“En aquel tiempo Jesús llamó a sus discípulos y a toda la gente y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo? ¿Qué podría dar para rescatarse a sí mismo? Yo les aseguro: Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles.» Y les añadió: «En verdad se lo digo: algunos de los que están aquí presentes no conocerán la muerte sin que ya hayan visto el Reino de Dios viniendo con poder.»

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia Universal celebra la fiesta, entre otros santos, en honor a los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de María: Bonfilio, Bartolomé, Juan, Benito, Gerardino, Ricovero y Alejo. Siendo mercaderes en Florencia, se retiraron de común acuerdo al monte Senario para servir a la Santísima Virgen María, fundando una Orden bajo la Regla de San Agustín, aprobada por la Santa Sede en 1304. Son conmemorados en este día, en el que falleció, ya centenario, el último de ellos, Alejo, en el año 1310.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Marcos del verso 34 del capítulo 8, al verso 1 del capítulo 9. En el que JESÚS, da un mensaje bien claro y sin rodeo a todos aquellos que decidamos seguirlo: “el que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.

Ya que, para seguir a JESÚS, no es suficiente con el ver o entender el Misterio de la Buena Nueva, es necesario también el hacer, el actuar a favor de la justicia tal como lo hizo el Maestro. Por lo que es necesario perderse a sí mismo, como Abraham, que, siendo ya viejo, partió hacia tierras extrañas; como Moisés, que aceptó ser jefe de un pueblo irresponsable y duro de corazón; como María, que entró por un camino tan singular, poco comprensible y corriendo el riesgo de ser lapidada por adúltera, por los legalistas y “puros” de ayer y de hoy, son esos ejemplos los que tenemos que cotejar para ver cómo anda nuestro compromiso cristiano.

Importante es destacar que en el tiempo en que JESÚS, vivió Su Vida terrena, la Cruz significaba la pena de muerte que el imperio romano imponía contra los que atentaban contra sus intereses políticos o económicos. Tomar la Cruz y seguir a JESÚS, significaba asumir las posturas y denuncias del Maestro contra las injusticias y las opresiones, por lo que era seguro seguir Su propio destino, es decir morir crucificado.

Al confrontarnos con el texto vemos que la Cruz no puede ser vista como un simple símbolo ceremonial o un amuleto de conveniencia, sino como un Signo de Restauración, en la que el Señor de la Vida Vence a la Muerte, para regalar Vida Abundante a todos aquellos que decidan acogerse a Su Mandato de AMOR. Y con la que hay que luchar por la inclusión de todos los marginados por distintas causas, y tratar a todos con la dignidad de seres humanos que nuestro Creador nos ha regalado, teniendo presente que en esa lucha se pone en riesgo la existencia de esta vida terrena.

Y es que las Palabras de JESÚS son radicales, ya que no se puede tener vergüenza, ni dudas, ni cálculos, a la hora de asumir el Seguimiento a Su Proyecto de Vida. Pero también da una Luz de Esperanza y de Consuelo a Sus Seguidores: “no todos sufrirán la muerte antes de ver el Reino de DIOS” (Mc 9,1). Por lo que nos exhorta a deshacernos de esta existencia provisoria, de intereses y de ambiciones desmedidas para poder Renacer de la Fuente del Espíritu de DIOS, y construir la “Civilización del AMOR”, donde todos seamos tratados con la misma dignidad de ser hijos de DIOS y hermanos entre nosotros.

Señor JESÚS, danos la fuerza necesaria para cargar con el dolor ajeno, con las lágrimas del otro, con la postración de la mayoría. Y de esa manera Configurarnos Contigo, en Tu Empeño de construir un mundo donde impere la justicia y la fraternidad.

Amén

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