Evangelio del Día

En aquel tiempo, cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él.

Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?».

Jesús le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia Universal celebra hoy el Vigésimo Noveno Domingo del tiempo ordinario y recordamos la fiesta, entre otros santos, a San Gaeteano Errico, quien nació en Secondigliano, Nápoles, el 19 octubre de 1791, y murió el 29 de octubre de 1860.

Fue el gran Apóstol de la devoción al Santísimo Corazón de Jesús y de María, al sur de Italia, propagando tal devoción mediante la «Pía Unión de los Santísimos Corazones» y el «Culto Perpetuo al Santísimo Corazón» instituidos por él.

Fue beatificado el 14 de abril del 2002 y canonizado el 12 de octubre del 2008 por el Papa Benedicto XVI.

En la liturgia del día meditamos los textos: Ex 22,20-26; Sal 17; 1Ts 1,5c-10 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 22, desde el verso 34 al 40.

En el que se nos dice que los fariseos, unas de las sectas judías que había en el tiempo de JESÚS, viendo que el Maestro, había tomado partido por sus ideas, fueron a preguntarle en torno al mandamiento más importante de la Ley de DIOS.

Pregunta bastante capciosa, cuya intención no solo era para saber si el Maestro daba una respuesta acorde con sus conocimientos, sino que también llevaba el piquete de saber qué grado de compromiso tenía JESÚS con el Padre.

Esta pregunta del fariseo, le sirvió al Maestro para dar una catequesis sobre el gran significado de la Misión de sus seguidores, que indudablemente tienen que estar configurados con Él, para poder realizarse en la doble dirección que exige el compromiso cristiano.

Por eso es que, la Palabra y el ejemplo de JESÚS son bien claros: el amor al DIOS y el amor a los hermanos, a sus hijos, van de la mano. Más aún, el segundo, sobre todo en lo que concierne a los más pequeños, es el mejor termómetro del primero.

Muy pertinente es recordar que la religión cristiana es una comunidad de relaciones, en dos direcciones y que le da explicación a nuestro signo de la Cruz.

De manera vertical la comunidad y cada miembro en particular nos relacionamos con nuestro Creador y de manera horizontal, nos relacionamos con nuestros semejantes, es decir con nuestros prójimos, por eso JESÚS, iguala en un solo mandamiento de AMOR, el Amar a DIOS y el Amar a nuestros semejantes.

Y ese mandamiento que, de manera más explícita, nos los recuerda el SEÑOR, en la Primera Carta de Juan: «Si alguno dice: Yo amo a DIOS, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a DIOS a quien no ha visto.

Es este el mandamiento tenemos de El: que el que ama a DIOS, ame también a su hermano» (1Jn 4,19-20). Así nos queda bien claro nuestra identidad cristiana.

Al confrontarnos con el texto, vemos que con demasiada frecuencia los cristianos, incluso los más ‘cultivados’, contraponemos realidades que en el Plan de DIOS van de la mano y las presentamos como si unas excluyeran a las otras.

Eso nos pasa con binomios como gracia y esfuerzo, acción y contemplación, dedicación a lo espiritual e implicación en las cosas de cada día, inserción local y catolicidad, estudio y compromisos concretos, e incluso en el caso que la Palabra nos plantea hoy, el amor al Señor y amor al prójimo.

Por eso es que es bien oportuno este texto de hoy, porque nos pone en la ruta correcta, para decirnos que el AMOR, es la respuesta expedita a toda dicotomía, y que la ética cristiana tiene su base fundamental en el AMOR a DIOS y a nuestros semeantes.

Porque sin AMOR, el cristianismo es sólo una ideología vacía y mentirosa. De allí que hoy sea el día, para preguntarnos: ¿Cómo vivo mi compromiso cristiano de ser Testigo del AMOR de DIOS? ¿Estoy claro que para poder amar a DIOS primero tengo que amar a mis semejantes tal como son y no como yo quisiera que fueran?

Señor JESÚS, regálanos Tu Espíritu Santo de Amor y de Paz, para que nos enseñe a ser auténticos y coherentes con nuestra Fe, y de esta manera ser servidores, y constructores de la «Civilización del AMOR» en mundo que está sediento de Tu Paz y Tu Justicia. Amén.

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