JAVIER SALAS (El País)
En los meses anteriores a su muerte, Ihimure había entablado una importante amistad con Titus, el macho alfa del grupo. Y cuando Titus murió no se separó de él mientras el resto de los gorilas se acercaban a velar el cadáver. Incluso durmió esa noche junto a su cuerpo. Un año después, cuando murió Tuck, la hembra de mayor rango, durmió con ella su hijo menor, Segasira. Y de nuevo, en torno al cuerpo se congregó la manada, realizando todo tipo de comportamientos dirigidos a ella, desde gestos de cuidado hasta demostraciones violentas. Los gorilas dejan clara su contrariedad por la muerte de sus compañeros con rituales y gestos conmovedores que recuerdan a la pena que sentimos los humanos. Un hito que tumba por completo la leyenda de que son simios brutales, esa que comenzó a derribar la pionera Dian Fossey.
El equipo de primatólogos que sigue a este grupo de gorilas de las montañas en Ruanda tuvo la suerte de presenciar y grabar estos funerales. Ahora publica un estudio en el que analiza lo sucedido en estas muertes y en otra posterior en otro grupo muy distinto que también se grabó. Y acaba su trabajo con una conclusión controvertida: «Esta observación [el comportamiento de Ihimure y Segasira] puede sugerir que los humanos no son únicos en su capacidad de afligirse».
Los científicos registraron otro comportamiento incluso más conmovedor. Mientras Segasira cuidaba del cadáver de su madre, se inclinó sobre ella e intentó mamar de su pecho durante varios segundos, a pesar de que hacía ya tiempo que había sido destetado. Este gesto se interpreta como una demostración de «lactancia de consuelo», un comportamiento que lo calmaría al estimular la liberación de oxitocina, una hormona que tiene efectos inhibidores del estrés, según explica el estudio, liderado por Amy Porter, del Dian Fossey Gorilla Fund International.
«Uno de los temas más controvertidos que rodean la muerte animal es si sufren la pérdida de un miembro de su familia o un miembro del grupo al que están estrechamente vinculados. Entre los primates, especialmente los grandes simios, hay pruebas convincentes de comportamiento y respuestas fisiológicas de que se apenan ante la muerte», asegura el estudio. Ponen como ejemplo que los chimpancés comparten con los humanos determinados circuitos neuroendocrinológicos que se activan durante estados emocionales como el de la aflicción. En este estudio se analiza lo sucedido en tres muertes, los únicos tres casos en los que se pudo recopilar información detallada sobre el comportamiento de los gorilas de las 42 muertes que el grupo ha podido registrar.
«Muchos investigadores se apresuran a descartar la pena como una explicación de los comportamientos observados debido a que es algo especulativo», asegura Porter por correo electrónico. Según explica la primatóloga, no hay forma de saber con certeza lo que un animal está pensando o sintiendo, «pero eso también se aplica a los humanos y, sin embargo, no parece que estemos tan molestos al afirmar que otro humano está sufriendo». «Creo que tenemos mucho que aprender acerca de las formas en que los animales se relacionan con el mundo y estoy seguro de que experimentan emociones que son mucho más complejas de lo que a menudo explicamos», afirma.
La caída de Titus
Primero llegó la muerte de Titus, el espalda plateada de este grupo que vive en el Parque Nacional de los Volcanes de Ruanda. Falleció en esas montañas ruandesas el 14 de septiembre de 2009, el mismo día que moría Patrick Swazye en Los Ángeles. Tres semanas antes de su muerte, se incorporó al grupo un nuevo espalda plateada, Umushikirano, más joven que Titus y que amenazaba su liderazgo. Para evitarlo, Titus obligó a toda la manada a recorrer largas distancias cada día con la intención de deshacerse del joven rival. Pero Umishikirano lograba integrarse poco a poco y comenzaba a comportarse de forma sexualmente agresiva hacia Tusk, la única hembra adulta, que lo rechazaba violentamente con ayuda de sus hijos.
Las intensas caminatas habían debilitado enormemente a Titus, que apenas juntaba fuerzas para hacer frente a su rival usando gruñidos. Además, durante el viaje habían tenido que enfrentarse a un gorila adulto solitario, que dejó malherido a Ihimure, el mejor amigo de Titus. Su jerarquía estaba derrumbándose. El grupo dejó de avanzar. Durante los siguientes cinco días, el jefe de la manada casi ni se movió de su nido para comer, hasta que finalmente una mañana ya no se levantó.
