Quito.- El presidente de Ecuador, Lenin Moreno, pone fin este viernes a una visita de cinco días a EE.UU. en la que ha tratado de afianzar las relaciones con la nueva Administración de Joe Biden, ante la inminencia de unas elecciones que podrían generar un nuevo distanciamiento, pues dependerá del vencedor.
Moreno, que en su haber tiene entre sus políticas más exitosas el acercamiento a Washington, del que ha obtenido masivo apoyo político y financiero en 2020, buscaba «consolidar los estamentos de cooperación, entablar alianzas en materia comercial y económica, y fortalecer las relaciones con EE.UU.», según la Presidencia.
EL GOLPE DE TIMÓN
Un fortalecimiento que se enmarca dentro del golpe de timón que dio hace tres años en política exterior, alejando a Ecuador de los regímenes del denominado Socialismo del Siglo XXI, como los de Venezuela o Cuba, y propugnando una diplomacia más pragmática, en particular con el que es en definitiva su principal socio comercial.
Pero se trata de una alianza gestada durante la Administración Trump, a quien llegó a visitar en la Casa Blanca (primera vez que un mandatario ecuatoriano lo hacía en tres décadas), por lo que Moreno no ha tardado en regresar a la capital estadounidense en su sexto viaje al país, para apuntalar los cimientos ante el nuevo Gobierno.
EE.UU. sabe que cuenta con Ecuador como «un amigo para construir las mejores condiciones posibles» en el continente, aseguró a Efe durante esta visita el secretario general de Gabinete de la Presidencia, Juan Sebastián Roldán.
Expresó su esperanza de que la amistad entre ambos «se mantenga» y «continúe siendo la relación con un socio cercano, con un amigo».
En su último día de periplo, Moreno obtuvo del Comité de Relaciones Exteriores del Senado una importante resolución que reafirma «la asociación», y reconoce el restablecimiento y avance de las relaciones económicas, de la seguridad y oportunidades comunes de desarrollo.
NO TAN ABRUPTO COMO CON CORREA
Pero Moreno, que dejará la Presidencia en mayo, es consciente de que el futuro de esta relación bilateral, que ha representado para su país más de 7.000 millones de dólares en préstamos por parte de organismos internacionales y 3.500 millones del propio EE.UU., depende en gran medida del ganador de los comicios del próximo 7 de febrero.
El centroderechista Guillermo Lasso asegura que fortalecerá la alianza, pero del correísta Andrés Arauz se espera que adopte cierto distanciamiento, en línea quizá con su mentor político Rafael Correa (2007-2017).
Paradójicamente, analistas consultados por Efe no prevén una ruptura abrupta y recuerdan que Arauz viene de una clase media académica, habla inglés y ha estudiado en una universidad de EE.UU., donde conserva numerosos amigos.
«Un gobierno de Arauz puede que replanteara algunos términos de los acuerdos (con los multilaterales y EE.UU.) pero no los eliminaría totalmente, solo los modificaría», dijo a Efe César Ulloa, politólogo de la UDLA.
En tanto que Daniel Kersffeld, investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina, y que acompañó al correísmo en la pasada campaña electoral de 2017, prevé cambios de alcance meramente regional.
«Si llegara a la presidencia Arauz, podría haber un cambio regional cercano a México. Podría haber un proyecto de volver a recrear la Unasur, (pero) con otro sentido y estructura», valoró al recordar el doctorado que el candidato cursaba en la UNAM.
El propio Arauz indicó en una entrevista con Efe que no cumplirá las condiciones pactadas con el FMI, aunque por otro lado, dijo tener un estrecho vínculo con colaboradores del entorno de Biden.
LAS CLAVES DE EE.UU.
De lo que no parece haber duda es de que EE.UU. no será el que rompa la alianza, porque responde, según las fuentes consultadas, a «intereses nacionales genuinos» con pleno consenso entre demócratas y republicanos.
En sus valoraciones ven a «China», «Venezuela» y el «narcotráfico» como claves de la masiva asistencia estadounidense, abriendo puertas a Ecuador en organismos internacionales y farmacéuticas, facilitando la entrada de productos ecuatorianos, ayudando a lidiar con la pandemia, y con cuantioso equipamiento de seguridad para la lucha contra la droga.
«Es por un tema de geopolítica. Para EE.UU. es muy importante. Perder la base de Manta (en 2009) fue para ellos una pérdida importantísima en su combate al narcotráfico. Y tener mayor espacio alrededor del control en las Islas Galápagos en términos navieros es importante», recordó Santiago Basabe, polítolo de la FLACSO.
En juego entran también el interés de alejar a China de Latinoamérica -por ejemplo, mediante la reciente concesión de 3.500 millones de crédito-, y que Ecuador no caiga en una situación como la de Venezuela, por el impacto que tendría.
«China es uno de los pocos temas que tiene creciente apoyo bipartidista en EEUU, por lo que volcarse con Ecuador es algo que tuvo amplio apoyo, a pesar de que no se avanzó lo suficiente con el Tratado de Libre Comercio», destaca Guillermo Zubillaga, director senior y encargado de la Zona Andina en el think tank estadounidense AS/COA.
Para este analista, la grave crisis financiera que arrastra Ecuador desde 2019 tenía visos de convertirse en «una posible repetición de la crisis venezolana, con descontrol de gasto y una necesidad de acudir siempre a China» en busca de financiación.
De una forma u otra -coinciden los expertos-, EE.UU. ha puesto toda la carne en el asador en su relación con Ecuador, una apuesta que pende ahora de la última palabra del votante ecuatoriano.
Elías L. Benarroch EFE
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