París.- El presidente francés, Emmanuel Macron, asumió este miércoles toda la impopularidad que puede acarrearle la reforma de las pensiones que acaba de adoptar su Gobierno y que está provocando una gran contestación callejera y el rechazo casi unánime de la oposición política.
En su primera intervención pública tras la adopción el pasado lunes de la reforma, Macron defendió la necesidad de retrasar la edad mínima de jubilación para equilibrar unas cuentas públicas lastradas por la crisis del covid y las consecuencias de la guerra de Ucrania, al tiempo que apostó por su entrada en vigor este año.
Superado el trámite parlamentario, por tan solo nueve votos en una Asamblea de 577, el texto está ahora pendiente de recibir el aval del Consejo Constitucional antes de que Macron pueda promulgarlo.
«Reformar las pensiones siempre ha sido impopular (…) Pero entre los sondeos a corto plazo y el interés general del país, elijo el interés general del país», señaló en una entrevista en las dos principales televisiones del país el presidente, elegido hace menos de un año y que no puede optar en 2027 a un tercer mandato.
Macron aseguró «respetar» las multitudinarias manifestaciones convocadas por los sindicatos, que mañana vivirán su noveno capítulo, el primero desde la adopción del texto.
Pero rechazó tanto los actos violentos que se vienen repitiendo en los últimos días, que llegó a comparar con el asalto del Capitolio en Estados Unidos o al Parlamento de Brasil, y los bloqueos de sectores económicos, como las refinerías o la recogida de basuras.
«No podemos aceptar ni facciosos ni bandos», advirtió Macron, que indicó que muchos parlamentarios y alcaldes que apoyan sus políticas han sido blanco de actos violentos y amenazas.
El presidente reconoció que no ha sabido explicar a sus conciudadanos la necesidad de adoptar su reforma, que cuenta con un 70 % de rechazo, pero reiteró su confianza en el actual Gobierno para «acelerar» sus políticas de reindustrialización y creación de empleo, para favorecer a un máximo de franceses.
A la clase media que se considera perjudicada por las reformas y que no tiene derecho a ayudas estatales, le prometió cargas extra a los beneficios extraordinarios de las grandes empresas y un ajuste de los subsidios a los más desfavorecidos para favorecer su reinserción laboral.
«Vamos a continuar avanzando a marchas forzadas», dijo el presidente, que anunció nuevas políticas en el ámbito de la educación, la sanidad y la ecología, además de un mayor gasto en seguridad y en defensa.
Sus palabras recibieron el rechazo unánime de la oposición, que le acusó de no responder a la fractura social provocada por su reforma de las pensiones.
El izquierdista Jean-Luc Mélenchon y la ultraderechista Marine Le Pen coincidieron en tildarle de «tirano», de «despreciar» al pueblo y de no responder a las demandas sociales.
Similares argumentos tuvieron los principales líderes sindicales, a quienes el presidente reprochó no haber presentado una alternativa a su reforma de las pensiones.
«SE RÍE DE NOSOTROS»
«Se ríe de nosotros y desprecia a los millones de personas que se manifiestan en el país», aseguró el líder del combativo sindicato CGT, Philippe Martinez, que promete más jornadas de lucha, a comenzar por la de este jueves.
Además de cientos de miles de manifestantes en las calles, los transportes públicos estarán muy perturbados y, de nuevo, se anularán vuelos (30 % en Orly, 20 % en Marsella, Toulouse y Lyon) mientras que muchos profesores no acudirán a las escuelas.
Macron defendió las actuaciones excepcionales para evitar bloqueos, como la reapertura forzosa de depósitos de combustible o la recogida de basuras en ciudades como París, para evitar la parálisis económica.
Un clima que dificulta la voluntad de Macron de recobrar el diálogo con los sindicatos, una de las tareas que encargó a su nuevo Gobierno.
Junto a ello, la primera ministra, Élisabeth Borne, deberá «ampliar su mayoría parlamentaria», lo que pasa por conseguir los pactos que no logró para hacer avanzar la reforma de las pensiones, lo que le obligó a recurrir a un artificio constitucional que le obligó a someterse a dos mociones de censura.
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