En aquel tiempo Jesús dijo a la gente: Yo les aseguro que entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista, y, sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más que él. Desde los días de Juan Bautista hasta ahora el Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él.
Hasta Juan, todos los profetas y la Ley misma se quedaron en la profecía. Pero, si ustedes aceptan su mensaje, Juan es este Elías que había de venir. El que tenga oídos para oír, que lo escuche.
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana.
La Iglesia universal, celebra hoy la Fiesta entre otros santos en honor a San Juan de la Cruz, religioso y poeta místico del renacimiento español, cuyo nombre secular era Juan de Yepes Álvarez y su primera identificación como fraile es la de Juan de San Matías.
Nació en Fontiveros, Ávila, España, el 24 de junio de 1542 y murió en Úbeda, Jaén, el 14 de diciembre de 1591. Fue reformador de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús.
Desde 1952 es el patrono de los poetas de lengua española.
En la liturgia del día meditamos los textos: Is 41,13-20; Sal 144; y el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, según San Mateo capítulo 11, del verso 11 al 15.
En el que JESÚS, dirigiéndose a sus seguidores resalta la figura de Juan el Bautista, él es el precursor, el gran profeta esperado antes de la venida del Mesías, es decir el Elías, a quienes los judíos esperaban con ansiedad.
Pero probablemente la imagen del profeta que ellos esperaban no coincidía con el estilo de Juan el Bautista, ya que, en vez de animarlos en su lucha nacionalista terrenal, les recrimina su actuación de ir en contra de los designios de DIOS.
Y es que mientras el Reino de DIOS, era solo una promesa, todos estaban a favor, quizás porque se consideraban portadores de un triunfo que habría de venir de un momento a otro, para imponer sus desafueros y ambiciones, sobre la injusticia reinante, es decir cambiar los actores, sin cambiar las acciones.
Pero cuando se les presenta el profeta con las exigencias de la conversión, del cese de las injusticias, los poderosos con la connivencia del pueblo se le oponen, lo encarcelan y lo matan.
Por eso es que JESÚS, da testimonio de Juan, porque es un verdadero profeta que da testimonio con su vida de la esperanza y de la confianza en DIOS, y que al igual que otros grandes profetas, no tuvo miedo de ofrendar su vida con tal de decir la Verdad y de invitar a sus oyentes a una profunda conversión de vida.
El Maestro resalta la entrega de este hombre de carne y hueso, para decirle a sus seguidores de todos los tiempos que ese es el camino que hay que seguir y si lo hacemos, podremos ser más grandes que Juan, porque los predilectos de DIOS son los que escuchan su Voz, se convierten y ayudan a construir comunidades humanas donde reina la justicia y la misericordia. Por lo que hay que estar atentos para la escucha: “él que tenga oídos para oír, que lo escuche”, y una vez escuchado el mensaje ponerlo en práctica.
En este segundo jueves de Adviento, valdría la pena confrontarnos con el texto para poder entender la instrucción que tenemos las comunidades cristianas de encarnar los valores proféticos de la misericordia y de la clemencia, antesala de la reconciliación y de la solidaridad fraterna.
Y así cada cristiano de manera personal y comunitariamente debería encarnar la figura de Juan Bautista, el profeta capaz de denunciar abiertamente la maldad del pueblo y de sus gobernantes, invitar con insistencia a la CONVERSIÓN y Anunciar la salvación integral de DIOS para todos los que asuman este compromiso de vida.
Teniendo en cuenta que Adviento es el tiempo para renovar a fondo el compromiso cristiano con DIOS y con nuestra comunidad de creyentes, sería muy pertinente preguntarnos: ¿Escucho la Palabra de DIOS y la pongo en práctica? ¿Espero al Mesías para mejorar mi situación económica, sin importarme los demás, o estoy en esta espera para ayudar en la construcción de una sociedad de justicia y de solidaridad? ¿Cómo vivo mi vocación profética en medio de esta sociedad desesperanzada?
Señor JESÚS, danos el discernimiento necesario para poder entender la instrucción que tenemos de encarnar los valores proféticos de la Misericordia y de la Clemencia antesala de la reconciliación y de la solidaridad fraterna. Amén.
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