Patricia Pernas

Guatemala (EFE).- Después de dirigir 26 misiones de paz en todo el mundo, Edmond Mulet, uno de los candidatos a la Presidencia de Guatemala que ocupa los primeros lugares en intención de voto, asegura que utilizará su experiencia en la Organización de Naciones Unidas para evitar que el país centroamericano caiga en un «Estado fallido».

La Presidencia, su misión número 27 en la vida, será distinta, igual que todas las misiones de mantenimiento de paz que ha dirigido alrededor del mundo y en las que participaron 130.000 personas, pero aún así lo aprendido contribuirá en algunos aspectos como el «tema de inseguridad».

«El hecho de administrar, de ser jefe de contingentes militares y policiales, las operaciones mismas de seguridad que se pudieron hacer en Haití y otros países del mundo, son experiencias que sirven para poder aplicarse en Guatemala», asegura este diplomático, abogado y notario en una entrevista con Efe.

Desde el despacho de su oficina, sobrio y en el que cuelgan dos reconocimientos internacionales -uno de Hillary Clinton por su labor en Haití y la orden de Isabel La Católica otorgada en 2011 por el entonces rey de España Juan Carlos I – Mulet analiza sus propuestas de Gobierno de ganar los comicios del 16 de junio y cuenta que en Haití tuvo que enfrentar a pandillas y grupos armados que se habían apoderado del país, «casi igual» que en Guatemala.

Mulet, nacido en Ciudad de Guatemala en 1951 y quien fue diputado durante 12 años en el Congreso, busca la primera magistratura por el Partido Humanista, una corriente ideológica «de centro» que trata de devolver el respeto a la «dignidad humana» y ser «una tercera vía» para romper «ese maniqueísmo que nos ha destruido» y que ha polarizado y «radicalizado» a los ciudadanos.

Eso sí, considera que un Estado tiene «todo el derecho de usar todos los recursos a su disposición para proteger la vida de la mayoría de los ciudadanos» y como Guatemala está pasando «un momento crítico en temas de inseguridad» por las pandillas y los grupos del crimen organizado admite que su Gobierno estudiará la posibilidad de reactivar la pena de muerte.

«La situación ya es insostenible y yo creo que hay algunos crímenes egregios que son realmente terribles y que no solamente como castigo, sino como ejemplo, podría aplicarse la pena de muerte», explica enfático mientras recuerda que será el Congreso el que tenga que volver a aprobar el recurso de gracia, una idea que sí apoyarían desde su hipotético Ejecutivo.

Para proteger los derechos de lo que él considera que es la verdadera población también propone volver a sacar de forma temporal el Ejército a las calles, como antes de marzo de 2018, para que colabore en las labores de seguridad ciudadana en algunas áreas rojas mientras se fortalece y dignifica a la Policía Nacional Civil, que en los últimos meses «se ha desviado».

«Esa presencia disuasiva es muy importante. Es un mensaje también para los delincuentes, que entiendan que sus actividades están siendo vigiladas», proclama Mulet, quien fue nombrado subsecretario general encargado de las operaciones de paz de la ONU en dos ocasiones, en 2007 y en 2011, y que opina que el Estado «tiene todo el derecho de usar la fuerza, de manera racional, para defender» a los que están desamparados por las agresiones.

No cree que estas dos medidas, el patrullaje del Ejército y la pena de muerte, vayan en contra de los principios humanistas y de los derechos humanos, pero sí el sistema de justicia indígena, por lo que su Gobierno no lo apoyará a pesar de que allí donde se aplica ha conseguido reducir los índices de criminalidad.

«Hay que mantener una unidad también en el Estado guatemalteco, como en todo el país, en el que haya una legislación, sobre todo penal, que sea la misma para todos», reitera, e insiste en que algunos de los castigos físicos que se implementan en esas comunidades indígenas «van en contra de los derechos humanos».

