GABRIEL GEBRAN

Soñaba con ser piloto, pero la vida tenía otros planes para Gabriel Gebran. Nació artista y se tituló como arquitecto, sin embargo, el destino, lo convirtió en pastelero.

«No lograba entender cómo mi sueño se había desvanecido en el tiempo hasta que me di cuenta de que la vida solo había creado una abstracción de él”, dijo Gebran, quien ahora como pastelero viaja por todo el mundo buscando impregnarse de sus costumbres, aromas y sabores.

«Me he convertido en el capitán de un vuelo donde viajarán seguros con destino a la mejor pastelería basada en años de experiencia», añadió.

Nació en la cálida tierra de Ciudad Guayana, de padres libaneses, ha forjado un camino muy particular lejos de su natal, que lo han llevado a pasar desde diseñar espacios habitables hasta la creación de obras de arte comestibles.

Paso por la pintura

En su profesión, Gabriel se dedicó a las remodelaciones de apartamentos de usando un concepto llamado ‘llave en mano’ en la isla de Margarita, actual residencia del pastelero.

«Hasta 1999, yo ejercía como arquitecto y diseñador gráfico. Tenía mi oficina, donde llevaba a cabo mis proyectos», contó.

«No proyectaba edificios, sino que remodelaba apartamentos de los turistas que venían a Margarita a comprar», prosiguió.

Gabriel explicó que este método era un sistema que funcionaba para aquella época, se trata de que «yo agarraba el apartamento en blanco –vacío– y me daban la potestad de decorar con muebles, habitaciones, acabado, todo. Luego venía la persona y yo le entregaba su llave. Eso era mi especialidad».

A pesar de tener un negocio prospero, la crisis que arropó a Venezuela en el 2000 obligó al arquitecto a cerrar su oficina, «toda la construcción se paralizó».

Esta situación hizo que el arquitecto estuviera desempleado, no obstante, esto no lo desanimó y comenzó a desarrollar otras de sus pasiones: la pintura.

Gebran cuenta que desde muy pequeño ha pintado, incluso ganó un concurso infantil, organizado por la Siderúrgica del Orinoco (Sidor).

El arquitecto canalizó su creatividad y comenzó hacer cuadros de la Virgen del Valle, recibiendo gran aceptación por el público.

«A la gente le gustó mi trabajo que comenzaron a comprar y allí me percaté de que había aceptación y empecé a producir serigrafías. Vendí durante mucho tiempo», expresó.

Giro inesperado: de la arquitectura a la pastelería

Gebran continúo vendiendo su arte hasta que un encuentro con su amigo Raúl, que también se dedicaba a la arquitectura, dio a su vida un giro completo.

«Un día voy al cine y me encuentro a un amigo que vive en Nueva York, arquitecto también, me preguntó ‘¿Cómo estaban las cosas?’, y ‘¿Qué estaba haciendo?'», detalló.

Ante estas interrogantes, Gabriel le cuenta a su amigo que tuvo que cerrar su oficina por la crisis.

Al enterarse de la situación, Raúl le sugiere incursionar en la gastronomía, específicamente en la pastelería, destacando su talento artístico.

«Gabriel yo estudié contigo, eres muy buen artista y arquitecto. Aquí hay una necesidad gastronómica y yo creo que si te vas por el mundo de la pastelería, tú puedes tener éxito», fueron las palabras de su amigo en aquel encuentro fortuito.

«Luego que él me dice eso, nos despedimos y la conversación quedó allí», apuntó.

Inicio de su formación en la pastelería

Para la sorpresa de Gebran, al día siguiente tenía un correo electrónico de Raúl, donde le dio un obsequio que le cambiaría la vida: un curso intensivo de pastelería francesa básica en París con una duración de un mes de los postres básicos galos como profiteroles, santo honoré, entre otros.

«Empecé a hacer ese curso a las 4 de la mañana, hora de Venezuela, agradeciéndole a él ,por supuesto», relató Gabriel.

Tras finalizar el curso, abrió su primera página de postres llamada ‘ArchiCakes’, donde fusionó su identidad como arquitecto con su nueva pasión. «No quería perder mi identidad de arquitecto», añadió.

En este período, su primera creación se trató de una torta de profiteroles. «Una señora me dice si la torta estaba disponible y le respondo que sí. La señora me la compró», cuenta.

