Jerusalén.- El más reciente enemigo de Israel no tiene nombre, afiliación política ni armamento, sino tres rayas de color negro, blanco y verde, un triángulo rojo y un enorme peso simbólico. La bandera palestina ya es hoy habitual motivo de represión policial y pronto podría incluso convertirse en ilegal.
A mediados del mes pasado una nueva guerra se desató entre israelíes y palestinos. Una guerra sin muertos y con pocos heridos, tan vieja como el conflicto mismo y que más que territorio se disputa presencia simbólica.
El primer gran incidente de este conflicto tuvo lugar el pasado 13 de mayo en Jerusalén, cuando la Policía israelí reprimió ferozmente a palestinos que intentaron ondear su bandera en el funeral de la periodista Shireen Abu Akleh, fallecida durante una redada israelí en Cisjordania ocupada.
Tal y como sucede en la guerra, las imágenes se viralizaron de manera inmediata, llegó la condena internacional y los mismos policías debieron observar a las pocas horas cómo los dolientes marchaban por la ciudad con sus banderas en alto mientras arrancaban las israelíes.
TAMBIÉN EN CISJORDANIA
A los pocos días, el segundo asalto: un colono israelí que conducía por una aldea palestina en Cisjordania observó una bandera, frenó, se bajó del vehículo, trepó un poste, la quitó y siguió viaje. Los palestinos no tardaron en colgar otra, que fue retirada al día siguiente por más colonos, esta vez acompañados por soldados israelíes.
Así comenzó una inexplicable espiral que se extendió por semanas e incluyó protestas, granadas de aturdimiento y bloqueos de calles, y que, ante el estoicismo de los residentes locales, acabó con la aldea inundada de banderas palestinas y escasa presencia militar israelí.
En paralelo, decenas de miles de ultranacionalistas israelíes celebraron a fin de mayo el Día de Jerusalén con su tradicional y polémico desfile de banderas, en el que bailaron envueltos en telas azules y blancas por distintas partes de la ciudad antes de marchar, al grito de «muerte a los árabes», por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja, en el Este ocupado de la urbe.
A estos incidentes su sumaron una serie de manifestaciones en las que estudiantes árabes-israelíes -descendientes de palestinos que quedaron dentro de las fronteras del Estado de Israel tras su creación en 1948 y que representan hoy un 20 % de la población- ondearon banderas en dos de las principales universidades del país en ocasión del Día de la Nakba (catástrofe en árabe), desatando un escándalo nacional.
La respuesta fue tajante y casi inmediata, y no se produjo en las calles ni a los golpes sino en la Knéset (Parlamento israelí). Un total de 63 diputados dieron el pasado 1 de junio aprobación preliminar a una ley que busca prohibir las banderas palestinas en las instituciones financiadas por el Estado.
Actualmente ondear la bandera palestina no es ilegal, pero la Policía suele alegar «disrupción del orden público y obstrucción de la paz» para confiscarlas e incluso arrestar a quienes la portan, generalmente durante protestas o eventos de carácter político y sobre todo en Jerusalén Este, ocupado por Israel desde 1967 y anexionado en 1980.
¿NACIONALISMO O AMENAZA?
«En el marco de la creciente tendencia en Israel a hablar sobre nacionalismo y autodeterminación en términos excluyentes, cualquier expresión de identidad palestina es vista como una amenaza y un peligro», dijo a Efe Fady Khoury, abogado de la ONG Adalah, especializado en derechos civiles y políticos de la minoría árabe del país.
«En el discurso israelí la bandera palestina es vista como representativa de determinados grupos políticos cuando en realidad es uno de los símbolos más básicos de la identidad palestina, incluyendo la de árabes-israelíes», agregó Khoury sobre esa propuesta de ley que considera «un nuevo intento de censurar la expresión de una identidad palestina unificada».
«No hay duda de que la bandera palestina es un símbolo de apoyo al enemigo», replica de lado israelí Martin Sherman, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Israel y con años de experiencia en el estamento de Defensa y de Inteligencia del país.
«La bandera no es solo una muestra inocente del sentimiento patriótico de los palestinos, eso es mentira, lo único que une a los palestinos es la hostilidad hacia Israel como Estado judío, no tienen otro elemento unificador», señala.
Según Sherman, los palestinos son «un enemigo implacable» cuya identidad no se debería poder expresar en Israel ni su bandera enarbolarse en ningún punto del país.
Esto, cree Khoury, refleja «una sensación de profunda inseguridad por parte de Israel sobre su propia identidad, que lo lleva a deslegitimar otras identidades y sus expresiones».
Pablo Duer EFE
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