Mulet, que fue a recoger sus credenciales de presidente en un escarabajo de 1963 propiedad histórica de su familia – recordando al dirigente uruguayo José Mujica -, se muestra contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo y al aborto, aunque admite que habría que analizar algunos supuestos, como el caso de violación, ahora prohibido por ley.

Y aunque niega que en Guatemala hubiera un genocidio durante la guerra civil (1960-1996) porque a su juicio no había «voluntad política de exterminar» a un grupo por su etnia, sino por razones ideológicas – la mayor parte de las víctimas eran indígenas según un informe de la ONU -, Mulet admite que es necesaria una reforma política para acabar con la discriminación de los pueblos originarios y así aumentar su representatividad y empoderamiento desde los puestos de poder, como el Congreso.

«Sin ese reconocimiento político todo lo demás va a ser paternalismo, todo va a ser asistencialismo», reitera, y añade que con respecto a las mineras e industrias extractivas, tan polémicas por sus repercusiones en el medioambiente y el territorio, es necesario consultar a los pueblos y respetar sus decisiones.

Sobre el narcotráfico, uno de los grandes flagelos del país, el aspirante por el partido Humanista reconoce que ha penetrado en todos los sectores de la sociedad, desde las alcaldías al Congreso, y asegura que Guatemala «se está convirtiendo en un peligro para la paz y la seguridad internacional».

Convencido de que es un problema que no podrá resolver solo, avanza que es necesario entablar un diálogo con Estados Unidos, «el mercado de consumo más grande del mundo», porque en ese país hay responsables de administrar y distribuir la droga que llega desde Guatemala pero donde nunca han juzgado a nadie por ello.

«Y se pueden construir muros y se pueden atacar todo tipo de fenómenos en el recorrido, pero si la demanda sigue estando allá va a ser muy difícil contarlo», proclama mientras pide que la lucha sea «equitativa» y que haya «una corresponsabilidad».

Mulet, que critica la construcción de un muro para frenar a la gente que «está huyendo» de la violencia, la falta de empleo y de oportunidades, propone una versión mejorada de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), aprendiendo de los errores y los aciertos del pasado, para seguir con la lucha anticorrupción.

Por todos estos problemas considera que Guatemala está «cerca» de un Estado fallido y si no se corrige va camino de «caer en un barranco, en un precipicio» del que «no se sale» pero al que el país parece abocado porque es como si la gente estuviera «tomando una dosis de veneno todos los días, una dosis de cianuro».

«No nos damos cuenta de que nos estamos envenenando y una mañana vamos a amanecer y ya es demasiado tarde», ejemplifica mientras narra su «abc» para evitarlo: un «acuerdo básico de consensos» que identifica las principales prioridades para cambiar el rumbo, como crear oportunidades de empleo, ampliar la cobertura educativa y de salud, generar confianza para las inversiones o acabar con el despilfarro en las instituciones del Estado.

Mulet, que fue detenido en la década de los 80 por una supuesta red de adopciones ilegal que él niega y que define como un trabajo humanitario por el que no se cobraba -una acusación rechazada por los tribunales según explica por ser «falsa» y responder a la persecución del gobierno militar de la época-, critica duramente al Parlamento Centroamericano, entidad a la que su partido no presenta diputados.

Y avanza que terminarán «con esa institución que no sirve para nada».

En materia de política internacional mantendrá el reconocimiento a Juan Guaidó como presidente de Venezuela porque Nicolás Maduro ha convertido al país más rico del continente en una nación con una «degradación humana terrible» y califica al régimen político de Nicaragua como una «dictadura».

A su juicio, el presidente Daniel Ortega se ha convertido en un «Anastasio III», en lo que combatió en sus inicios de lucha política, creando «grupos paralelos de fuerza de choque» para perpetuar «una dictadura» que «no respeta los derechos fundamentales más básicos», como la libertad de prensa, la política, la de organización y los derechos humanos.

 

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