Un mes y medio después, volvió a vender la misma torta a todos los familiares de su primera clienta. «Ahí fue donde yo empecé”, puntualizó.

Consolidación de su trabajo

«Ya sintiéndome muy seguro de que era una pasión para este nuevo trabajo. En 2018, en plena escasez de ingredientes en Venezuela, decido irme a hacer un máster en Córdoba, pero lo hice desde el Líbano, ya que, tenía un apartamento allá y no iba a generar muchos gastos y el máster era muy caro», explicó.

El máster, que duró dos años, se especializó en la pastelería creativa francesa, la que actualmente se dedica Gabriel.

«Ellos tenían varias opciones, pero me dediqué a la creativa porque quería aprender la disciplina, pero que siempre hubiese un toque artístico dentro de la creación y no queda en lo antiguo», siguió.

En medio de la pandemia, regresa a Venezuela y funda su marca ‘Caramel Venezuela’ con una destreza y seguridad profesional, que a su juicio, no poesía.

Estética como sello personal

Al inicio de esta faceta, Gabriel Gebran pensó en cuál sería su estilo, «yo necesitaba que la gente me reconociera con un sello personal y ese sello para mí tenía que ser estético», por ello, que en su trabajo la estética es lo fundamental.

Si bien, él tenía claro que el sabor lo era lo más importante «pero ya para mí estaba garantizado».

A partir de ese punto, Gebran se preguntó ¿Cómo capturaba yo a la gente cuando no podías darle a probar por las redes sociales?

Sin una tienda física, Gabriel modificó su oficina de arquitectura en su estudio de pastelería, un espacio donde la creatividad fluye.

En este lugar, Gabriel fusionó su antigua profesión con, ahora con esta nueva pasión, para darle esa imagen estática.

«No quería que la arquitectura quedara por fuera», enfatizó, al mismo tiempo, reveló que se inspira mucho en la naturaleza.

Por ello, buscó la manera de conjugar las formas y volúmenes pitagóricos con la estética de la naturaleza, aunque lo consideraba complicado.

«Jugando con esos elementos haciendo pequeños modelos hasta que empezó gustarme y poco a poco comenzaba a ver ahí y dije ‘si esto es un poco lo que soy'», narró.

Esta fusión dio origen a un estilo único que, según Gabriel, si le gusta a él, les gustará a sus clientes.

Arquitectura y pastelería: ¿Similares o diferentes?

Al ser preguntado sobre sus diferencias y similitudes, Gabriel destacó que «tanto la arquitectura como la pastelería son artes efímeros».

En caso de la arquitectura «se consume con los ojos», es decir, «se digiera visualmente», por su parte, «un pastel, aunque se come, su belleza visual también es una experiencia que perdura».

Mientras que las diferencias son más notables entre ambas profesiones. «En la arquitectura las variables para poder diseñar un proyecto no son las mismas que en la pastelería», apuntó.

La arquitectura está sujeta a normas y parámetros técnicos. «Cuando diseñas un proyecto, debes tomar en cuenta las variables, básicamente, funcionales. Puedes tener un edificio bello, un espacio bello, pero si no es funcional, eso no sirve».

Por otro lado, tienes la manera de pensar «en cómo crear ese proyecto que es muy técnico y racional».

«Sus variables son llevadas por una escala métrica, además de las normas y parámetros sanitarios, de instalación, entre otros».

En cambio, la pastelería no se rige por normativas estrictas. «Tiene su lado, donde su parte técnica son las variables químicas y físicas», sin embargo, «su forma de moverse dentro del mundo de la creación es más libre».

Básicamente, «la única norma que existe es el perímetro de la torta como la pide el cliente, si la quiere cuadrada o redonda, de tres pisos, un solos o son para 60 personas», siendo «su forma de creación más expansiva que la de la arquitectura».

Inspiración de Gabriel y su aplicación en la pastelería

Como lo mencionó anteriormente, Gabriel busca su inspiración en la naturaleza, a pesar de vivir en la isla de Margarita, muy poco va a la playa, pues prefiere sentarse en el jardín de su casa los domingos a visualizarlo.

«Hay momentos que estoy observando en detalle muchas cosas que tienen que ver con la naturaleza», comentó.

«Un día, vinieron unos amigos para hacer una pasta y me mandaron a cortar la hoja de albahaca».

