São Paulo, Brasil. Amsterdam en 2013, Turín en 2014 y Lima en 2019. Jorge Jesus cumplió con el refranero y a la tercera fue a la vencida. La victoria de Flamengo frente a River Plate, en una frenética remontada, le quitó la espina de las dos finales de Liga Europa perdidas in extremis con el Benfica.
En Amsterdam, el técnico vio al serbio Ivanovic marcar para el Chelsea un doloroso 1-2 en el minuto 93. En Turín, una tortuosa tanda de penaltis le robó la gloria ante el Sevilla en un encuentro que había acabado sin goles.
Y en Lima hubo lo que se conoce como justicia poética. En un partido dominado por River de cabo a rabo, Jorge Jesus se encaminaba a entonar su fado más triste hasta que llegó Gabriel Barbosa ‘Gabigol’ y devolvió los laureles continentales al ‘Mengão’ 38 años más tarde.
El Flamengo remontó un partido que parecía perdido y lo hizo con más corazón que cabeza tras las dos dianas de ‘Gabigol’ en los minutos 89 y 92.
Pegado a la cal, siempre en los límites del área técnica, Jorge Jesus, de 65 años, disfrutaba de su tercera final continental menos activo y más circunspecto que lo habitual.
El orden de River se imponía en el Monumental de Lima y el portugués de Amadora no hallaba la fórmula.
En el intervalo adoptó una actitud que sonó a supersticiosa: cambió el chaleco negro con el que comenzó la final por una chaqueta de corte americano en el intervalo.
Pero continuaba sin dar con la tecla. Enzo Pérez, el cerebro de River que él mismo forjó en su etapa en el Benfica (2011-2015), encarnaba la superioridad de los argentinos. A Jorge Jesus le engullía su propia creación.
El técnico del Flamengo se resistía a cantar el fado portugués y prefirió embarcarse en una epopeya de Luís Vaz de Camões, que cuenta la historia de los audaces navegadores portugueses. ‘Gabigol’, en solo tres minutos, le dio la alegría que buscaba incesantemente.
Quizá fruto de la experiencia, de relativizar tanto los éxitos como los fracasos, Jorge Jesus, siempre tan visceral, reaccionó con una extraña serenidad de quien sabe que cumplió su trabajo.
Aunque la emoción no pudo contenerla cuando se encontró a sus jugadores nada más a acabar el encuentro.
La Libertadores es el principal broche de un currículum en el que figuran tres campeonatos de Portugal al servicio del Benfica (2009-2015) como principales trofeos. Antes tuvo una discreta carrera en pequeños clubes lusos.
El técnico ha tenido una meteórica resurrección. Pasó de disfrutar de un lujoso semi-retiro en un club de Arabia Saudí, al que aterrizó después de un infructuoso pase por el Sporting de Lisboa (2015-2018), a levantar la Libertadores en menos de seis meses al frente del banquillo del club de Río de Janeiro.
Su resurgir puede no detenerse aquí. Está a punto de ganar el Campeonato Brasileño y se podría coronar campeón del mundo de clubes en diciembre.
EFE
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