Nairobi, Kenia. Tan solo 25 segundos separan al keniano Eliud Kipchoge, de 34 años, de alcanzar lo que ningún otro atleta ha logrado: correr 42 kilómetros en menos de dos horas. Una hazaña para la mayoría de mortales inhumana que, sin embargo, él considera al alcance de la mano.
«No se trata de romper un récord, sino de hacer historia», asegura desde el campamento de entrenamiento de Kaptagat, en el norte de Kenia, en una entrevista telefónica con un grupo reducido de medios; la última antes de afrontar el denominado «Reto INEOS 1:59» el próximo octubre en Viena.
Ya en 2017, en el circuito automovilístico de Monza (Italia), le faltaron tan solo 25 segundos para lograr este hito; pese a que la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) no lo contabilizó como un nuevo récord mundial -algo que se espera vuelva a ocurrir en Viena- por las ayudas externas que recibió durante la carrera, como el apoyo de vehículos cortavientos.
«Cuando me quedaba un kilómetro me di cuenta de que iba demasiado lento. Intenté ajustarlo, pero ya era demasiado tarde», explica sobre su experiencia en Monza antes de añadir que, a diferencia de entonces, hoy cuenta con una mayor fuerza mental.
«En aquel momento me sentía como un boxeador que sube al ring y desconoce lo que va a pasar, si va a noquear o si será noqueado», describe en alusión al legendario Muhammad Ali, sobre quien acaba de leer un libro en busca de inspiración, «pero ahora estoy mejor preparado mentalmente y sé que lo puedo conseguir».
Férrea disciplina
Quienes conocen a Kipchoge le describen como un hombre de ideas claras, maestro en táctica y técnica, perseverante hasta el exceso: cualidades que hacen que a sus 34 años, y tras haber ganado el Campeonato del Mundo en París con tan solo 18, todavía se mantenga en el cenit de su carrera.
«No creo que sea diferente a los demás», se dice a sí mismo Kipchoge, quien tan solo ha sido derrotado en una ocasión de un total de once maratones -con un segundo puesto en Berlín 2013-, «Simplemente establezco mis prioridades de la forma adecuada», simplifica.
Y su única prioridad, por el momento, es correr 42 kilómetros por debajo de las dos horas; para lo que -siempre con buen rostro y dispuesto al máximo sacrificio- se levanta cada día a las 5:45h de la mañana, se entrena incluso los domingos y solo ve a su familia, que reside en el municipio colindante de Eldoret, los fines de semana.
El resto del tiempo convive con otros atletas del equipo NN Running en el campamento de Kaptagat, donde las habitaciones son dobles y «ni tan siquiera hacen falta los cuchillos», como explica a Efe Marc Roig, fisioterapeuta del equipo, «porque siempre se come lo mismo».
«Arroz con alubias por el almuerzo e ugali (masa de maíz muy habitual en Kenia) con carne o vegetales por la noche. Es monotonía pura y dura que ha nosotros nos costaría mucho aguantar, pero que para ellos son condiciones similares a las que vivían en sus casas», describe Roig.
Para Kipchoge el campamento en el que pasa la mayor parte de su tiempo «es humilde pero vital», pues le permite conocer de cerca y progresar junto a su entrenador y el resto de compañeros.
«El maratón ya no es visto como un deporte individual. El equipo está ahí y gracias a la ayuda de las ‘liebres’ seré capaz de romper la barrera de las dos horas», añade el apodado como «el filósofo» por su pasión por la lectura y su temple calmado.
Un hito que ningún otro ser humano jamás ha alcanzado, y que para muchos marcará un precedente en la historia de la humanidad, igual que lo hizo la coronación del Everest en 1953 o la llegada del hombre a la luna en 1969.
Kipchoqe tampoco le resta importancia, y aunque considera su próximo reto «más relevante» que cualquier Olimpiada o Campeonato del Mundo -e incluso accede a equiparlo con la hazaña del astronauta Neil Amstrong-, al mismo tiempo se muestra seguro de que, después de él, muchos otros lucharán por lo mismo.
«Otros atletas creerán en sí mismos al ser conscientes de que es algo posible. Es por ello por lo que siempre digo que ningún ser humano tiene límites. Muchos otros correrán por debajo de las dos horas», vaticina Kipchoge. Y ése será su mayor legado.
EFE
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