Quito.- Rodeada de valles y montañas, la capital ecuatoriana se ha volcado con el turismo rural, sostenible y solidario para ofrecer, en tiempos de pandemia, amplios espacios naturales, aire libre y aventura bajo estrictos protocolos de bioseguridad.
La paulatina flexibilización de las restricciones de movilidad a raíz de la pandemia ha permitido desde junio una progresiva reactivación del turismo, y potenciado los más escondidos paraísos rurales muy cerca de la asfáltica ciudad.
Parroquias rurales de un distintivo patrimonio cultural y humano, así como también parques naturales, están hoy en el epicentro de las estrategias del Municipio para reactivar el turismo.
UNA DESCONEXION INMEDIATA
«Es una desconexión inmediata a tan solo 30 minutos de Quito, como volver en el tiempo», dijo a Efe Andrés Rodríguez en la parroquia de Nono, un pueblo «muy pintoresco y tranquilo» que ha acogido últimamente a cientos de turistas volcados en lo rural para contrarrestar el encierro por la pandemia.
A tan solo 18 kilómetros de una de las avenidas más importantes del noroeste de Quito, a Nono se accede por estrechos caminos que se abren paso entre una exuberante vegetación entre las montañas de los Andes ecuatorianos.
Rodríguez, gerente de la Estancia de la Campiña, cuenta que la nueva normalidad le obligó a extender hacia afuera el comedor para que los huéspedes pudieran tener un mayor contacto con la naturaleza, y brindarles también la tranquilidad del distanciamiento social.
En Ecuador, la covid-19 ha afectado hasta ahora a más de 312.000 personas, de las que han fallecido más de 11.000 por el virus, aunque el país ya ha iniciado el proceso de vacunación y este año esperar inocular a 9 de sus más de 17 millones de habitantes.
Enfocado inicialmente en el turismo ecuestre, las actividades en la Estancia de la Campiña se han diversificado para ofrecer otras opciones a sus visitantes: acampadas, senderismo e incluso «turismo romántico», del que da fe una pareja que se conoció en el lugar y poco después contrajo matrimonio en el mismo sitio.
En su afán por impulsar el turismo rural, la empresa metropolitana Quito Turismo ha lanzado la llamada «Ruta Escondida», abriendo a los visitantes las riquezas de parroquias como Puéllaro, Perucho, Chavezpamba, Atahualpa y San José de Minas.
Ofrece así acceso a extensas áreas verdes, bosques protegidos, fincas, hosterías, jardines frutales, cascadas y una gastronomía única a base de granos, todo ello, a menos de dos horas de Quito.
A esta Ruta, se ha sumado otro proyecto en el noroccidente de la capital, hogar de osos de anteojos y donde se puede observar una gran variedad de aves.
SOLO EL 10 % DE QUITO ES URBANO
Con una extensión de alrededor de 4.200 kilómetros cuadrados, alrededor del 90 % del territorio del Distrito Metropolitano de Quito corresponde a zonas rurales, por lo que la Ciudad ha pisado el acelerador para complementar el turismo enfocado en su Centro Histórico y la zona urbana, con las ofertas rurales.
Y conscientes de la importancia de conservar la naturaleza, los promotores turísticos han desarrollado sus nuevas actividades prestando particular atención al manejo de desechos y el cuidado de la flora y la fauna.
«No talamos ningún árbol, tratamos de cuidar los árboles al cien por ciento para que los pájaros, las ardillas, los búhos tengan su hábitat natural intacto», aseguró Rodríguez antes de recordar que en la zona también hay colibríes, urracas, pavas de monte y pumas, aunque a estos últimos no se los avista fácilmente.
Otra de las características de este turismo rural es la solidaridad pues trata de beneficiar a las comunidades locales con el consumo de productos de la zona, y la generación de empleo para sus habitantes e incluso a migrantes en situación de vulnerabilidad.
BICICLETA ELÉCTRICA EN LA MONTAÑA
«Acá viene la gente a relajarse, a compartir en familia, en pareja. Vuelven a conversar entre ellos, dejan de lado los celulares», destacó Rodríguez en medio de una verde naturaleza arrullada por el canto de las aves.
Escenario que se replica en otras zonas rurales como la reserva biológica Maquipucuna, que comprende 6.000 hectáreas de montaña con selva tropical primaria y secundaria y de bosque nuboso.
Con amplias redes de senderos que dan acceso a cascadas y ríos, en Maquipucuna el turismo ha sido el mejor antídoto contra la caza y la deforestación, además de un motor de desarrollo rural apuntalado especialmente por el turismo extranjero, ahora reducido.
Pero tras la llegada de la pandemia, se congratula el guía turístico José Luis Rodríguez, también los ecuatorianos han descubierto el turismo rural, que se ha reinventado con nuevas ofertas como picnics temáticos o senderos en bicicletas eléctricas con las que hacer «subidas imposibles» en la montaña.
«Aquí tenemos orquídeas y colibríes hasta los 5.000 metros de altitud, lo cual es imposible en otros países. Mientras no salgamos y sepamos lo que tenemos en Ecuador» no se evidenciará la «verdadera riqueza» que tiene el país, anotó el guía.
EFE
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