La líder político María Corina Machado aseguró este sábado al periodista Andrés Gerlotti del medio ABC de España que ha considerado en numerosas ocasiones huir del país o correr el riesgo de ser arrestada por la actual gestión de gobierno.
María Corina Machado, desde su secreto refugio, dedica todos sus esfuerzos a concretar la transición que saque a Nicolás Maduro del poder.
Acostumbrada a desplazarse por todo el país, ahora Machado, por seguridad, ha tenido que reducir su lugar de trabajo a una pequeña sala, desde donde dirige una batalla contra quienes han ostentado el poder de la nación durante el último cuarto de siglo.
Su actividad es frenética y su agenda apretada, pero la líder opositora encuentra unos minutos para conversar con ABC a través de una videollamada. Sin embargo, aprovechando las bondades de su teletrabajo obligado —y quizás creyendo que la prensa escrita no necesita vídeo—, Machado se conecta a la reunión únicamente con audio.
—¿¡Esto es con vídeo también!? —pregunta ella— ¡Uy, pero yo no me arreglé!
—Bueno, pero no lo necesita…
—Nooo, ¡qué te pasa! —dice risueña—. Déjame arreglarme un poquito nada más y poner luces, que aquí ya no tengo buena luz.
Al poco tiempo aparece en la pantalla la imagen de una María Corina sonriente.
—Este sábado has convocado manifestaciones en todo el mundo…
—A propósito de cumplirse dos meses de la victoria apabullante de los venezolanos, vamos a sacudir el mundo. Nos vamos a encontrar los venezolanos dentro y fuera del país, así como también muchísimos ciudadanos de distintas nacionalidades que sienten que Venezuela es su causa también. A partir de este sábado se inicia una nueva etapa que yo llamo del ‘enjambre’. Ellos tienen armas, plata, aparato represivo y medios de comunicación masivos que ya nadie ve ni cree. Nosotros tenemos gente. Tenemos la verdad, tenemos la razón, y, desde luego, tenemos una estrategia muy robusta que hemos ido ejecutando con disciplina. Nos adaptamos a estas nuevas realidades y por eso la dinámica de la presión ciudadana y la movilización en Venezuela adopta nuevas formas; ya no serán concentraciones nacionales con muchísima gente, sino descentralizadas e hipercoordinadas. En vez de una manifestación de 50.000 personas, serán mil en todo el país de 50 personas cada una.
—Esta semana habló Zapatero por primera vez de la crisis poselectoral. Dijo que prefería mantenerse al margen por su deber de «lealtad» a Venezuela. ¿Cree que su silencio es lealtad al país o lealtad hacia Maduro?
—Creo que la indiferencia y el silencio de cualquier ciudadano del mundo en esta hora termina siendo complicidad con el sistema. Todo el mundo sabe lo que pasa en Venezuela y callar, quien sea que lo haga, es ser cómplice de un sistema criminal. E ir más allá es incluso más condenable. Quiero decir, hacerse parte de operaciones del régimen que claramente buscan dañar a la oposición.
—En esas declaraciones Zapatero se identificó como un «facilitador». ¿A ustedes les ha facilitado algo?
—A mí no, nunca. Ni se lo he pedido ni se lo pediré.
—Dicen que el mediador de Zapatero fue Eudoro González. ¿Lo conoce?
—No, personalmente no.
—¿Qué cree que busca Nicolás Maduro para dejar el poder? ¿O no está dispuesto a abandonarlo nunca?
—Maduro va a aceptar que tiene que negociar el día que el costo de permanecer en el poder sea más alto al costo de dejar el poder, y no hemos llegado aún a ese punto. Por ahora. Pero vamos en esa dirección. Hay que reducir los costos de salida, y eso es producto de una negociación con garantías, con incentivos. Pero también hay que aumentar el costo de permanencia, y eso se hace aumentando el costo de represión, restringiendo los ingresos de sus negocios ilícitos y demostrando que el mundo no va a pasar la página.
