Los bulos racistas se propagan velozmente en las redes sociales alimentados por extremistas que criminalizan la inmigración y atribuyen falsamente asesinatos y otros delitos a extranjeros, como ha ocurrido recientemente en España y el Reino Unido.
El asesinato de un niño hace una semana en un pueblo español y el apuñalamiento múltiple que causó la muerte de tres niñas en la localidad británica de Southport a últimos de julio desencadenaron una ola de acusaciones no fundadas contra la población foránea.
Esto constata «las graves consecuencias de la desinformación y los discursos de odio en redes», dice a EFE María Tejada, coautora de la investigación ‘El avance de la xenofobia en Europa’.
En el caso británico, no es cierto que el supuesto autor fuera un terrorista infiltrado llegado en barco al país, como se decía en redes, sino un muchacho de 17 años nacido en Gales de padres ruandeses.
Pero el malestar pasó de internet a las calles del Reino Unido, con cientos de detenidos en disturbios promovidos por activistas de extrema derecha.
A la vista de lo ocurrido, Tejada lamenta «el salto» que esto supone, ya que son un claro ejemplo de que, lejos de disminuir, los discursos de odio aumentan y «ya no se ciñen a círculos cerrados en redes sociales, sino que están en la calle e impactan en nuestra realidad».
Deshumanizar al diferente
Según un informe del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones español, la mayoría de los mensajes de odio en redes atacan a personas originarias del norte de África (33,7 %) y contienen un discurso islamófobo (26,2 %), dos categorías que afectan a una misma población: la marroquí, segunda nacionalidad extranjera más numerosa del país.
Más de la mitad de los discursos de odio en redes sociales se usan para deshumanizar o degradar de manera grave a la víctima (53,7 %); un 28,2 % presentan a los inmigrantes como amenaza; y en un 21,6 % de los casos, se incita a la expulsión, agrega el estudio.
«Las redes sociales actúan como una caja de resonancia», sintetiza Tejada. «Pero estos grupos se refuerzan al comunicarse solo entre afines, y eso crea la falsa sensación de que son mayoría y se sienten legitimados para salir a la calle a imponer su opinión», y pone como ejemplo el asalto al Capitolio de Estados Unidos en 2021.
Las redes «facilitan que el discurso de odio de grupos minoritarios llegue a la calle y se debatan temas como la inmigración, que ellos ponen en la agenda», y esto es un paso previo a explosiones de violencia como las de Gran Bretaña.
Es una violencia que se podría haber producido en España, donde aumenta día a día la llegada irregular de inmigrantes desde África, a raíz del asesinato reciente de Mateo, de once años, mientras jugaba en un campo de fútbol de la pequeña localidad de Mocejón.
Pero «se frenó a tiempo por la resolución rápida del crimen y la detención de un acusado, que no era inmigrante», relata Tejada.
En este caso, numerosos mensajes aseguraban en redes sin pruebas que el criminal era un inmigrante magrebí.
La familia del niño pidió «recapacitar como sociedad» y «que se acabe con el odio, la xenofobia, la homofobia y cualquier tipo de violencia».
Problema antiguo e internacional
Tejada subraya que el fenómeno es internacional y se debe tratar a nivel global, aunque aquellos países con partidos antiinmigración más fuertes son más susceptibles sufrir episodios de violencia.
Y según Manuel Ródenas, presidente de la Asociación de Abogados y Abogadas Contra los Delitos de Odio, la situación en torno al crimen de Mateo «no es algo nuevo», sino «un problema que está ahí desde hace mucho tiempo».
«Vivimos en una sociedad muy polarizada, donde hay ciertos valores que están diluidos o directamente desaparecidos, de respeto a la diversidad y a las personas. Cuando en una sociedad esto no es un valor generalizado, surgen estos discursos y delitos de odio», explica a EFE.
Y no es un fenómeno, añade, que se genere en las redes sociales y se mantenga en el ámbito virtual, sino que ese espacio se «retroalimenta» con el mundo real en un círculo vicioso.
Por todo ello, respalda la petición de la Fiscalía española de encontrar mecanismos para acabar con el anonimato en redes sociales, ya que «la autoría de un mensaje es muy fácil de esconder» en los entornos digitales y es preciso «hacer una debida defensa de las víctimas».
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