La rebelión de los mercenarios del Grupo Wagner en Rusia y su posible desaparición como fuerza de asalto en Ucrania generan nuevas posibilidades para Kiev, que ve el conato de motín como una «humillación» para el presidente Vladimir Putin, aunque sin efectos aún en el frente.
Desde el entorno del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se lanzaron este domingo sucesivas interpretaciones sobre el presunto caos que rodearon las 24 horas de rebelión del jefe de los Wagner, Yevgueni Prigozhin, pese a su posterior retirada por mediación de Bielorrusia.
El intento de motín refleja el inicio del «desmantelamiento del sistema» de Putin, afirmó el secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, Oleksi Danílov, a través de su cuenta en twitter.
Fue «la punta del iceberg de un proceso de desestabilización», prosigue el mensaje, según el cual se ha formado un «grupo de descontentos», tanto en las fuerzas de seguridad como entre el funcionariado, que consideran «mortalmente peligrosas» las acciones de Putin para sus intereses y para su existencia.
La única opción que tiene Putin para «salvarse» es la «liquidación física» de los Wagner, un castigo ejemplar a Prigozhin y la implantación de una ley marcial, de acuerdo con Danílov, para quien la marcha de los amotinados sobre Rostov fue «una puñalada por la espalda» a Putin.
De «humillación» para el Kremlin calificó lo ocurrido el asesor presidencial Mijailo Podoliak. El motín evidenció el desgaste de poder de Putin, generó el caos y se resolvió a través de una mediación «por un intermediario de dudosa reputación», como es para Kiev el presidente bielorruso Alexandr Lukashenko.
«Fue una elección fenomenal… Casi anulas a Putin, tomas el control de las autoridades centrales y de pronto te retiras…» transmitió asimismo a través de su cuenta Podoliak, para quien la «élite de Putin» vivió 24 horas de temor, en las que se demostró que el Kremlin no tiene el «monopolio de la violencia».
KIEV Y JERSÓN SIGUEN REPORTANDO VÍCTIMAS CIVILES
Desde la presidencia ucraniana se sucedían estas interpretaciones sobre el caos precipitado con la toma de control por los «wagneritas» y posterior avance en dirección a Moscú, finalmente convertido en retirada por mediación del aliado del Kremlin.
En paralelo, tanto desde la alcaldía de la capital como desde la región de Jersón, en el sur del país, llevaban nuevos reportes sobre civiles muertos por ataques rusos.
El alcalde de Kiev, Vitali Klitchkó, elevó a cinco el número de víctimas mortales del ataque contra un edificio de 25 plantas en la capital. El sábado el balance había quedado en tres fallecidos, pero el domingo se encontraron otras dos víctimas mortales entre los escombros del bloque de viviendas destruido del distrito de Solomianski.
Según la Administración Militar de Kiev, el sábado se habían lanzado más de veinte misiles sobre Kiev. Los cascotes de uno de los cohetes interceptados habían caído sobre el edificio mencionado.
Otro civil, un hombre de 44 años, murió en Jersón en otro ataque ruso contra un edificio de esa ciudad, en este caso de cinco plantas. Una mujer quedó malherida al estallar en su habitación uno de los proyectiles.
RUSIA REFUERZA LA DEFENSA DEL PUENTE DE CHONGAR
Por parte rusa, se informó del reforzamiento de la defensa sobre el puente de Chongar, que enlaza Jersón y Crimea y que el jueves fue alcanzado por misiles de fabricación británica Storm Shadow.
«Tomamos medidas para impedir que el régimen criminal de Kiev continúe dañando nuestra infraestructura civil», escribió el gobernador interino impuesto por Moscú, Vladímir Saldo, a través Telegram.
Según Saldo, «el enemigo los almacenaba los más lejos posible de la línea del frente, pero eso no le ayudó». El gobernador interino añadió que los constructores reparan a buen ritmo el puente y avanzó que «el tránsito se restablecerá próximamente».
El puente de Chongar, atacado el pasado 22 de junio, es la ruta de abastecimiento militar ruso más corta desde Crimea a Melitópol y, más allá, hacia el frente sur, donde las tropas ucranianas efectúan actualmente una contraofensiva para tratar de cortar el corredor terrestre de Rusia en el mar de Azov.
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