Montevideo.- De Medellín viajó a Ushuaia para un trabajo más como oficial médico a bordo de un crucero, pero cuando el COVID-19 llegó al Greg Mortimer tuvo que actuar rápido, asistió a todos como pudo y resultó infectado. Tras estar hospitalizado, confiesa que aquel viaje «era una invitación al desastre».
De vuelta en su cabina a bordo del Greg Mortimer, crucero que captó la atención de la prensa internacional al quedar varado a 20 kilómetros de Montevideo con buena parte de sus pasajeros afectados, el colombiano Mauricio Usme se muestra sereno y cuestiona por qué la compañía decidió seguir adelante con el viaje.
En diálogo, pese a las dificultades que supone la conexión a Internet en el barco que ya solo tiene a su tripulación a bordo, ya que los pasajeros fueron repatriados a sus respectivos países, Usme relata la travesía que comenzó cuando se embarcó en el crucero Greg Mortimer, de la compañía australiana Aurora Expeditions, el 18 de diciembre de 2019 en Ushuaia (Argentina).
Un viaje distinto
Para el colombiano de 46 años, doctor especializado en Medicina de Emergencias por la Universidad de Antioquia en el año 2000, la experiencia de subirse a un crucero como oficial médico a bordo no era nueva.
Usme, que desde 2017 ha trabajado en cruceros de 3.500 pasajeros de la línea Carnival Cruise Line, con viajes por Australia, Estados Unidos y el Caribe, pensaba que esta sería otra ruta más y que el 5 de mayo, desde Cartagena (Colombia), volvería a casa.
Sin embargo, cuando supo que el Greg Mortimer, un crucero de 104 metros de largo con capacidad promedio de 126 pasajeros, que tenía previsto un recorrido por la Antártida y las Islas Georgias del Sur, iba a navegar, pese las recomendaciones sanitarias a raíz de la pandemia del COVID-19, comenzó a preocuparse.
«Llegamos a Ushuaia el 15 de marzo convencidos de que no íbamos a tener más viajes porque las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, de los gobiernos, era parar todos los viajes, desembarcar los pasajeros y estar ‘stand by’ (en espera)», afirma.
A raíz de ello, el oficial médico dice que fue una sorpresa cuando ese día se embarcaron los pasajeros provenientes de Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y algunos países europeos que, aunque estaban asintomáticos, podían haber contraído la enfermedad.
«Era una invitación al desastre. Ese fue un viaje que nunca debió haberse hecho, ese viaje se debió haber cancelado desde antes. No sabemos cómo esa gente fue capaz de pasar los filtros de los diferentes países», subraya Usme.
Cuando el 22 de marzo uno de los pasajeros comenzó a tener fiebre, el médico colombiano activó el protocolo de aislamiento en las cabinas, pero la situación era difícil.
«El barco tenía que seguir funcionando con las personas que repartieran los alimentos y la gente de ingeniería; entonces había un flujo de personas que fueron convirtiéndose en portadores asintomáticos y esparciendo el virus», relata.
En ese período, Usme se encargó de controlar la temperatura de todos y detectar los pacientes de riesgo. Había «muchas personas mayores de 60 años, algunos asmáticos y diabéticos», afirma.
Según el doctor, si bien el barco tiene un centro asistencial con buenos equipos, los medios de protección para evitar el contagio no eran suficientes y, cuando comenzó a registrar casos de neumonía, se necesitó asistencia.
El 31 de marzo el crucero, que no obtuvo permisos para atracar ni en puertos argentinos ni en las Islas Malvinas (británicas), se acercó a Montevideo en busca de asistencia.
Un día después, el único oficial médico comenzó a tener fiebre.
La ciencia y la fe
Usme, casado hace 23 años y padre de tres hijos, uno de ellos estudiante de Medicina, se considera un hombre católico y, según expresa, basa su vida personal y su carrera de medicina en Dios.
«La fe es lo que me ha mantenido sano física, mental y espiritualmente (…) No soy una persona que se puede tomar como ejemplo de cristiandad porque soy un hombre muy imperfecto pero sí estoy buscando el camino para acercarme a lo que Dios quiere», manifiesta.
Después de estar aislado en su cabina con fiebre varios días, el encargado de la salud del buque fue trasladado el 10 de abril, aprovechando el corredor humanitario que coordinó Uruguay y permitió la evacuación de 112 pasajeros, al centro hospitalario Casmu, en Montevideo, donde dio positivo al test del COVID-19 y recibió tratamiento.
De todas formas, más allá de agradecer al equipo de Casmu y a los dos médicos venezolanos residentes en Uruguay que retomaron su labor en el Greg Mortimer, Usme asegura que sin su fe en Dios no podría haber afrontado la enfermedad.
«Siempre en mi casa nos han inculcado la fe católica, la fe en Dios, la fe viva y eso me ha ayudado mucho; si no fuera por la fe yo me hubiera derrumbado. Estoy completamente seguro que la evolución médica que he tenido tiene mucho que ver con la misericordia de Dios», puntualiza.
Aliento y advertencia
Tras ser dado de alta, el médico retornó al barco, donde permanece aislado. Desde allí, asegura sentirse bien, aunque sigue dando positivo.
Por otro lado, enfatiza que, aunque la compañía evalúa seguir rumbo hacia las Islas Canarias (España) una vez finalizada la cuarentena de los tripulantes, como médico no está de acuerdo y reclama esperar a que se pueda desembarcar en Uruguay.
«Yo estoy en el barco, no me puedo tirar al mar, el barco se mueve conmigo y hago completamente responsable a este barco, a esta compañía, tanto de mi salud como de mi repatriación como de mis salarios, porque viajar es un riesgo innecesario», concluye.
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