Con este título comenzamos una nueva travesura en mi transitar por este mundo donde llegué por obra de Dios y para hacer algo, no pasar en vano, y dejar algo útil a la humanidad me han invitado a escribir una columna, lo cual al pasar el tiempo, se ha convertido en mi pasión el leer, escribir, escuchar música y narrar la historia de los años vividos y de donde he vivido y he sido marcado en cuatro estados de nuestra querida Venezuela, comenzando por la capital, Caracas, donde nací el 11 de septiembre del año 1942, en la parroquia Sucre, Los Magallanes de Catia, calle Comercio, parte alta de la acera época donde éramos gobernados por el General Isaías Medina Angarita, según los duchos en esta materia el mejor presidente en la historia que ha tenido nuestro país.
Luego a muy corta edad me llevaron a Mérida, donde me sacaron el diablito de adentro (fui bautizado) después, saltamos el lago y fuimos a vivir en Maracaibo, donde crecí, estudié, me formé y aprendí a ser responsable, después de varios años, en 1964 se me ocurrió venir a una hermosa alejada de la capital. Un ciudad que ni en la imaginación conocía, me refiero a Puerto Ordaz, me enamoré de ella y llevó 58 años y aprendí a quererla.
Ciudad Guayana
Cuando mi apreciada amiga, periodista Eili Córdova, de manera muy nerviosa se acercó a mi persona y me dijo tímidamente señor Evelio… yo quisiera, no esperaba que yo le fuese a dar una respuesta tan inmediata y de manera contundente, «¡SÍ! Vamos a realizarlo» y aquí estoy para todos ustedes.
Espero su colaboración en lo que respecta si alguien, quiere la historia contemporánea de nuestra querida Ciudad Guayana, me lo hace saber, aunque por razones obvias, por ahí es donde voy a empezar, por el lugar donde llegué hace 58 años, me enamoré de lo que aún era una especie de campamento y la he visto crecer y tenido la oportunidad de haber sido coprotagonista de muchas historias y de conocer tantos personajes de diferentes posiciones, constructores de la ciudad, profesiones, religiones y nacionalidades, antes de continuar quiero recordar que mi amada madre, quien está en el cielo hace ya varias décadas, me comentaba que fui muy flojo para aprender hablar, pensaban que este joven iba a ser mudo, pero… caray, se equivocaron, después que aprendí, no he parado, gracias madre, mi bendición, Dios te tenga en la gloria.
Con esta me despido por el momento y en la próxima entrega, ya podrán saber cómo esta región que originalmente era una gran sabana se convirtió en lo que es, una gran ciudad,
¡Así pues, qué manos a la obra!
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