Valencia.- Cuando Martina Pernalete miró por primera vez el mar se preguntó cómo tanta agua había llegado hasta ese sitio. Lo conoció cuando tenía 114 años de edad y no entendía cómo sus pies se moldeaban con la arena y se hundían sin dejar rastro.
Ella, de piel arrugada y tostada, con sus alpargatas y vestido largo, tocó el agua cristalina, que se deslizaba por los bordes de sus dedos. En su rostro se reflejan los signos de la experiencia que son respaldados por su cabellera blanca.
Tres años después Martina, en cuarentena, cumplió 117 años en el mes de junio y podría ser considerada la única persona con esta edad en el país y que actualmente vive en Valencia, estado Carabobo.
Al menos 226 kilómetros la separan ahora de su natal Atarigua, estado Lara, donde Martina se sacó su primera cédula de identidad emitida en blanco y negro. Tenía 74 años de edad cuando obtuvo su única identificación. Nació el 18 de junio de 1903 y en el papel manifestó no saber escribir. A pesar de esto, tiene su memoria intacta, la misma que la hace acordarse de su hogar en el occidente del país.
El pueblo original, relata Martina, quedó bajo el agua luego de que se construyó la represa Cuatricentenaria durante el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez en el año 1977.
Los lugareños fueron obligados a abandonar sus pertenencias y llevarlas al otro lado del río El Tocuyo. La familia cuenta que perdieron su vivienda y muchos chivos, su principal sustento económico. Los habitantes se establecieron en el pueblo nuevo de Atarigua.
Fue hace algunos años que la represa sufrió una filtración y nunca recibió mantenimiento. Acarreado también por la sequía, la laguna se fue secando con el paso del tiempo.
Luz Pernalete, familiar de Martina, dijo que muchos pobladores han cruzado al pueblo viejo para desenterrar a los familiares del cementerio una vez que la zona quedó completamente seca.
Lo hacen para trasladarlos al nuevo cementerio. Actualmente, prosigue Luz, es posible identificar las tumbas y algunos escombros que solían ser casas y la iglesia del pueblo. Fue esta la última vez que Martina visitó su hogar.
Vivía y pasaba la tarde sola en su casa, pero en las noches, por su edad, dormía en la casa de su ahijada. Fue hace seis años cuando Luz le propuso mudarse a Valencia para estar acompañada y que no estuviera sola la gran parte del tiempo.
Allí Martina contó que nunca tuvo hijos, pero sí se casó. Ella recuerda a Jesús Cordero y María Julia Pernalete, sus padres, además de su única hermana Simona, quien tampoco tuvo hijos. No se le olvida ningún nombre y es ella misma quien relata su historia. No aprendió a leer ni a escribir, cuenta. Tampoco sufre de ninguna enfermedad crónica y solo ha sido operada por cataratas en sus ojos.
Los recuerdos que la acompañan
Ella trastea en su memoria prodigiosa y, como si de un frasco de tinta se tratara, saca un recuerdo tras otro, y uno más, hasta completar una infinidad de relatos sobre su vida. Martina rememora a su loro, su compañero al que dejó en el pueblo. Dice que es como ella, de bastante edad y calculan que pudiera tener más de 70 años. Un familiar que se quedó con el animal dice que todavía la llama por su nombre, por lo que añora visitar su casa.
«Ella es prima de mi papá y prima segunda de todos los que estamos en Valencia porque ella crió a mi papá, Martín Pernalete, que falleció en el año 2010. Nosotros la queremos como nuestra abuelita y creemos que ella se ha mantenido con su buena salud porque en el pueblo donde ella se crió hay muchos abuelitos que tienen bastante edad. Quizás porque la mayoría consume mucha carne y leche de chivo”, sostuvo Luz.
Martina se alegra de que pudo conocer la playa cuando cumplió 100 años, también conoció lo que depara una pantalla gigante, en un cine y, sobre todo, recuerda cuánto le gustaba asistir a las fiestas patronales en el pueblo de Atarigua. Es devota de la Virgen de Santa Rosa y los habitantes la veneran el 30 de agosto de cada año.
Profesa que todos los que se han ido del poblado regresan en esa fecha para hacer un reencuentro y venerar a la imagen de la virgen, una tradición que se ha ido apagando por la crisis del país.
Le emociona pensar en lo que le depara al futuro. Su sentido del humor tampoco la ha abandonado en sus 117 años de vida. No se imagina que pueda ser la persona con más edad viva en Venezuela. Luz, por último, menciona que en Atarigua los abuelos suelen cruzar el umbral de los 100 años de edad.
“Es un poblado muy especial, en el que no es tan raro que una persona se mantenga sana con tanta edad”, dijo.
Nunca antes conocida
En Venezuela la persona con más edad, hasta ahora, se encuentra en el estado Táchira. Su nombre es Juan Vicente Pérez Mora y nació en El Cobre, municipio José María Vargas, el 27 de mayo de 1909, por lo que tiene 111 años de edad.
Desde que “Don Vicente” cumplió 107 años, su sobrino Freddy Abreu tuvo la iniciativa de involucrar a la familia y hacer los trámites necesarios para saber si su tío era la persona con más edad en Venezuela.
“Resulta que el Grupo de Investigación Gerontológica (GRG) de Los Ángeles toma en cuenta a las personas que ya cumplieron 110 años, así que hubiese sido en vano hacer esa investigación antes. Pero desde que mi tío tiene los 107 años se ha estado en investigación”, dijo Freddy en una entrevista.
Actualmente, los datos del tío Vicente aparecen en la página del GRG. A pesar de esto, se encuentran en trámites de la validación y certificación de Juan Vicente.
Hasta ahora la familia Pernalete no ha gestionado ningún trámite para validar la edad de Martina. Creen que su humildad y su sabiduría son un tesoro familiar y eso es más que suficiente. La mujer de 117 años de edad lo que sí añora es regresar a su pueblo, reencontrarse con su ahijada, su loro y sobre todo con su gente.
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