Managua.- Nicaragua, de la mano del exguerrillero sandinista Daniel Ortega desde 2007, ha impuesto un modelo de mano dura y control total del Estado, que mezcla las políticas de Cuba, China y Venezuela, según analistas y políticos consultados por Efe.

Hasta abril de 2018, el modelo del Gobierno del presidente Ortega era el de mantener una alianza de consenso con el gran capital y con los sindicatos que los sandinistas controlan desde que perdieron el poder, en las urnas, en 1990, mientras sostenía supeditados los demás poderes del Estado, Ejército y Policía.

DEL CONSENSO, A LA MANO DURA

Ese modelo corporativo permitió a Nicaragua un crecimiento económico por ocho años consecutivos, hasta que estalló una crisis social y política en abril de 2018 por unas controvertidas reformas a la seguridad social, cuya respuesta del Gobierno, que recurrió a la fuerza para aplastar las manifestaciones, causó un divorcio entre el Ejecutivo y los empresarios organizados.

Hoy el modelo sandinista es comparado con el de Cuba, China o Venezuela, que usan la fuerza para contener a los disidentes.

Otros creen que se trata de un modelo propio, armado con partes de los anteriores.

Al Gobierno sandinista, los organismos humanitarios, le atribuyen cientos de muertos, uso desproporcionado de la fuerza, ejecuciones sumarias, desapariciones forzadas, obstrucción a la atención médica, detenciones arbitrarias o ilegales, torturas, violaciones sexuales, criminalización de los líderes sociales, y hasta crímenes de lesa humanidad, incluyendo ejecuciones extrajudiciales.

INFLUENCIA CUBANA

Para la presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Vilma Núñez, el modelo «orteguista» tiene raíces cubanas castristas, que fue alimentada y fortalecida por la ayuda venezolana otorgada por el fallecido presidente Hugo Chávez.

Núñez, una disidente sandinista que habló con Efe en una casa de seguridad y bajo una coordinación minuciosa para evitar a la Policía, dijo haber documentado que en 2018 hubo «una presencia masiva de agentes cubanos en Nicaragua», sobre todo para aplicar torturas sin dejar señas.

Los métodos «orteguistas» destacan porque no llaman la atención internacional, según Núñez, como acusar a opositores de delitos comunes, asedio contra excarcelados, ejecuciones en zonas alejadas, prohibición de manifestaciones, evitar reuniones y prohibir cantar el himno de Nicaragua, alzar la bandera nacional o vestir sus colores patrios.

«IMPORTÓ MODELO REPRESIVO CUBANO»

El director ejecutivo de la opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, Juan Sebastián Chamorro, también señala el nexo cubano.

«El modelo represivo es el cubano. Está clarísimo. Están dejando todas las evidencias sobre el área del crimen: atacan a grupos específicos, reprimen todo lo que tiene que ver con información, el sistema represivo está siguiendo las directrices de La Habana», apuntó.

Chamorro observó que en Venezuela la gente puede manifestarse en las calles, en Nicaragua no, pero consideró que el modelo de Ortega es poco sostenible, porque, contrario a Cuba, los nicaragüenses saben vivir en democracia, y su Gobierno tampoco tiene el petróleo del venezolano.

Esto limita los espacios de acción de Ortega, según Chamorro, porque «aquí tenemos un sector privado pujante como principal agente económico».

FACTOR CHÁVEZ

Para la constitucionalista Azalahea Solís, la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez (1954-2013) afectó negativamente a América Latina y fue «gravísimo para los nicaragüenses», porque coincidió con el regreso de Ortega a la Presidencia.

«Venezuela, Cuba, Nicaragua, los tres necesitan sobrevivir. Las cúpulas actúan con un nivel de control, de centralismo, al margen de reglas y de los intereses de la sociedad. Quieren mantener cúpulas familiares o de partidos», argumentó.

La diferencia, según Solís, es que Ortega «ha superado la represión con respecto a los otros dos países, aunque en los otros hay un sistema brutal».

La constitucionalista reconoció que es difícil explicar cómo el exguerrillero sandinista, una vez retornó al poder, en 2007, empezó «a perseguir a intelectuales, feministas y periodistas».

«¿Qué régimen de izquierda los persigue?, ¿qué régimen de izquierda persigue a un icono como (el poeta y sacerdote) Ernesto Cardenal?. Sólo alguien perverso», razonó.

Los aparentes excesos de poder y corrupción han llevado a que Estados Unidos haya emitido sanciones a familiares, allegados y empresas relacionadas con Ortega, «con lo que su autoridad queda más disminuida, más cuestionada, y él queda más en calidad de delincuente», apuntó.

«MADE IN» CHINA

El analista político Eliseo Núñez tiene otra versión: «El modelo no es ni Cuba, ni Venezuela, es más parecido a China».

«Un control férreo de la política, de todo el sistema jurídico, a los agentes económicos les permitía hacer negocios bajo márgenes, para él tener seguridad», acotó.

Según el analista, Ortega ya demostró de 1979 a 1990, durante el primer Gobierno sandinista, que también coordinó y encabezó, y de abril de 2018 a la fecha, que «tiene ese mismo modelo de represión».

Núñez consideró que la convicción «mesiánica» de Ortega y su «poca instrucción académica» lo han llevado a pensar que podía resolver el conflicto de Palestina, y a creer que «las cosas van a suceder por una serie de imponderables», como lo muestra su posición de aparente desdén frente a la pandemia de COVID-19.

El modelo de Gobierno sandinista ha llevado a la Organización de los Estados Americanos (OEA) a considar aplicar la Carta Democrática Interamericana por rompimiento del orden constitucional.

Eso no intimida a Ortega, quien apuesta a ser reelegido en 2021 para un quinto periodo y cuarto consecutivo, mientras la oposición exige, sin éxito, elecciones anticipadas, libres, transparentes y observadas.

Wilder Pérez R. EFE

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