El padre de Gabriel tenía un conuco en su casa –donde vive hoy en día el pastelero– «tenemos de todo: ají, patilla, parchita, limón y albahaca».

Al buscar la hoja «me di cuenta de que esta no crece sola, sino que crece como un trébol y luego se expande».

Esta experiencia le sirvió para un pedido que era una torta con flores de mazapán con temática primaveral.

«Ese detalle me quedó grabado y lo tomé para plasmarlo ese pedido y quedó espectacular», aseguró.

Desde entonces, al momento de que un cliente le solicite algún pedido por redes sociales, Gabriel ya visualiza la estética como la persona la desee.

¿La estética o el sabor?

Para Gabriel, el sabor es más importante a pesar de que su identidad está más ligada la estética.

«A la estética le doy un 7 y al sabor un 10», argumentando que el ser humano experimenta la pastelería de manera sensorial, «comenzado por el olfato, luego la vista y finalmente el gusto».

«La estética atrae a la persona a tu trabajo, pero el sabor es la conclusión que válida la belleza del producto», sentenció.

Desafíos al cambiar de profesión

Su mayor desafío fue adiestrar el cerebro para dejar de pensar como arquitecto.

«Continuamente pensaba como arquitecto y no podía ser un pastelero con un cerebro arquitectónico», dijo.

Gabriel cuenta que tuvo que adiestrarlo para que su cerebro entendiera que ahora iban a diseñar cosas comestibles y «necesitan una forma de pensar efímera».

Acostumbrado a la perdurabilidad de la arquitectura «tuve que adaptarme a la naturaleza efímera de la pastelería», donde existe la preocupación por la consistencia de una crema o la estabilidad de un caramelo es constante.

Gebran confesó que duró unos años para que su mente se adiestra a esta nueva manera de pensar.

«Fue un reto difícil, pero mi cerebro entendió que todo lo que yo visualizaba tenía que ser diferente», apuntó.

Satisfacciones en la pastelería

Pese a que seguir identificándose como arquitecto, Gabriel Gebran explicó que ha encontrado una profunda satisfacción en la pastelería.

En primer lugar, lo que más le gusta de esta profesión es «preparar algo con amor para que la gente lo disfrute».

Al mismo tiempo, añadió que en la arquitectura era imposible saber si algún cliente le gustaba o no el espacio que había diseñado para él «aunque yo hiciera mi trabajo con amor y pudiera ver al cliente disfrutando de su casa, apartamento o espacio, yo nunca me enterraba».

En cambio, en la pastelería «si, porque tiene algo que cuando tú le vendes una torta a alguien, siempre vas a recibir un ‘feedback'».

Otras de las cosas que le brindó la pastelería fue poder continuar con su vida artística.

«No se cortó, sino que tiene una gama artística para desarrollar hechos tortas que inclusive parece un cuadro de Kandinsky», explicó, permitiéndole a Gabriel seguir estudiando el arte y la cultura «esto es mi mundo y es algo que me encanta».

Para cerrar, mencionó que lo que más ama de esto son los aromas. «Me encanta trabajar y oler a vainilla, a naranja, a limón, a almendra», confesó.

«Todos los aromas de la pastelería que me rodean es una cosa que amo porque pareciera que estoy trabajando en una dimensión perfumada», siguió.

Disciplina y organización

Otras de las cosas que le ha enseñado la pastelería a Gabriel es la disciplina y la organización.

«Yo como arquitecto no era ordenado, pero la pastelería me dio eso, la disciplina», contó, alegando que en los pasteleros «debe ser siempre impecables», tener un cuidado completo «siempre estar perfectamente punta en blanco».

Además, agrego que la emocionalidad también afecta la realización de un postre. «Tienes que estar bien tú emocionalmente para que ese producto reciba la energía».

Para cerrar, Gabriel aconsejó aquellas personas que deseen emprender en el ámbito pastelero, principalmente estudiar y formarse, pues «quien no estudia esta profesión y va a hacer galletas mirando tutoriales no funciona», argumentando que «entramos en una fase de emprendedores empíricos y estos no nos llevan a ningún lado, pues, solo están experimentando».

En segundo lugar, enfatizó en que «esta profesión todos los días hay que levantarse con pasión al 100 %, debido a que «es agotadora», además que requiere «mucha dedicación, paciencia y atención» a los detalles para lograr un producto de calidad.

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