Evangelio del Día. Marcos 7,31-37

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 “En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es, «ábrete». Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

  En este Vigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos, en honor a Santa Teresa de Calcuta, fundadora de las Hermanas de la Caridad de la India. Premio Nobel de la Paz. Es una persona reconocida y admirada por todos los pueblos, religiones y naciones. En el año 2016, año de la Misericordia, el Papa Francisco, Canonizó en la Plaza San Pedro a esta gran mujer y religiosa del siglo XX.

 Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos capítulo 7, del verso 31 al verso 37, En el que se narra la travesía de JESÚS, por la región de las Decápolis, y en la que le presenta a un hombre sordo y mudo, para que le impusiera las manos. JESÚS entra en comunicación con él, a través del lenguaje no verbal de los gestos, y la sanación acontece con la Palabra del Maestro: “ábrete”, que sana y libera de manera inmediata, del mutismo en que estaba sometido el sordomudo.

 Dos acciones bien concatenadas se destacan en esta narrativa, por un lado, está el hombre incapaz de oír y de hablar, que estaba encerrado en un mundo inhumano de silencio absoluto, es liberado por la Fuerza de la Palabra de JESÚS. Y en la otra escena está la gente que, se admira ante el hecho y comenta que JESÚS, como DIOS, al Crear el mundo, “todo lo ha hecho bien”. Y es que, sin lugar a dudas, la Sanación ha sido la creación de un nuevo ser humano, capaz de relacionarse con los demás y con DIOS.

 Muy pertinente es recordar que la mayoría de los relatos bíblicos, donde se narra la vocación de los Profetas, es decir de personajes que han de ser portadores de la Palabra de DIOS, refieren al mismo tiempo sanaciones de mudos o tartamudos. Se trata de un procedimiento cuya finalidad, es darnos a entender que el Profeta apoyado tan solo en sus facultades naturales, no es capaz de comenzar a hablar por su iniciativa, ni puede hacer que otros hablen a través de sus dones, sino que recibe del Ser que lo Trasciende, las facultades para transmitir el Mensaje Oral y el poder de Sanación para sus semejantes.

 Al confrontarnos con el texto, y releer la frase con la que se cierra: “Todo lo ha hecho bien”, nos hace ver que JESÚS en el cumplimiento de la Voluntad del PADRE, Revela Su Misión Regeneradora a la humanidad, que, por su tozudez y sordera, se empeña en ir en contra de los Designios de DIOS. Y por eso es que las características del hombre en quien JESÚS Obra el Milagro: sordera y tartamudez, nos hace inferir, que se trata de la descripción de la propia humanidad, que ni oye la Voz de DIOS, ni habla el lenguaje de DIOS que es el AMOR.

 Ya que es la sordera la que, nos hace padecer toda clase de vicisitudes, para ubicarnos entre las amenazas ruidosas de las guerras, a una amenaza silenciosa como la pandemia, teniendo como denominador común el egoísmo y los delirios de grandeza de quienes ejercen el poder en el mundo y de la indiferencia de la mayoría de los ciudadanos. Por eso es que la sanación de un mudo que posteriormente va a proclamar la grandeza de esta acción, nos hace entender que la Fe es una virtud infusa, que es un Regalo de Nuestro Creador, pero que sus criaturas debemos colaborar abriendo nuestro corazón para que Él siga haciendo Su Obra de crecimiento y de fortalecimiento, que nos permita construir Su Reino, en medio de tanta calamidad.

 De allí que hoy sea el día para tener en cuenta lo que nos dice DIOS a través del Salmista: “Si mi pueblo tan solo me escuchara” (Sal 81,14), y que cada uno de nosotros que hemos sido llamados y facultados desde nuestro Bautismo para profetizar y evangelizar, nos preguntáramos: ¿Estoy convencido de que este es el momento de asumir mi vocación profética, para proclamar la Buena Noticia de JESÚS, o prefiero ser un mudo y ciego, para no escuchar o ver la realidad existente? ¿Cuándo decido contagiar a otros de la Buena Noticia del Reino, lo hago confiado en mis facultades o más bien me he anonado ante la Presencia del Espíritu Santo, para que fluya su fuerza Sanadora?

 Señor JESÚS, ábrenos, a la relación sincera y generosa con nuestros semejantes y con nuestro Creador. Y ayúdanos a superar los fríos y mortales silencios, que nos aíslan unos de otros, para entrar en una relación comunitaria de servicio y de compartir fraterno. Amén.

 

Luis Perdomo

 

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