“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Toda rama que no da fruto en mí, la corta. Y toda rama que da fruto, la limpia para que dé más fruto. Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado, pero permanezcan en mí como yo en ustedes. Una rama no puede producir fruto por sí misma si no permanece unida a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí, no pueden hacer nada. El que no permanece en mí lo tiran y se seca; como a las ramas, que las amontonan, se echan al fuego y se queman. Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán. Mi Padre es glorificado cuando ustedes producen abundantes frutos: entonces pasan a ser discípulos míos”

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana, Venezuela

La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta entre otros santos en honor a San Juan de Ávila. Nació en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, España el 6 de enero de 1500.  Fue un sacerdote y escritor ascético. Una de sus cualidades más admirables era su gran humildad. A pesar de sus brillantes éxitos apostólicos, siempre se creía un pobre y miserable pecador. El 10 de mayo del año 1569, diciendo «Jesús y María» murió santamente. Fue beatificado en 1894 y el Papa Pablo VI lo declaró santo en 1970.

En la liturgia del día meditamos los textos: Hch 15,1-6; Sal 121 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Juan, capítulo 15, del verso 1 al verso 8. en el que JESÚS, comparte con sus discípulos la parábola de la vid. El Maestro retoma una figura bíblica muy conocida por los judíos, pero le cambia su sentido original, como ya lo hizo hablando del buen Pastor. Recordemos que la viña era la figura del pueblo de Israel, plantada de cepas escogidas, cuidada por el Señor, y que debía producir frutos de justicia. Por eso es que, al calificarse JESÚS, así mismo como la “Vid Verdadera”, nos hace percibir el Rechazo de DIOS a la “Antigua Vid”.

Y al Encarnarse JESÚS, pone fin a esta etapa de la historia, en que el Reino de DIOS se identificaba con el pueblo judío. Porque la otra vid, aunque ha sido fiel a las prácticas cultuales y rituales, ha dejado de lado el derecho y la justicia. Por eso es que JESÚS anuncia el inicio de una Nueva experiencia Religiosa, caracterizada por la vuelta al DIOS-PADRE-VIÑADOR y su Permanencia en Él. Y esa Permanencia es garantía de Frutos abundantes por Su Causa y para la vida de sus hermanos.

Puede decirse entonces que, con la Encarnación de JESÚS, echó sus raíces la VID VERDADERA, de nuestra Santa Madre Iglesia, ya que Cristo es el Tronco del que salen las ramas, es decir, todos nosotros que vivimos por Él. Y si los que nos llamamos sus seguidores queremos dar frutos tenemos que estar adheridos al PADRE y al HIJO, a través de la práctica de la justicia y del servicio tal como lo hizo JESÚS en Su Vida terrena. 

Al confrontarnos con el texto vemos que como siempre el Maestro no se anda con rodeos, por lo que nos hace una advertencia bien dura y tajante: “El que no permanece en mí lo tiran y se seca; como a las ramas, que las amontonan, se echan al fuego y se queman” (Jn 15,6). Y es que, si no se vive como Él haciendo la Voluntad del PADRE, practicando Sus Obras de Misericordia, nuestras vidas se volverán estériles e inútiles para la Causa del Reino por lo que seremos apartados de Su lado.

Por eso es que, así como los sarmientos deben de estar unidos a la Vid, para que den fruto abundante, así también cada uno de los que nos llamamos seguidores de JESÚS, tenemos que estar unidos a Él por medio de la oración, leyendo y meditando la Sagrada Escritura y alimentándonos con el Pan de la Eucaristía, y en un discernimiento profundo, asumir la tarea de ser sus Testigos en los distintos lugares donde interactuemos con nuestros semejantes, sirviéndoles y amándolos tal como nos los pide nuestro Señor.   

De allí que hoy sea el día para preguntarnos: ¿me siento estrechamente unido a JESÚS? ¿estoy dando los frutos que el PADRE espera de mí? ¿estoy colaborando para que otros hermanos, también den frutos sanos para el crecimiento del Reino de DIOS? ¿a la luz de esta Palabra, que actitudes nuevas debería asumir para mejorar la producción de frutos, tal como me lo pide mi Señor JESÚS?

Señor JESÚS, concédenos la Gracia de Amar, como Tú nos Amas, para que podamos dar fruto, en nuestro mundo cada vez más vez más urgido de Tu AMOR y de Tu Misericordia.

Amén

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