Evangelio del Día. Mateo 25,31-46

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«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de Gloria, que es suyo. Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al igual que el pastor separa las ovejas de los chivos.

Colocará a las ovejas a su derecha y a los chivos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme.

Estuve en la cárcel y me fueron a ver.» Entonces los justos dirán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y te fuimos a ver? El Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.» Dirá después a los que estén a la izquierda: «¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles! Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron.» Estos preguntarán también: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos?» El Rey les responderá: «En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí. » Y éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna».     

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a las Santas Perpetuas y Felicidad. Estas dos santas murieron martirizadas en Cartago, África, el 7 de marzo del año 203. Perpetua era una joven madre, de 22 años, que tenía un niñito de pocos meses. Pertenecía a una familia rica y muy estimada por toda la población. Felicidad era una esclava de Perpetua. Era también muy joven y en la prisión dio a luz una niña, que después los cristianos se encargaron de criar muy bien. Estas dos mujeres, una rica e instruida y la otra humilde y sencilla sirvienta, jóvenes esposas y madres, que en la flor de la vida prefirieron renunciar a los goces de un hogar, las une la fortaleza de su Fe, en la que no les importó morir, con tal de permanecer fieles a JESÚS.

Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Jesucristo según San Mateo, capítulo 25, del verso 31 al 46. En el que se narra el discurso apocalíptico de JESÚS, explicándoles a sus discípulos la manera en que será su segunda venida a la tierra y la forma en que serán juzgados cada uno de los seres humanos, en consonancia y a la manera en cómo hayamos aceptado y observado su mandato.

 Antes de comenzar el relato de la pasión, el texto de Mateo, recapitula sobre los rasgos básicos del discípulo de JESÚS, y los proyecta hacia el juicio último y definitivo de Dios. El punto decisivo es la centralidad en la persona de JESÚS, y su obra, pero con criterios de comportamiento actual. Por tanto, el juicio que tendrá como objeto a la comunidad mesiánica donde todas las naciones encuentran su modelo salvífico no se llevará a cabo en razón de la observancia de preceptos, ni a partir de enseñanzas doctrinales, sino que se fundará en la autenticidad de la nueva vida que el Hijo de DIOS ha hecho posible y ha enseñado a vivir en el sermón de la montaña (Mt 5-7).

Al confrontarnos con el texto vemos que las medias tintas no valen con JESÚS, por lo que hay que decidirse a favor o en contra. Los pobres explotados, excluidos, desplazados, etc., son los sacramentos de JESÚS, ya que son el rostro auténtico de DIOS. Aquí no se mira credo, raza, posición social, conocimientos, sino la acción realizada a favor o en contra de estos sujetos preferenciales o «rostros sufrientes» que nos acercan al Señor.

 Por eso es que cada época y cada lugar, los que nos llamamos seguidores de JESÚS, tenemos que discernir a la luz de este texto quienes son esos Cristo vivientes, para no pasar de largo, sino más bien para detenerse y abrirles las manos y acogerlo de corazón. Para asumir esa realidad la tradición católica habla de «obras de misericordia», pero sería una pena que nos quedáramos solo con un plano asistencial personal o proselitista, tal como lo hacen otras organizaciones sociales, ya que nuestro acción tiene que ser una verdadera vivencia de solidaridad, es ponerse en las carencias del otro.

 Por eso es que el reto que tenemos hoy, a luz de la enseñanza del Maestro, es el de convertir esas obras de misericordia en solidaridad y justicia para todos, por lo que es muy pertinente el revisarnos, para ver cómo estamos viviendo la experiencia de la solidaridad como un testimonio de vida, tal como lo tiene que vivir un discípulo de nuestro Señor JESUCRISTO.

 Señor JESÚS échanos una mano para que Te podamos ver en cada uno de los seres humanos con los que nos topamos diariamente y poderte demostrar con el servicio y nuestra entrega hacia ellos, nuestro Amor y nuestra Fe en Ti. Amén.

 

Luis Perdomo

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