“En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»  Él les dijo: «¿por qué son tan cobardes, hombres de poca fe?»  Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»  

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos en honor al Beato Pier Giorgio Frassati, nació el 6 de abril de 1901 y murió en Turín el 4 de julio de 1925. Unos días antes había escrito: «En este mundo que se ha alejado de Dios falta la paz, pero falta también la caridad, o sea el amor verdadero y perfecto. Quizá si San Pablo fuese escuchado por todos nosotros, las miserias humanas serían un poco disminuidas». Juan Pablo II lo beatificó el 20 de mayo de 1990. Lo denominó «el hombre de las ocho bienaventuranzas, y es el Patrono oficial de las Jornadas mundiales de la juventud»

En la liturgia del día meditamos los textos: Gen 19,15-29; Sal 25 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo capítulo 8, del verso 23 al 27, en el que se narra el episodio de la Barca sacudida por la tempestad, y en el que se conjugan dos aspectos bien marcados. Por un lado, la Autoridad de JESÚS y por el otro lado, la prueba de Fe que tienen que afrontar los discípulos de todos los tiempos, como parte de las exigencias de su seguimiento.

JESÚS, les recrimina a sus seguidores su poca Fe, expresada en su miedo ante la fuerte tempestad, y la turbulencia de las aguas que amenazaba con hundir la barca. Ya que, ellos han visto al Hijo del Hombre enseñando con más autoridad que los maestros de Israel, sanando enfermos y expulsando demonios, por lo que es lógico inferir que también tiene jurisdicción sobre la naturaleza. Y por eso interpela a sus discípulos por sus miedos, ya que si lo han visto haciendo todas esas cosas lo más lógico es tener la confianza y la seguridad de que si lo tienen a su lado Él sabrá protegerlos.

De allí que con una narración cargada de simbolismo el evangelista advierte a la comunidad cristiana sobre los peligros que hay que afrontar por ser parte de un Proyecto transformador como el de JESÚS. Porque los que soñamos con hacer presente el Reino de DIOS debemos enfrentar con valentía las persecuciones, no dejándonos atrapar por el miedo, la desesperanza o la falta de Fe. Y la imagen de la barca sacudida por la tormenta, es una invitación que se le hace a la comunidad, a estar preparada para hacerle frente a las amenazas terrenales y espirituales.

Al confrontarnos con el texto y ver la fragilidad de nuestra Fe, que se tambalea ante las dificultades y que es sumamente vulnerable ante las propuestas del mundo, y muchos de nuestros comportamientos y reacciones, desdice mucho de nuestra condición de ser un verdadero seguidor de JESÚS. Por lo que se hace urgente e imperativo volver a la Enseñanzas y a los Mandatos que nos da JESÚS, para tener un real y auténtico comportamiento cristiano, que sea expresión de la maduración de nuestra Fe.

También nos confronta la actitud de JESÚS, que ante tantas emergencias dormía como si estuviera ajeno a lo que estaba pasando. Y nos confronta porque pareciera que esa es la percepción que tenemos cada vez que estamos presionados por los problemas, exclamamos como el Salmista: ¡Dios mío, Dios mío, ¡porque me has abandonado! (Sal 22,2) Sin ponernos a pensar que no es abandono, si no la exigencia de Él para que tengamos una Fe madura y tener la suficiente confianza de que por muy difícil que sea la situación y Él siempre está con nosotros para ayudarnos.

Por eso es que hay que volver a JESÚS y a Sus Palabras, despertarlo para que nos ayude a afrontar las turbulencias del mal, de los proyectos generadores de pobreza y de injusticia. Acerquémonos entonces con humildad al Maestro y supliquémosle para que nos de la fuerza necesaria, con las que podamos superar las tormentas y los miedos que amenazan nuestra Fe y no ceder ante propuestas que desnaturalizan al ser humano. 

Señor JESÚS, Tú sabes que somos débiles, que le tememos a la tempestad, y a las amenazas físicas y espirituales de nuestras vidas, por eso queremos pedirte la fuerza para asumirlas como una puerta para encontrarnos Contigo, y descubrirte caminando a nuestro lado en cada uno de nuestros temores y vicisitudes.

Amén

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