—Daba la impresión de que Petro y Lula da Silva iban a ejercer un liderazgo en las negociaciones, pero parece que han abandonado ese papel. ¿Esa tibieza con la que hablan es por complicidad con Maduro o cree que están cuidando su papel de mediadores?
—Creo que es lo segundo. Pero es evidente que esa aproximación o esa estrategia no está funcionando. Y el régimen puede estar tratando de darles largas, creyendo que con eso gana tiempo. Mientras tanto, está aumentando la migración hacia Brasil. Las cifras son escalofriantes. Según la plataforma R4V, el promedio de venezolanos que salían por la frontera con Brasil el mes antes del 28 de julio era de 50 personas al día. Y ya la semana pasada hubo picos que pasaron las 900 y las mil personas. Esto es brutal. La gente no se va porque amenacen con sanciones al régimen. Todo lo contrario. Se va cuando siente que no tiene futuro en su país. La migración prácticamente se había parado antes del 28 de julio porque los venezolanos sabíamos que venía una victoria. Yo no quiero que nadie se nos vaya, porque este es el momento de luchar aquí y lograr que el 10 de enero Edmundo González se juramente en Venezuela como presidente constitucional.
—¿Cómo le afecta esta clandestinidad forzosa? Básicamente vive en una cárcel con wifi…
—Ha sido todo un proceso de descubrimiento personal y de entender cómo tenemos que saber adaptarnos a los nuevos retos y desafíos. Durante los últimos años he estado todos los días de mi vida rodeada de miles y miles de personas. Que nos abrazamos, que nos acariciamos, nos besamos. Y de repente no ver absolutamente a nadie… El contacto humano es algo que siempre es necesario. Pero, por otra parte, ha sido tan intenso en términos de la cantidad de trabajo, de lo que hemos ido logrando… Nunca me imaginé que uno podía tener más trabajo después de ganar una elección que antes para ganarla —dice entre risas—. Pero logramos que el mundo entero supiera la verdad, esa batalla la ganamos.
—Pero ¿cuál es el precio personal que ha tenido que pagar por esta lucha?, ¿cómo le ha afectado a su vida?
—Afecta muchísimo, porque, además, te pierdes unos momentos que no vuelven. Bien sean de alegría o de tristeza. En tus amistades, en tu familia. Tengo una amiga muy enferma, y no poder acompañarla es algo que me desgarra. Y al mismo tiempo, sé que ella quiere que yo esté aquí. Pero este es el tipo de situaciones en las que pienso en los venezolanos que se han tenido que ir y que no han podido enterrar a sus abuelos o asistir, como tampoco pude yo, a la graduación de sus hijos. Los que llevan años afuera, los que están presos… Vivir esto también es una forma de acercarte más a lo que viven otros venezolanos, y sin duda a exigirse uno mismo más.
—Respóndame con un nombre: ¿quién le inspira?
—Cada venezolano que lucha.
—Pero dígame algún personaje, alguna figura histórica…
—No, no —ríe descartando la idea—. Mis referentes no son históricos. Mis referentes son de hoy. Me inspira el que hoy está luchando. Aquel al que le marcaron su casa y se fue, y regresó. Me inspiran los millones de héroes anónimos.
—¿Qué pasaría si Edmundo González no se puede juramentar el 10 de enero?
—La pregunta es al revés. Cada uno de nosotros tiene que preguntarse ¿qué tengo que hacer yo para que Edmundo González se juramente con su banda presidencial el 10 de enero? Así tenemos que formular la pregunta. Porque esto no depende sólo de mí. Esto es un momento en el que cada venezolano tiene que preguntarse cómo contribuir.
—Ha insistido en que no concibe su vida fuera de Venezuela, pero ¿qué sucedería si hoy tuviera la certeza de que va a ser detenida? Si la acorralan como a Edmundo González y le obligan a elegir entre cárcel o exilio.
—He estado en esa posición muchas veces… Y estoy aquí en Venezuela.
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