“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a San Efrén. Diácono y Doctor de la Iglesia. Los antiguos lo llamaban «Arpa del Espíritu Santo». Tenía especialísima cualidad para escribir poesías, y San Basilio dice que era tal la estimación que los antiguos tenían por sus escritos, que después de las lecturas de la Sagrada Escritura, en varias iglesias se leía alguna página escrita por este santo. Nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año 306. Su muerte sucedió probablemente en junio del año 373.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo, capítulo 5, verso 17 al verso 19, en el que, JESÚS al presentarse como “la plenitud de la Ley”, más que pedir el rigor en el cumplimiento de la Ley, pide la acogida y la fidelidad a la Voluntad del PADRE. De esta actitud podemos concluir que el mismo JESÚS, más allá de tomar en serio su descendencia judaico-davídica, muestra que no existe una ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y que Su Encarnación es el cumplimiento pleno de la Promesa hecha por DIOS a los Patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob.
Darle plenitud a «la Ley» fue para JESÚS la única forma de generar los valores y actitudes para los cuales fue creada: el Servicio, la Justicia, el Amor, el Perdón, la Verdad. Y es que, las leyes fueron creadas para favorecer la convivencia humana y si esto no se cumple, todos ese andamiaje jurídico y ontológico, se corrompe, y terminan siendo objeto de manipulación a beneficio de unos y en detrimento de otros.
Y es que, la verdadera libertad que JESÚS vino a traer y el camino nuevo que Él nos vino a enseñar, que reconduce al hombre hacia DIOS, reconciliándose con los hermanos y con toda la creación, no significa ausencia de la Ley. Ya que, JESÚS no la abolió, sino que, la perfeccionó y la colocó en su debido lugar. Por lo que cada uno de sus seguidores, debemos ser cumplidores de la Ley, que nos hace más humanos, pero no esclavos de la ley ritualista o de apariencia, que nos aleja de DIOS y de nuestros semejantes.
Al confrontarnos con el texto, vemos como, la nueva Ley propuesta por JESÚS no quiere oprimir ni condenar. Más bien nos alienta a descubrir que, por medio del Espíritu Santo llegamos a ser verdaderos artífices de una vida que se renueva y aprende a ser mejor persona, día a día. E insiste, además, que hemos de ser capaces de sopesar lo permanente de lo transitorio, las glorias y vanidades humanas a lo Glorioso en DIOS, la letra de la Ley frente a la libertad y dignidad humana.
Si entendemos esto a cabalidad, nos permitirá ver la madurez en nuestra práctica evangelizadora y nuestra propia vida, como un itinerario de crecimiento. Ya que, es un proceso de conversión que exige nuestra adhesión libre a la voluntad de DIOS y nuestra correspondencia a Su AMOR Misericordioso. Y con la ayuda del Espíritu Santo nos capacitamos, personal y comunitariamente, para suscitar esa vida nueva en JESÚS, favoreciendo el encuentro con Él en la comunidad fraterna.
Y de esta manera podamos ejercitar una Misericordia que, traduce «la Ley» en paciencia y acompañamiento a los más débiles; una justicia que practica «la ley» de la igualdad, la dignificación y la defensa de la vida. Es un examen muy bueno para quienes en la Iglesia hemos puesto más énfasis al cumplimiento irrestricto de las normas y leyes más que al acompañamiento a los hermanos. Ya que, lo que realmente nos invita a vivir, el Maestro, es a tener una experiencia más auténtica de Fe y de comunión con DIOS, que nos haga capaces de vivir para los demás, amándonos y respetándonos mutuamente.
Señor JESÚS, concédenos Tu Bendición y Tu Gracia, para que, con la plenitud de Tu Espíritu Santo, podamos discernir Tu voluntad, dándole fiel cumplimiento a Tu Ley y a Tus Mandamientos. Y al ser fieles colaboradores de Tú proyecto de Vida, ayudemos en la transformación del mundo, desde sus problemas cotidianos. Amén.
Luis Perdomo
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