Caracas. Caracas se entregó este fin de semana a la nostalgia musical con el festival Cusica, que se extendió hasta bien entrada la madrugada del lunes, y en el que los asistentes se entregaron a la añoranza con bandas que hoy están fuera del país y que les hicieron olvidar temporalmente la crisis que vive Venezuela.
UN LEVE ESPACIO DE TRANQUILIDAD
«Es difícil organizar un evento de esta envergadura y con esta cantidad de asistentes pero siempre hay gente que quiere distraerse y hacer cosas normales como las que se pueden ver en otras países», comentó a Efe Alejandro Suárez, uno de los asistentes.
Frente a Suárez también se cumplieron otros sueños como el de Henry D’Arthenay, vocalista de la banda La Vida Bohème, que pudo volver a subirse a un escenario en su Venezuela natal, un país que ha debido dejar atrás.
«Todas las bandas aquí son venezolanas y es emocionante ver música joven venezolana», aseguró tras tronar en el escenario con su estilo que va del indie al folk, pasando por el rock alternativo sin pudor.
El vocalista se mostró particularmente satisfecho de mostrar en Venezuela su propia cultura y celebrarlo «como personas que lo ven de una forma más alternativa en este país».
«Conseguimos (encontramos) demasiada gente dispuesta, creando cosas. Yo no siento que somos unos colaboradores más y pensábamos que la antorcha estaba apagada, otros la han agarrado y han hecho otros fuegos con ella», aseguró tras comprobar de primera mano el actual panorama musical venezolano.
El percusionistas de la banda, Sebastián Ayala, explicó que lo que más echaban de menos era «jugar en casa» y «sentir la energía» de la Caracas que les vio nacer como músicos y como ciudadanos.
«No éramos conscientes de lo que extrañábamos estar acá. Sabemos que nos extrañaban y es un honor saber que nos extrañaban así», aseguró.
Eso sí, en los conciertos como en las conversaciones la crisis del país estuvo omnipresente e incluso la banda Desorden Público introdujo sus canciones recordando la crisis energética que vivió el país en marzo pasado, cuando los apagones se convirtieron en el escenario recurrente de la capital.
LA PEQUEÑA ODISEA
Pero organizar todo esto en una ciudad como Caracas, donde ni tan siquiera el suministro eléctrico está absolutamente garantizado en toda la ciudad, es una pequeña odisea que tuvieron que sortear los organizadores.
Jose Lasses, organizador del Cusica Fest, explicó que para cumplir con el objetivo de juntar a tres generaciones de bandas venezolanas y «hacer un gran punto de encuentro con la cultura» debieron hacer un gran esfuerzo para «tratar de traer a las bandas, que vinieran a Caracas y se sintieran cómodos con un proyecto que fuera una garantía en cuanto a poder hacer su música y que el público los pudiera recibir como lo merece».
El éxito fue evidente y Gustavo, otro de los asistentes, pidió que pese a la crisis se debería repetir «una o dos veces al año» porque es llega a todos «como venezolanos» y les lleva a «pensar en hacer cosa dentro del país».
«El que está adentro (del país) está haciendo una lucha y para aguantar esa lucha hay que tener este tipo de cosas», concluyó.
EFE
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