En todos los lugares del globo terráqueo, los lugares donde se encontraron minas de diferentes minerales preciosos, después de llegar los mineros a explotar y lograr su objetivo, tras ellos llegaron y siguen llegando damas, ofreciendo sus conocimientos como cocineras, amas de llave, lavanderas y ofreciendo el oficio más antiguo del mundo.

Eso se ha visto hasta en el cine en los celuloides de vaqueros, nuestra amada ciudad: Puerto Ordaz, en sus inicios, no pudo escaparse, era imposible decir que no.

Ya que es una necesidad fisiológica del ser humano, como también es una necesidad económica las que practican la venta o alquiler de su cuerpo.

Recuerdo qué en los años 60, en la entrada de Puerto Ordaz en AltaVista, existían tres lugares llamados La Neverita, El Monterrey                        y el de la “Vieja Dora” cada uno tenía su especialidad, damas de diferentes lugares de Venezuela, Islas del Caribe y hasta de Europa, donde se podía elegir en cada lugar de ellos entre 20 y 25 damas.

Luego a la entrada de lo que hoy se llama el Loefling, al frente, específicamente en Los Mangos,  estaba el Copacabana, quedaba retirado de la ciudad, pero valía la pena por la calidad de la mercancía, con el tiempo, a medida que iba creciendo la ciudad, hubo cambios y desalojos.

Aún queda el recuerdo en un lugar del Paseo Caroní, una baldosas del Monterrey que correspondía a la sala de baile y cercano existe un edificio con el nombre de El Monterrey, colocado por su propietario, según y que para conservar la tradición.

Dora, se ubicó en el mero centro de la ciudad, de manera muy discreta y cambió el nombre por el Bar El Farol, mientras La Nevera estaba al principio de la avenida principal de Castillito, ya aquí parte que desde el principio hasta el final de esta avenida llamada Castillito, se convierte en una zona de tolerancia, en las tardes y noche deambulaban las mujeres por las calles y proliferaron gran cantidad de bares.

Ahí se recuerda Las Brisas del Caroní, el Yuli, El Rosy bar, su propietaria era Rocío, el más famoso fue el Puerto La Cruz, donde habían más de sesenta mujeres, venezolanas, dominicanas, cubanas, puertorriqueñas, colombianas, trinitarias, argentinas, españolas, etc, y diferentes tarifas, desde 25,00, hasta 50,00 bolívares, se comenta que este lugar fue adquirido por una empresa alemana, para ubicar a sus trabajadores, ya que había necesidad de vivienda en la época de la construcción del Plan IV.

Más adelante, donde existe una especie de batea en la avenida, a mano izquierda existe un callejón y aproximadamente a 50 metros estaba un enorme portón de color negro, estaba La Sorpresa, la propietaria era una señora llamada Benilde acompañada con su esposo, no que nunca pude averiguar ¿el por qué de ese nombre?.

Si era por lo escondido o porque ahí estaba una dama llamada María Magdalena “la devoradora de hombres” era muy refinada, elegante, educada, bella y muy codiciada, pero mientras otras podían exigir 50.00 bolívares, María se cotizaba en 100,00, si era cliente fijo, caso contrario era más exigente y lo aceptaban.

Tenía una estatura de aproximadamente 1,80, cabello largo, negro y le daba por la cintura, su cara bien maquillada, el traje ajustado a su monumental cuerpo, traje que llegaba faltando unos diez centímetros a las rodillas de manera tentadora, zapatos de marca y tacones altos, acompañando todo esto con finas fragancias.

Y para finalizar, en este lugar solo había tres o cuatro damas, y si había algún cliente exigente la propietaria mostraba los recientes comprobantes de salud de cada una, después de este habían otros, pero casi al final cruzando a la derecha en la última calle estaba La Frointer (La Frontera) atendido por una pareja (sus propietarios) en el centro de la sala había una rockola, para bailar y negociar.

Después al estar de acuerdo la pareja, salía por un costado del local y en la casa que estaba al frente funcionaba como hotel, a partir de aquí se salía vía San Félix, donde también existían cantidad de lugares para satisfacer el amor, los más recordados el Sandra, El Dragón Dorado y muchos otros.

A todo esto, debo decir, fueron muchos los hombres que terminaron casados y estas damas pasaron a ser damas de la sociedad de Puerto Ordaz y San Félix.

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