PDVSA
Vista de algunas banderas de la Estatal de Petróleos de Venezuela (PDVSA), en una fotografía de archivo. EFE/Miguel Gutiérrez

«La corrupción política, de la mano de la económica, se traduce en una especie de privatización del Estado. Los servidores de este pasan a ser «dueños» de los servicios públicos en vez de gestores de los mismos. Cobra fuerza el concepto de patrimonialización de estos servicios en detrimento de la idea democrática de atención al ciudadano. Y se induce a este ciudadano, de manera forzosa, a creer en la inocuidad, o incluso en la bondad, del fenómeno».

I.

Al ver la hilera de presos, inmediatamente vestidos de monos anaranjados y con grillos combinados en muñecas y tobillos era imposible no pensar en un show que se basaba en la imitación o tal vez ridiculización del sistema judicial de Estados Unidos. Eso, además de la evidente violación del debido proceso, que parece lo menos importante. Esos son los que sirven de excusa, los que en el circo romano lanzaban a las fieras para deleite del pueblo enardecido.

La pregunta que, por encima del vocerío de los locutores de canales televisivos se repite es ¿Dónde está Tarek El Aissami, el jefe de todos esos corruptos? Las teorías son varias: está preso en Fuerte Tiuna porque libre es demasiado peligroso. Está muy enfermo y casi moribundo. Vladímir Padrino lo sacó para Siria. Y Maduro, jefe y curruña de El Aissami, al fin, declaró en público que está ARRECHO. Gritando. Crispado.

II.

Desde que Hugo Chávez dio carta blanca al robo como forma legítima de vida la corrupción en Venezuela se ha desarrollado de manera exponencial y ha permeado todo el corpus de la sociedad: desde la Jefa de Calle que, retorciendo los datos del censo, se queda con 20 o 40 cajas de alimentos del CLAP que luego usa o vende, mientras su superior inmediato se queda por algún mecanismo igual de retorcido con 200 o 400. Y así. Hasta el ministro que administra millones de presupuesto y saca una tajada del mismo para él y sus cercanos. Este mismo ministro utiliza esa tajada para montar negocios con el Estado o con particulares por medio de compañías ficticias y testaferros.

III.

El crimen organizado ha penetrado con gran eficacia en este negocio del saqueo de las administraciones públicas. Comenzaron con la financiación de las campañas políticas para la elección a fin de asegurar posiciones y prebendas.  Después, para montar sus empresas ilícitas en el seno mismo del Estado: el gusano dentro de la fruta.

Citando a Lousie Shelley, de la American University:

«Es un hecho incontestable que la corrupción también es un instrumento idóneo para el crimen organizado y el desarrollo e implantación de sus métodos en sistemas políticos y económicos y en instituciones financieras, policiales o judiciales, con el fin de conseguir mayores espacios de impunidad. Ninguna forma de gobierno es indemne al desarrollo de las organizaciones criminales transnacionales, ningún sistema legal es capaz de controlar totalmente el crecimiento de ese crimen y ningún sistema económico o financiero está seguro frente a la tentación de obtener ganancias de niveles muy superiores a los que son alcanzables con las actividades legales».

De tal manera que el desfile de los anaranjados es solo levantar ligeramente el velo de un entramado brutal de corrupción que se ha construido en los últimos 20 años y que, muy significativamente, se ha contagiado a todos los países que sufrimos la franquicia castro-comunista. Por supuesto, no es que antes no hubiera casos de corrupción, sino que estos casos no estaban tan involucrados con asuntos como el narcotráfico, el tráfico de armas, la prostitución y todo lo demás imaginable.

Quizás el narcotráfico aquí luce menos agresivo que el de México, por mencionar alguno, porque la resistencia del Estado es leve y permisiva.

IV.

Cuando Chávez despidió a los trabajadores petroleros que no estaban manifiestamente con el proceso de su revolución «bonita» abrió la puerta a todos los niveles de la corrupción de la industria petrolera. Esto ha llevado a su paulatina e inexorable devastación: en lo visible, está, por ejemplo, la venta como chatarra de los balancines, las cabrias, los tubulares y todo lo metálico que pudieron arramblar.

Personalmente, en los últimos 5 años he presenciado el paso de gandolas cargadas -presuntamente- de los trozos de la infraestructura petrolera. Esas gandolas se dirigían al puerto de Guanta y de allí, cargadas en buques de diferentes banderas, salían del país hacia destinos desconocidos.

