En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco.

El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.

Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.»

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.» Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.» El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán.

¿Con qué sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

La Iglesia Universal celebra hoy el Trigésimo Tercer Domingo del tiempo ordinario y recordamos la fiesta en honor a nuestra querida Madre María, bajo la advocación a la Divina Providencia, Patrona de Puerto Rico, esta es una advocación Mariana de la Iglesia católica que se originó en Italia en el siglo XIII.   Y al ser nombrado obispo de Puerto Rico el catalán Gil Esteve y Tomás, trajo consigo a Puerto Rico esta devoción que conociera en sus años de seminarista. El Papa Pablo VI declaró a Nuestra Señora de la Divina Providencia, como patrona principal de la isla de Puerto Rico mediante un decreto firmado el 19 de noviembre de 1969.

En la liturgia del día meditamos los textos: Prov 31,10-13.1-20.30-31; Sal 127; 1Ts 5,1-6; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 25, desde el verso 14 al 30. En el que se narra la parábola de los talentos, y en la que se destacan las acciones de dos servidores prudentes y hábiles y un servidor perezoso y miedoso. Los primeros multiplican los talentos, mientras que, el último por miedo a perderlo los entierra. Con esta parábola JESÚS quiere concienciarnos de que todos los seres humanos, hemos recibido muchísimos talentos, aunque no todos lo mismo, ya que a cada uno se le ha dado según su capacidad.

 Muy pertinente es recordar que, en tiempos de JESÚS, el talento equivalía a unos 35 kilos de metal precioso. Pero en esta parábola JESÚS se sirvió de los talentos para figurar las capacidades que DIOS distribuye a cada uno, y se ha conservado hasta nuestros días, el sentido nuevo de la palabra, es decir sobre dones recibidos. Por eso es que, DIOS evalúa la manera cómo se ha hecho multiplicar sus talentos, y el pecado consiste en haber guardado para sí lo que uno había recibido.

  Al confrontarnos con el texto, vemos que, la parábola nos invita a saber quiénes somos, de que somos capaces, cuáles son nuestras virtudes y cualidades, asumiendo siempre que son un regalo de DIOS, que debemos multiplicar y compartir. Por eso es que hay que evitar la comodidad, la pereza, la indiferencia o el miedo. Ya que estas son actitudes que socaban las bases éticas y cristianas de nuestras familias y de nuestra sociedad.

 Porque quien ama a DIOS se ama a sí mismo y ama a su semejante, valora sus dones y talentos, se involucra en la comunidad, y sirve a sus hermanos brindándoles los apoyos necesarios para desarrollar sus propios dones, aumentado de esa manera el número de servidores para la gran Misión que DIOS, nos ha encomendado, que es la de hacer este mundo más humano, más solidario y menos egoísta e indiferente.

 Señor JESÚS, con mucha humildad clamamos a Ti para que borres de nosotros cualquier brote de insidia, de avaricia y de pereza, y de acuerdo a Tu Misericordia danos un corazón grande para amar y luchar por la justicia y la equidad. Amén.

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