España.- El colombiano Julián Mayorga reúne el folclore latinoamericano, el vallenato y la cumbia tropical, con elementos electrónicos y surrealistas, en un cruce de referencias que demuestran que la música tradicional «no es estática», si no que está en «continuo movimiento».
«Da la impresión de que cuando uno habla de música tradicional está hablando como de una música viejuna o que está congelada. La música es una cosa que está viva y que está todo el tiempo conversando consigo misma», afirma Mayorga (Ibagué, Colombia, 1985), en una entrevista.
Este jueves aterriza en Galicia (Comunidad Autónoma al noroeste español), en el marco del Festival Curtocircuito para presentar su último EP «La fiesta de Transmigración» y un adelanto de su siguiente álbum «Cuando tengo fiebre veo la cabeza de un leopardo magnífico», que se publicará en noviembre.
«La gente que creció en el año 2000 tiene una idea del sonido distinta, pero la música del pasado continúa todavía muy presente», dice este músico, que opina que utilizar «un sintetizador» no significa no estar haciendo música tradicional.
«Solo cambio algunos timbres y uso elementos electrónicos y aparatos digitales. Pero la naturaleza de lo que yo hago, formalmente, es música tradicional», confirma.
Mayorga es compositor, músico, animador y poeta. Su carrera musical recoge elementos de la canción popular, el folclor colombiano, tintes electrónicos y la psicodelia, con unas letras cercanas a la poesía surrealista, todo ello en el marco de la «experimentación», palabra que según dice «no aporta ninguna referencia» y que tiene más que ver con «la curiosidad» y «una continua búsqueda que no sabe a dónde le llevará».
«Cuando digo que mi música es experimental me refiero a que no tengo muy claro hacia donde va. A veces me siento un poco como en un laboratorio. Mi forma de trabajar es así», explica el colombiano, que se crió escuchando música cubana de los 50 y los 60, además del folclore de su tierra y que después en su adolescencia estuvo influido por sonidos «más anglosajones», para acabar finalmente en España estudiando electroacústica.
«Yo no lo veo como una fusión, sino como una reunión. Tiro de hilos que parecen ir como en sentidos contrarios. Toco con sintetizadores, tengo la guitarra eléctrica colgada, canto como canto y compongo como puedo. El resultado siempre es diferente y yo encuentro eso como un ejercicio de experimentación».
Con letras surreales, cargadas de un alto grado de humor, poesía y sátira, Mayorga ha creado una mitología propia muy particular que se ha ido consolidando a través de más de una decena de referencias, que incluyen el sencillo «Bill Clinton y los gatos», colaboración con Matías Aguayo y Lucrecia Dalt en el marco de su residencia en la Red Bull Music Academy de Montréal.
«Mis conciertos tienen mucho rollo bailongo, pero ahora con la gente sentada se hace todo un poquito raro», reconoce el músico, que realiza unos directos en los que confluyen los pasos de baile más extravagantes de la nueva escena andina, loops producidos ‘in situ’, groove tropical, vocoders y guitarras psicodélicas, además de visuales que hacen referencia a las letras de sus canciones.
Según explica el músico, su trabajo «La fiesta de Transmigración», que elaboró durante la pandemia, tiene mucho que ver con la muerte, pues considera que todavía es «un tema tabú» y «no se toca mucho desde un punto de vista natural».
«Desde que vivo en España, he asistido a un par de funerales y hay algo como diferente aquí. Es todo muy aséptico, no hay niños, es todo muy triste. En Colombia vienen los vecinos a comer, traen comida, se bebe, se come, se baila, se ríe», añade.
Consciente de que hay un gusto creciente por la música latinoamericana en los últimos años y que el mundo tiene «cada vez los oídos más receptivos» a los ritmos latinos, el músico dice sentirse «muy cómodo» con el público español, al que ve «más desinhibido».
«Aquí ahora mismo hay un espacio y como unas ganas de conversar con la música latinoamericana», dice Mayorga, que opina que géneros como el reggaeton serán considerados dentro de 30 años «música tradicional latinoamericana».
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