden trasladarla para el domingo por una cuestión pastoral.

Esta fiesta tuvo su origen a mediados del siglo XIII el P. Pedro de Praga dudaba sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía y realizó una peregrinación a Roma para rogar sobre la tumba de San Pedro una gracia de fe.

Al retornar, mientras celebraba la Santa Misa en Bolsena, en la Cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia sangró manchando el corporal. La noticia llegó rápidamente al Papa Urbano IV.

Más adelante el Pontífice publicó la bula «Transiturus», con la que ordenó que se celebrara la Solemnidad del Corpus Christi en toda la Iglesia el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad.

En la liturgia meditamos los textos: Ex 24,3-8: Sal 115; Heb 9,11-15; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos capítulo 14, del verso 12 al verso 26, donde se destacan los últimos momentos que pasó el Maestro con Sus Discípulos. Tiempo que se rige por unos acontecimientos divinamente dirigidos, por JESÚS, ya que lo que Él dice, se cumple, Él explica con quién se van a encontrar los discípulos para conseguir qué tipo de espacio de reunión y así sucede exactamente.

Se describe a JESÚS como Señor de Su Conducta, que opta siempre por aquello que lo lleva a hacer la Voluntad del Padre (Jn 10,18).

El dato inicial de «los panes sin levadura», es importante, para entender el sentido de la Cena que Prepara JESÚS, ya que cuando los judíos inmolan al Cordero Pascual, que recuerda su liberación de Egipto, JESÚS El Cordero de DIOS, se Entrega a los Suyos como Nueva Celebración Pascual.

Es decir, como Aquel que Hace Realidad el Paso de la Esclavitud del pecado y la idolatría a la Comunión Plena con DIOS. Él Reconcilia a la humanidad con Su Creador y a los hombres entre sí.

Al confrontarnos con el texto vemos que la Pascua de JESÚS, no es para recordar la salida de Egipto, sino para Ofrecerse como Cordero de DIOS que quita el pecado del mundo, haciendo Real y Plena la comunión con DIOS. De esta manera instituye la Eucaristía, que es «la Fuente y Culmen de nuestra Fe».

Porque, así como es de vital el Pan para la vida terrenal del hombre, así de imprescindible es el Cuerpo de Cristo para la vida espiritual del Discípulo, que comen y beben a Su Mesías para hacer que la humanidad sea familia de DIOS y así todos al final de los tiempos se sientan en la misma Mesa con el Cordero Inmolado.

Acontecimiento que nos debe generar la disposición de prestar una mayor atención al significado profundo de la celebración Eucarística, que muchas veces por estar descuidado o por hacerlo de manera mecánica, no entendemos lo Trascendental o Existencial que es para nuestras vidas.

Allí JESÚS nos dice: «Esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada» (Mc 14,24). Y es que «Beber la Copa», implica para nosotros, aceptar la Muerte de JESÚS, y tal como Él lo Hizo, ofrendar la vida en favor de los otros.

Es este el sentido Existencial e histórico de nuestra celebración Eucarística, que es un compromiso de AMOR Radical hacia los demás, quien no lo entienda así, se ha quedado en un puro rito superficial y vacío.

Señor JESÚS, Ayúdanos a entender que cada vez que celebramos la Eucaristía estamos renovando Contigo el Pacto de la Nueva Alianza, que es un compromiso de Amor Radical hacia los demás, y decir como San Pablo: «ya no soy yo… es Cristo quien vive en mí».

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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