En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan.

En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Reflexión del Evangelio

La Iglesia universal celebra hoy, el miércoles de la imposición de la ceniza, con el cual damos el inicio del tiempo de Cuaresma, cuyo sentido bíblico significa arrepentimiento, perdón y Conversión, que va acompañado de la expresión: «Convierte y cree en el Evangelio».

Su objetivo es Configurarnos con Cristo para dar cumplimiento a Su Mandamiento del Amor. Tal como lo señaló el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma para este año 2024, «el amor a Dios y al prójimo es un único amor.

No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan.

Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará.

Observación de las prácticas

En la liturgia del día meditamos los textos: Jl 2,12-18; Sal 50; 2Cor 5,20-6,2; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo, capítulo 6, del verso 1 al verso 18. en el que se presenta la manera correcta de observar las tres prácticas de piedad: limosna, oración y ayuno, sobre los que se asienta la fe del pueblo de Israel y la del nuevo pueblo de DIOS, que es la Iglesia de JESUCRISTO.

Por eso es que hoy el Maestro, nos enseña cómo deben asumir estas prácticas por los que nos consideramos sus seguidores.

De allí que en el Evangelio de Mateo se nos advierte a no vivir una religiosidad de la mera apariencia, para que los demás los vean o para creernos superiores.

Nos exhorta a vivir una espiritualidad en lo concreto de la vida, viviendo estas prácticas de piedad, desde la perspectiva de JESÚS, en la que nuestro ayuno sea para que lo vea DIOS, que nuestra oración sea para que la escuche DIOS y que nuestra limosna solo la vea DIOS y nuestro PADRE que ve en lo secreto nos recompensará.

Es oportuno destacar que las prácticas cuaresmales del ayuno, la oración y la limosna tienen una rica tradición bíblica y teológica. Y que el ayuno al que apelan los profetas es para dejarnos tocar por la Misericordia y el Perdón del Señor.

Lo que pide el salmista: «Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con un espíritu firme» (Sal 51(50),10). En este sentido, el ayuno no es solo dejar de comer alimentos externos, es aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con el mundo que nos rodea.

Conversión

Al confrontarnos con el texto, vemos que, la llamada de la Conversión, que se nos hace al inicio de este tiempo de la Cuaresma no se puede reducir a un simple recordatorio de una práctica ritual, o a un acto de tradición de nuestra comunidad eclesial.

Es algo más, se trata de un tiempo de preparación para Encarnar el misterio Pascual en nuestras vidas, en el que antes de degustar el Acontecimiento de la Resurrección de JESÚS, tenemos que previamente compartir Su Pasión y Su Muerte, observando las prácticas de piedad, para ponerle un “freno” a nuestras ambiciones, pasiones y emociones.

Por eso es que la oración, el ayuno y la limosna, no puede ni debe ser en absoluto una vitrina donde se exhiban nuestras vanidades. Si no la vivencia del Mandato que nos da Nuestro Señor JESUCRISTO «Hazlo en lo secreto y tu Padre que está en lo secreto, te recompensará».

Ya que ese mandato es una llamada para que tengamos una Fe adulta, en el que los grandes beneficiados somos nosotros, y en el caso de hacer caso omiso y empeñarnos en hacer estas prácticas de manera públicas, tendríamos que preguntarnos: ¿no será que en el fondo no estoy muy seguro en Aquel que ve en lo secreto?

Señor JESÚS, que este tiempo de Cuaresma sea un tiempo propicio, una nueva oportunidad, para entrar en silencio y con discreción desenmascarar nuestro yo egoísta, para reubicar nuestra vida desde los valores del Evangelio, que Tú nos enseñas.

Amén.

Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana

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