Por Luis Ramón Perdomo Torres ([email protected])

Como quisiera estar escribiendo sobre un tema menos doloroso, pero en atención a que como cristiano tenemos que, asumir cada circunstancia de la vida con suficiente entereza y esperanza, tal como nos los señala el texto bíblico: “Alégrense con los que están alegres, lloren con los que lloran” (Rom 12,15). Así que nos corresponde estar tristes ante tantas muertes injustas, ante tantos atropellos contra la vida, ante tanta impunidad y ante una administración de justicia totalmente ciega a la hora de castigar los abusos de poder.

Y como quisiera pasar de un momento de nostalgia a un momento de alegría, esos fulgores tan repentinos que son indescriptibles, propios de la infancia o a la llegada de la adolescencia. Un momento como el que vivimos muchos, al llegar la navidad, escuchábamos: “mamá, ¿Dónde están mis juguetes?, una canción, cantada por Raquel Castaño, en el que nos poníamos tristes, pero ante la presencia de nuestros familiares, y de lo poco o lo mucho que siempre había para compartir, enseguida se pasaba al jolgorio.

Hoy la cruda realidad es otra, ya que, nos consternamos con la desagradable noticia de que el capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, murió producto de las sádicas torturas a las que había sido sometido por la sola presunción de ser un conspirador. Y sin lograr reponernos de esa noticia tan infamen, nos llega otra, como la anterior, en la que al jovencito Rufu Velandria, recibió la descargan 52 perdigones en la cara que le causa la pérdida total de su visión, solo por estar protestando, reclamando el servicio del gas doméstico, en un país que, según las estadísticas oficiales, sino somo el primero estamos entre los primeros en tener la mayor reserva de gas.

Seguramente Rufu, no ha escuchado la canción de los juguetes, pero es aterrador el testimonio de su mamá, cuando su hijo le dijo: “mamá, ¿dónde están mis ojos?, si no veo prefiero morirme”. Y es esa la pregunta colectiva que debemos hacernos, no para entrar en un una actitud derrotista, sino más bien, la de abrir los ojos del corazón, y entender que si hemos tocado fondo, debe ser para impulsarnos en la búsqueda del reencuentro de toda la sociedad, no poniendo metas cortoplacistas, ni buscando mesías transitorios, sino lideres que de la mano de toda la sociedad, tracen la hoja de la ruta, que aunque no complazca a todos, sea la que garantice la implementación de un estado de derecho y de progreso para todos los venezolanos.

Y al volver a iluminarnos con la Palabra: “Hermanos, no se tomen la justicia por su cuenta, dejen que sea Dios quien castigue, como dice la Escritura: Mía es la venganza, yo daré lo que se merece, dice el Señor. No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal con el bien” (Rom 12,19.21).  Nos damos cuenta que, todas las horas de adoración al Santísimo, y nuestros encuentros ciudadanos, no son en vano, prueba de ello es el contundente informe sobre las violaciones de los derechos humanos de la Sra. Bachelet, ante la ONU.  Ánimo.

 

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