Buenos Aires.- Con una inflación desbocada y una economía en recesión desde abril de 2018, la mayoría de los argentinos tiene que agudizar su ingenio para poder ahorrar a fin de mes y recurren a alternativas como atesorar latas de atún o invertir en criptomonedas.

Históricamente, las opciones de los argentinos para ahorrar han sido la compra de dólares estadounidenses, restringida recientemente, el plazo fijo y la inversión en propiedades, sin embargo, en tiempo de crisis aparecen otros fenómenos como el llamado «stockeo» entre los bolsillos más humildes.

Este sistema se basa en acumular productos no perecederos en casa para así ganarle a la inflación cuando se disparen los precios. Los precios al consumidor experimentaron en noviembre pasado un incremento interanual del 52,1 % y acumularon en los primeros once meses del año un aumento del 48,3 %, según datos estadísticos oficiales.

Para el economista Mariano Gorodisch, es un buen momento para esa forma de ahorro debido a la caída del consumo y a las múltiples ofertas de los supermercados -en especial las que afectan a productos caros como jabón en polvo o latas de atún, más si se tiene en cuenta que la inflación acumulada terminará 2019 por encima del 50 %.

Otra de las opciones que gana terreno en las preferencias de ahorro de los argentinos es la compra de criptomonedas.

Sin embargo, el profesor de la Universidad de Buenos Aires Ignacio Carballo opina que las monedas virtuales son en la actualidad un activo «demasiado volátil» y «no pueden ser muy tenidas en cuenta como medio de ahorro, por lo menos para la cotidianidad».

El economista se muestra más optimista en el medio o largo plazo, ya que se encuentran en desarrollo las denominadas ‘stable-coins’, monedas cuyo valor se mantiene ligado a otro elemento económico más estable como podría ser el «dólar» y que sí podrían servir como herramienta de ahorro alternativa.

Según una encuesta del Banco Central (BCRA), solo el 24 % de los argentinos ahorra y el 58 % de los ahorradores guarda su dinero en casa, frente a un 37 % que usa una cuenta bancaria de ahorro.

Carballo asegura en declaraciones a Efe que la hiperinflación de 1989 y la crisis del año 2001 todavía están «a flor de piel en los argentinos», por lo que buscan otros refugios de valor antes que las cuentas bancarias, que son vistas como inseguras en momentos de incertidumbre.

A esta desconfianza tradicional hacia el sistema bancario, hay que añadir en periodos electorales con posibles cambios de gobierno, como el que se vivió en Argentina recientemente, los argentinos retiran los ahorros del banco, según Gorodisch.

El pasado 11 de agosto, el peronista Alberto Fernández ganó las primarias con una diferencia mucho mayor de la esperada sobre Mauricio Macri, que buscaba la reelección, lo que permitía pronosticar una victoria final en la primera vuelta, que se produjo el 27 de octubre.

La semana posterior al 11 de agosto, el peso se devaluó intensamente, lo que generó que se aumentara la desconfianza y los argentinos recurrieran a sus alternativas habituales para protegerse: retirar sus ahorros del banco y comprar dólares.

Entre enero y octubre, los depósitos en dólares se redujeron en un 36,7 % y se compraron 19.340 millones de dólares, de los que 9.000 millones fueron adquiridos en las semanas posteriores a la victoria de Fernández en las primarias, según el BCRA.

Para frenar esta tendencia, el Banco Central recurrió a imponer restricciones, el llamado «cepo» de 10.000 dolares el 1 de septiembre que se profundizó a partir del 28 de octubre cuando se restringió a 200 dólares, a lo que hay que añadir que tras tomar posesión, el Gobierno peronista ya ha anunciado que planea un nuevo tributo del 30 % a esta práctica.

Entre las alternativas está recurrir al dólar informal (dólar blue) -que históricamente es más caro que el dolar oficial- o adquirir propiedades, una opción solo para una minoría, y un valor refugio tradicional pese a ser una inversión menos rentable que otros activos financieros, pero que según Carballo, en el imaginario de los argentinos está la idea de que «el ladrillo nunca pierde frente a la inflación».

 

EFE

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