En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos.
Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?» Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.» Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.» Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
Reflexión del Evangelio
En este Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta, entre otros santos, en honor a San Gil o Egidio Abad, que fue un cenobita del siglo VI originario de Atenas. Vivió algún tiempo cerca de Marsella, donde existe una población que lleva su nombre retirándose después a un bosque próximo al Ródano que hoy se llama bosque de San Gil.
La liturgia meditamos los textos: Dt 4,1-2.6-8: Sal 33; St 1,17-18.21-22.27; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos capítulo 7, del verso 1 al verso 23. En el que JESÚS confronta a las autoridades religiosas de Israel, por el tema de la pureza legal.
Ya que algunos fariseos y letrados, critican a los discípulos de JESÚS, por no haber practicado el rito de la purificación, antes de comer. Es bueno recordar que esta era una práctica sacerdotal que las autoridades habían impuesto al pueblo.
Por eso es que JESÚS, va a la raíz del problema y les echa en cara que, con tradiciones puramente humanas, anulan la voluntad de DIOS y crean una religión ritualista y exterior. Llegan incluso a abandonar el mandamiento de cuidar a los padres necesitados, con la excusa del culto.
El Maestro denuncia la falsedad e hipocresía de una religión que se ha montado sobre normas, costumbres, tradiciones y ritos, que ocultan el Verdadero Rostro Misericordioso, Compasivo y Liberador de DIOS.
Recordemos que sobre tres grandes instituciones religiosas: la Ley, el Templo, y el culto giraban los pesados yugos que las autoridades ponían sobre las vidas de las personas, sobre manera de los más pobres.
Además de los pesados preceptos estaban también los impagables impuestos, por lo que un pobre nunca dejaba de ser un pecador, porque no tenía cómo pagar las ofrendas requeridas que anulan dichas faltas.
Interioridad de las personas
Es esa desviación la que hace apuntar a JESÚS hacia la interioridad de las personas y pone en evidencia la pesadez de la Ley, la vaciedad del culto y la corrupción religiosa encerrada en el Templo.
Ya que, cuando las tradiciones humanas sustituyen a la Palabra de DIOS, nace una religión hipócrita, degradada, deshumana e inútil. Por eso es que, para JESÚS, la única Ley es el Amor, el único culto es la Misericordia, y el único Templo es el corazón del ser humano.
Al confrontarnos con el texto, y ponernos en el lugar de los fariseos veremos que muy probablemente también nosotros hayamos hecho de nuestras prácticas religiosas, una estructura demasiado pesada, que nos impide el encuentro con DIOS y con nuestros semejantes.
Nos acostumbramos tanto a la rutina que no dejamos que el Espíritu Santo Tome el control de nuestras vidas y por eso en vez de tener una verdadera oración de diálogo con DIOS, preferimos hacer rezos repetitivos que muchas veces no sabemos ni lo que significan, ni por qué lo decimos.
¿Cumplimos el mandato supremo de nuestro Señor?
De allí que hoy sea el día para revisar si estoy cumpliendo con el mandato supremo de nuestro Señor, de Amar a DIOS y a mi prójimo como a mí mismo, si de verdad estoy viviendo para servir, y si cada día de mi vida tengo claro que soy Templo del Espíritu Santo y por consiguiente cada uno de mis actos debe de ser una Oblación de acción de gracia hacia mi Creador.
Por lo que, dependerá de las respuestas el saber si estoy encauzado en un auténtico CAMINO de CONVERSIÓN personal y comunitaria o he desviado el camino hacia fines puramente exhibicionistas.
Señor JESÚS, regálanos la sabiduría que proviene de Ti para poder comprender que Tu Ley del Amor está por encima de cualquier práctica religiosa, que el gran culto que tenemos que rendirte es la Misericordia hacia nuestros semejantes, y que el primer Templo que tenemos que respetar es la dignidad del ser humano.
Amén.
Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
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