En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.» Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.
Reflexión del Evangelio
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a Santa Ester o Esther. El libro de Ester contiene una de las más emocionantes escenas de la Historia Sagrada, ya que Esther es un personaje bíblico: reina de Persia e intercesora del pueblo judío, al que salvó del exterminio. Y es una prefiguración de la Virgen María como auxilio del Pueblo de DIOS.
Y en la liturgia diaria meditamos los textos de: Am 2,6-10.13-16; Sal 49; y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 8, del verso 18 al 22.
En el que Evangelista nos dice que después de haber realizado muchas sanaciones, había un gran número de personas que corrían tras JESÚS, ávidos de oír sus enseñanzas y de hacerse sanar por Él, por eso, manda a sus discípulos a ir a la otra orilla. Pero al llegar a la otra orilla se presentan dos personas, que el hagiógrafo nos los presenta como dos proyectos de seguimiento, un maestro de la Ley y otro que era seguidor de JESÚS.
Al maestro de la Ley, JESÚS respondió: “Los zorros tienen guaridas, y los pájaros del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reposar la cabeza” (Mt 8,20).
Y al otro que era seguidor Suyo le dice: “Sígueme y deja que los muertos sepulten a sus muertos” (Mt 8,22). Esto muestra que seguir a Jesús no es fácil. Exige coraje y espíritu de sacrificio. Exige dedicación total.
Por lo que podemos decir que en este pequeño texto JESÚS, nos ofrece unas instrucciones precisas y las condiciones necesarias, para quien quisiera seguirlo como discípulo. La primera es estar dispuesto a enfrentar y compartir la dureza de su vida de predicador errante y su absoluta pobreza.
La otra exigencia, tal vez más difícil que la primera: poner los intereses del Reino de DIOS por encima de todas las preocupaciones personales, como también de los afectos familiares, con dedicación plena.
Es que el discípulo de JESÚS, ya sea laico o consagrado, está llamado a ser una mujer o un hombre de misericordia y compasión, cercano a su semejante y servidor de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades.
Tal como lo señala el Documento de Aparecida desde el numeral 192 al 197, en el que enumera una serie de desafíos que se le presentan al discípulo de hoy y que van desde una «identidad teológica», pasando por la cultura actual y por los aspectos vitales y afectivos.
Al confrontarnos con el texto, vemos que se nos presenta una instrucción bien clara y firme, cuyo meollo es la Radicalidad del Seguimiento, de todos aquellos que nos llamamos o queremos ser seguidores de JESÚS. Ya que ir con JESÚS a la otra orilla del lago, es ir con el Maestro desde las seguridades a las inseguridades, desde las certezas a los riesgos.
Es lo que puede apreciarse en el ejemplo del letrado, que es confrontado en su vida misma, puesto que seguir a JESÚS, implica despojarse de las rígidas estructuras del poder que acaparan su mente y su corazón que conlleva su condición de líder religioso.
En el segundo ejemplo, el discípulo manifiesta su disposición para el seguimiento, pero solicita una dispensa por los compromisos personales, a él también JESÚS les da una respuesta contundente, por lo que lo invita a romper con sus afectos personales que no le permiten ser libres para el seguimiento.
Por eso es que la invitación que JESÚS nos hace hoy, a todos aquellos que queremos ser unos auténticos Testigos de Su Buena Noticia, a que asumamos el compromiso de manera libérrima, y estando claro que ello significa renunciar o tomar distancia de todo aquello que nos distraiga nuestra Misión.
Ya que la Radicalidad en el seguimiento de JESÚS, nos hace entrar en una permanente confrontación con los apegos materiales y sentimentales, que nos hace ir a la otra orilla del lago, como el lugar de la Misión a la que el Maestro nos invita.
Señor JESÚS, Danos la Fuerza de Tu Espíritu, para poder renunciar a nuestras comodidades y apegos, y entender claramente que quien quiere ser Tu discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar la cruz de cada día, demostrando una entrega total en el seguimiento.
Amén.
Luis Perdomo
Animador bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana
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