El equipo que los observaba descubrió su cadáver en el nido, con Ihimure descansando junto a él. El resto de la manada se había dispersado, formando dos grupos: en uno Tusk con sus hijos y en el otro el joven macho Umushikirano con las tres hembras jóvenes. A pesar de la tensión que reinaba, todos fueron a darle un último adiós a su líder, turnándose para permanecer unos cuantos minutos junto al cuerpo, observándolo. Un ritual que solo se interrumpía cuando el aspirante a macho alfa golpeaba su pecho mientras gritaba. A la mañana siguiente, después de que Ihimure pasara la noche velando el cadáver de su amigo, se produjo el cambio de líder: «Umushikirano y las tres hembras anidaron a 15 metros del cuerpo de Titus mientras Ihimure dormía en el nido con el cadáver. Después de 45 minutos, los animales se movieron a 100 metros de distancia para alimentarse. Umushikirano hizo 23 ruidosas vocalizaciones mientras los demás se alimentaban». El joven se acababa de coronar: el análisis de ADN reveló que Umushikirano es hijo de Titus, un episodio digno de Sófocles.
Un año después, el 6 de septiembre de 2010, el equipo de campo descubría a Tusk muerta en su nido a primera hora de la mañana, después de 20 días de rápido deterioro en los que siempre estuvo acompañada por sus dos hijos. El mayor, Urwibutso, y el pequeño, Segasira, estaban a su lado mirándola junto a otras dos gorilas adultas.
Además de los conmovedores gestos del pequeño, hubo algunos comportamientos llamativos, como la violencia con la que aparentemente trataron al cadáver tanto el macho alfa como el hijo mayor de Tusk (ver vídeo). Urwibutso comenzó a realizar gestos desafiantes junto al cuerpo de su madre hasta que pasó por encima pateándola. Más tarde, el líder Umushikirano hizo acto de presencia en el velatorio, asustando a la concurrencia con su puñetazo al cuerpo de Tusk. Los primatólogos explican que estos gestos no son de violencia sino de contrariedad, «de despertar al individuo muerto», porque puede que los animales no entiendan al principio que se trata de un cambio irreversible. «La agresión hacia los cadáveres también puede ser un signo de frustración por los intentos fallidos de despertar al individuo muerto», explican, una hipótesis que encaja a la perfección con la actitud del hijo mayor de Tusk.
Por último, los investigadores del Dian Fossey Gorilla Fund International añaden a su estudio otro funeral de gorilas observado en 2016 en la República Democrática del Congo. En este caso, se trataba de un grupo de gorilas, de la subespecie de las llanuras, que se encontró de forma fortuita con el cadáver de un espalda plateada. Su reacción fue totalmente inesperada. «El comportamiento más sorprendente fue sin duda la similitud con las respuestas de comportamiento hacia los cadáveres de los miembros integrantes del grupo y un miembro presuntamente desconocido que no pertenece al grupo», asegura Porter. «En los tres casos, casi todos los miembros del grupo se sentaron en silencio alrededor del cadáver y muchos individuos olfatearon, lamieron y asearon el cadáver». Ante el cuerpo de un congénere desconocido, los gorilas de las llanuras seguían mostrando un respeto y una curiosidad genuina, tocando, acariciando e incluso lamiendo el cuerpo. El macho alfa del grupo realizó el mismo despliegue desafiante que se observó en las otras muertes y, después de lamerlo y olerlo, hizo rodar el cuerpo violentamente sobre la maleza.
Despiece
Velatorios peligrosos
Este comportamiento tan sensible de los gorilas puede suponer un gran riesgo para su viabilidad como especie. Los gorilas están en peligro crítico de extinción y una de sus amenazas son las epidemias, sobre todo las de ébola, que suelen diezmar su población. Por eso, esta actitud que demuestran con los cadáveres puede ser un riesgo a tener en cuenta. «La inspección detallada de cadáveres realizada por casi todos los miembros del grupo en nuestros tres casos sugiere que la transmisión directa de animal a animal, así como la transmisión de grupo a grupo, podrían desempeñar un papel fundamental en la amplificación de brotes de enfermedades entre los gorilas», aseguran en el estudio. Este hábito de toquetear y lamer a los cadáveres, si fuera un caso de ébola, podría acabar con toda la manada: la mortalidad de la enfermedad puede alcanzar hasta el 95% en estos grandes simios.
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