En aquel tiempo Jesús, al ver toda aquella muchedumbre, subió al monte. Se sentó y sus discípulos se reunieron a su alrededor.
Entonces comenzó a hablar y les enseñaba diciendo: «Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices los que lloran, porque recibirán consuelo. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia.
Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias.
Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes.
La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta de todos los Santos, la de todos aquellos que con su testimonio de vida dejaron una gran impronta en la tierra, para que los que aún peregrinamos en esta vida terrenal podamos seguir su ejemplo de vida cristiana. Y es que Ser santo es querer seguir a JESÚS, actuar como Él, hacer el bien como Él, amar como Él.
Ser Santo, en definitiva, es ser amigo y Configurarse con JESÚS, para hacer realidad el Reino de los Cielos aquí en la tierra.
En la liturgia del día meditamos los textos: Ap 7,2-4.9-14; Sal 23; 1Jn 3,1-3 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo, capítulo 5, del verso 1 al verso 12a. En el que da inicio al gran Sermón de la Montaña, que se extenderá hasta el capítulo 7.
Muy apropiado este texto que los liturgistas nos regalan para celebrar la fiesta de todos los santos, donde la verdadera felicidad se contrasta con los términos «tribulación», «sufrimiento» y «consuelo».
El texto habla justamente de la verdadera felicidad se vive con el gozo de la SANTIDAD al afrontar con hidalguía, Fe y Esperanza las distintas vicisitudes de la vida.
Con ocho enunciados introducidos por la palabra “Felices” JESÚS establece, de manera sintética, un programa de vida y de acción para los discípulos que sinceramente lo quieren seguir y alcanzar la plenitud de Vida en el Reino de los Cielos. Y es que, las Bienaventuranzas son el salmo de la nueva Felicidad Evangélica. Podemos dividirlas en dos series.
Las cuatro primeras, y la última, que se refiere a los perseguidos, se retoman, el tema de que el Mesías vino para los pobres, que sufren y saben que solo cuentan con DIOS. A estos, JESÚS promete el Reino de los Cielos y la Consolación Plena.
Las otras tres; quinta, sexta y séptima, son una invitación a los seguidores a combatir seriamente la miseria y empeñarse en la construcción de la PAZ.
Es importante destacar que, si los discípulos de Cristo asumiéramos esa lucha contra la pobreza, opresión, sufrimiento e injusticia, y el mundo sería Renovado por el AMOR de DIOS. Ya que, el Reino de los Cielos se actualiza, donde se vive de acuerdo con la Justicia y el respeto al bien común, que es obra de DIOS.
Al confrontarnos con el texto, vemos como todos los que nos llamamos discípulos de JESÚS, estamos llamados a buscar que el Reino de DIOS Anunciado por Él, se haga presente en nuestro mundo.
Teniendo presente que el Reino de DIOS es el mundo pensado según DIOS, sin ambiciones y codicias, sin fronteras o discriminación, sin fanatismos ni fundamentalismo. Un mundo donde la siembra del AMOR sincero y desinteresado nos dé una cosecha abundante de «VIDA» en el que sea respetada, la dignidad humana y toda la creación.
Y es que, la justicia traída por JESÚS establece nuevos paradigmas de relación con los hermanos, con la Creación y con DIOS, ordenados por la Acción del Espíritu Santo que ha sido dado por el Padre.
Por eso es que, la Misión encomendada a cada creyente comporta sacrificios y renuncias, capaces de generar vida, y nada tienen que ver con sumisión, resignación o conformismo, sino con cristianos comprometidos, que nos convirtamos en líderes que ayuden al despertar de un pueblo, sumergido en el ostracismo y la desesperanza.
Es esa la actitud de la vida de los «Bienaventurados» que nos presenta el Evangelio según San Mateo: los empobrecidos, afligidos, desposeídos, que esperan de la comunidad de creyentes no solo caridad y lástima, sino Compromiso solidario, para mitigar sus carencias temporales, de comida y medicina. Y también que los ayudemos a recobrar su dignidad, a ejemplo de los limpios de corazón, los Misericordiosos y los que luchan por la Paz y la Justicia.
Señor JESÚS, danos la Gracia de permanecer siempre fieles a Tu Palabra, para que nunca nos apartemos del Camino de la verdadera Felicidad, y que el Espíritu Santo actúe en nuestras vidas, dándonos el don inapreciable de la «compasión» que nos mueve a actuar en favor de los otros. Amén.
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