“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades”.

Reflexión hecha por: Luis Perdomo. Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia universal, celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor al Beato Pablo Gojdič, «Obispo mártir del comunismo en Checoslovaquia, murió en prisión por causa de la fe, defensor de los judíos, reconocido ‘Justo entre las Naciones’ por el Yad Vashem» Nació el 17 de julio de 1888 en Ruské Peklany, localidad cercana a Prešov, Eslovaquia. Murió en la prisión eslovaca de Leopoldov el 17 de julio de 1960, justamente el día de su 72 cumpleaños.

 Y en la liturgia diaria meditamos los textos de: Ex 1,8-14.22; Sal 123 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo desde el verso 34 del capítulo 10, al verso 1 del capítulo 11, En el que se relata las instrucciones dadas por JESÚS a sus Apóstoles, sobre la paz, la familia, y la acogida a los misioneros. Dicha instrucción está expresada en una perspectiva de contradicción con la paz de los poderosos de este mundo, por eso JESÚS proclama: “No piense que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada”. Teniendo claro que, la Palabra de la Verdad trae la paz, pero provoca divisiones de parte de aquellos que se esconden en las tinieblas. Porque la paz del creyente nace de la certeza de que es amado por DIOS: así lo dicen los ángeles en Belén (Lc 2,14). 

 Y es que JESÚS no da la paz como el mundo, porque la paz del mundo está hecha de confusiones, de certezas aproximadas, de equilibrio entre codicias y temor a los riesgos. La paz del mundo, ya sea en la sociedad o en las familias, encubre habitualmente un orden injusto impuesto por el más fuerte o una mediocridad compartida, por miedo o por una conveniencia circunstancial. Y por eso es que, el Evangelio siempre despierta el espíritu crítico, para poner las cosas en su justo lugar.

  Al confrontarnos con las Palabras de JESÚS: “Aquel que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí. Y aquel que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mi…” nos hace mucho ruido, porque pareciera estar en contradicción con el cuarto mandamiento: “de honrar Padre y Madre”, Pero si lo analizamos en profundidad veremos que lo que, JESÚS quiere decirnos, es que, lo que salva al hombre y lo hace más humano, para ser menos rencoroso, y excluyente, es el AMOR de DIOS y su relación existencial con Él.

 Ya que lamentablemente, la propia familia está sometida a la influencia de la cultura negativa, individualista e indiferente del mundo, que son contrarios al Mensaje humanizador de JESÚS. Y esa ruptura con la banalidad y con las desviaciones del mundo, de los optan por el servicio y el Amor de JESÚS, hace que generen conflictos y divisiones en el seno de la familia. Por eso es que JESÚS nos invita a poner por encima de cualquier lazo consanguíneo o apego personal, la plena entrega a DIOS, porque el amor a nuestro Creador nos hará amar de una mejor manera a esos seres que consideramos insustituibles.

  Y esa Fuerza Espiritual será la que nos ayudará cuando experimentemos el rechazo de nuestros familiares y amigos, para no desanimarnos, y nos dará en temple necesario para no permitir que el rencor acampe en nuestro corazón, estimulando más bien la oración por los que no comprenden, nuestro cambio de comportamiento, y que algún día ellos reciban a Cristo en su corazón y sean transformados mucho más que nosotros.

 Señor JESÚS permite que la paz, emanada de Tu Espíritu Santo, habite en nuestros corazones, nos libre de la opresión del rencor y el egoísmo, y en comunión de amor y vida con los hermanos seamos partícipes de la construcción de una nueva sociedad. Amén.

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