La Granja, ubicada en la parroquia Vista al Sol, San Félix, ha visto pasar años de promesas incumplidas. La vida cotidiana transcurre entre el hedor de las cloacas desbordadas y la amenaza palpable de una tierra que se socava. Para los vecinos, la normalidad es un manantial de aguas servidas que brota en sus calles, una «zanga» que devora el terreno y la frustrante paradoja de tener agua de manantial pura bajo sus pies, mientras la que consumen llega con deficiencias.
Amparo Gutiérrez, vocera de vivienda y hábitat, junto a sus vecinos, es quien invita a ver las carencias de su comunidad, con el fin de que las autoridades atiendan el llamado. «Aquí, esa boca de visita la acomodaron, le echaron una capita abajo y se reventó y se volvió a botar” relató, describiendo un ciclo interminable de reparaciones fallidas.
En la triste espera
La calle 5 es el epicentro del desastre. Una enorme zanja, producto de la escorrentía – agua que fluye por las lluvias– y el colapso de las cloacas, se ha ido «comiendo» el terreno, poniendo en riesgo las casas en las adyacencias. «Esto aquí es un hueco… el agua que sale de allá – de las casas anteriores– , te llega y se te mete por aquí – por varios huecos que ha generado la corrida del agua– y te sale por allá – la zanja– » explica un afectado.
Los huecos han tratado de llenarlos con desechos, pero ante los caminos de tierra esto no es posible. El agua que fluye no solo socava el terreno, sino que además se mete a las casas generando incomodidad al final de la calle 5. “Ahora con las lluvias es peor. Hemos tratado de hacer barricadas, pero no detiene el agua. Y la zanja solo empeora con los meses” argumentó un vecino.
En la calle 5, siete casas habitadas por mujeres, hombres y niños llevan dos años padeciendo esta situación. A pesar de haber realizado reclamos a las autoridades y cumplido con requisitos como la limpieza del terreno, al renovar la solicitud se encontraron con una nueva exigencia: «se necesita la indumentaria para comenzar a trabajar», un recurso del que los residentes carecen.
Los esfuerzos comunitarios han sido en vano. «Nos pidieron limpiar eso allá a mano. Lo hicimos…señoritas… mujeres, niños, y mi persona,» recuerda una vecina sobre una limpieza previa de la zanja, que ahora «está montada otra vez”. La frustración se agudiza no solo por los obstáculos burocráticos, sino también por la desunión y la falta de solidaridad dentro de la propia comunidad.
Calle 8: una amenaza para los residentes
La calle 5 no es la única zona con dificultades. Luis Brito, residente de la calle 8, muestra las secuelas en su propia piel de una infección adquirida al limpiar el frente de su hogar. Su casa, que está al frente de una cloaca que desborda aguas negras debe ser limpiada con sus propias manos. En consecuencia, sus manos, brazos, pies y cuello, muestran una infección a causa de la insalubridad.
Alega que la solución es arreglar el sistema de aguas servidas. Mientras no se comiencen gestiones el problema seguirá, siendo un foco de infección para él y su familia. Brito vive con otras dos personas, incluyendo una niña pequeña, en medio de la insalubridad.
Esta cloaca genera también un hedor desagradable en el lugar. Además, ocasionó el abandono de una las viviendas cercanas, según comentarios de lugareños.
La zanja de la calle 5 no es la única del sector. La calle 9 también es víctima de la falta de soluciones efectivas, declaró Gutiérrez. En la calle 9 se puede evidenciar una zanja con más de 10 metros de largo, con aproximadamente 2 metros de profundidad. Esta zanja ha generado una ruptura vía que los vecinos han solucionado con unas tablas que hacen de puente.
“Esto es inestable, motorizados que han pasado por aquí se han caído” Afirmó Gutiérrez. Además, resaltó que este hecho se debe al descuido de los años. Pues un hueco que comenzó de no más de 2 metros – para el año 94 –, ahora es una zanja que tiene más de 10 metros, que interrumpe el paso de personajes e impide el pase de vehículos.
“La solución no es rellenar, eso se hacía antes. Se rellenaba, pero el agua se lo volvía a llevar. A lo último el gobierno no quiso poner más plata aquí, ¿para qué? Para botar plata aquí, no” dijo Gutiérrez. Aunado a ello explicó que el deterioro acelerado se debe a que las aguas que pasan por la calle 9 son las mismas que salen de la económica.
La venta inconclusa
Gutiérrez comenta el hecho de haber querido vender un proyecto, su proyecto, a los dirigentes estatales con el fin de mejorar las condiciones de vida para la comunidad. Aunque hubo palabras de “sí, te lo compró”, “sí, te mando ingenieros, “sí, te mando topógrafos”. Estos todavía no han llegado.
Un llamado a las autoridades
La Granja contempla una serie de problemas que interrumpen el día a día. Aunque se han hecho intentos y acercamiento con gobernadores no se ha llegado a soluciones. Ellos necesitan: retroexcavadora, relleno para los terrenos, mejoras en el sistema de aguas servidas, revisión de las guayas.
Los vecinos planean llevar sus reclamos a la alcaldía, una vez más. La pregunta resuena en el aire viciado por las aguas servidas: ¿cuántos años más tendrán que esperar estas comunidades para que su derecho a una vida digna, a un ambiente sano, deje de ser una utopía ahogada en promesas rotas?
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