Los miles de niños y jóvenes que recogían trozos de metal por unos míseros ingresos solo aportaban migajas al caudal que recogían los centros de acopio. O que recogen, pues cerca de mi casa funciona uno y dicen que milmillonario. También dicen que los dueños de las gandolas eran empresarios árabes. Eso, como un dato marginal.

La devastación invisible se notaba en los centenares de empresas de servicios petroleros que llevan años sin cobrar de la matriz de PDVSA que los contrató y han ido a la quiebra o se han mantenido medio vivas esperando el milagro.

Ahora brota, como un pozo séptico rebosado, el grueso de la mierda y otros desechos, a raíz de que descubrieron un pequeño gazapo: desaparecieron entre 3 mil y 5 mil millones de dólares producto de la venta en caleta de 120 millones de barriles de petróleo, pagados mas no registrados en contabilidad alguna.

Según, la responsabilidad directa cae sobre Joselit Ramírez ¿Y dónde queda la auditoría interna de PDVSA? Y estando Ramírez en el entorno muy cercano de Tarek El Aissami ¿dónde queda la responsabilidad de este señor, ahora tan desaparecido? Porque después de su renuncia al cargo y su discursito de revolucionario fiel, nada más se ha sabido.

No está preso, dicen mis vecinos, con sabiduría de pescado dispizillado y guarapo de tamarindo, porque sabe mucho. Los gatos ríen: ese sabe más que pescao salao.

V.

La otra cloaca medio reventada es la del Arco Minero. Uno escribe eso en Google e inmediatamente aparecen hashtags como narcotráfico, crimen, prostitución.

Lo que allí sucede no ha sido demasiado comentado. En principio, no es un predio preferido del grupo El Aissami, aunque puede tener alguna concesión. El oro y los diamantes han sido siempre buenos negocios.

Los comparten con alegría rusos, chinos, garimpeiros de Brasil, grupos guerrilleros de Colombia, mineros, empresarios, putas y políticos de baja intensidad. Más sibilinos, pero en la misma zona, son los negocios con el coltrán y el uranio, que al parecer pertenecen casi exclusivamente a Irán.

Otro de los sometidos a la vindicta pública es Pedro Maldonado, otro amigo de El Aissami desde los días universitarios, quien después de un periplo de cargos había recalado en la vicepresidencia de la siderúrgica del Orinoco.

Alejandro Arroyo, otro de los detenidos de mono anaranjado, trabajó en ese sector del país corrupto, dicen que como testaferro de un tal Hugbel Roa, cuyo nombre aparece aquí y allá en todo el edificio de corrupciones: una Torre de Las Mercedes metafórica.

Dicen, en ese contexto, que la migración de los nuevos ricos surgidos de la administración chavista hacia ese sector caraqueño, Las Mercedes, fue muy auspiciada por Roa para favorecer los negociados de bienes raíces.

Y, por si fuera poco, surgen «Las muñecas del petróleo» en las que se ha ensañado, por supuesto, el Fiscal General de la Nación. Los videos de estas jóvenes, tan operadas de tetas y nalgas y costillas retiradas y todas las imperfecciones de la naturaleza corregidas, los vídeos que circulan en las redes, con esas muchachas cantando «quiero dinero, quiero dinero», rodeadas de lujos, lo que dan es una lástima profunda.

Las pusieron presas y son sometidas al escarnio público, pero son víctimas: apenas salidas de la niñez se dedicaron a gerenciar su belleza, se decantaron por el ejercicio de la profesión de meretrices sin medir las consecuencias ¿Y las familias?.

Hace unos años me encontré con una conocida, vecina de la casa de mis hijos y, en los saludos habituales, le pregunté por sus hijas: la mayor, médico egresada de la Universidad de Oriente.

La menor, separada bastantes años, estaba en Estados Unidos. -Trabaja de acompañante, me dijo la madre y con orgullo. No supe qué decir. No supe si era ignorancia o si era nomeimportismo o si era orgullo por su casa.

Y es eso: la corrupción es casi algo normal, inserta como está en el tuétano de la sociedad, la prostitución, los ilícitos, los robos: todo eso es normal. Y luego, lo pasan a videos: son tiktokers y un sector del país está feliz: los gusanos lo calienta y le hace agradables cosquillas hasta que revienta la vaina y se sueltan las semillas.

¿Qué seguirá en el destape? ¿La prostitución infantil, la pederastia? ¿El tráfico de huesos de difuntos? ¿El comercio con armas? ¿Los vehículos de superlujo en un país y qué bloqueado? ¿Las urbanizaciones compradas por narcos? Tal vez. Lo cierto es que se trata del mayor saqueo a una nación del que se tenga noticia.

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