“En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia Universal celebra hoy la fiesta de la Transfiguración del SEÑOR, en la que JESÚS aparece en la cima del monte Tabor vestido de Gloria, hablando con Moisés y Elías, cuyos Testigos son sus tres discípulos preferidos Pedro, Juan y Santiago. La Transfiguración del Señor se venía celebrando desde muy antiguo en las iglesias de Oriente y Occidente, pero el papa Calixto III, en 1457 la extendió a toda la cristiandad para conmemorar la victoria que los cristianos obtuvieron en Belgrado, sobre Mahomet II, orgulloso conquistador de Constantinopla y enemigo del cristianismo, y cuya noticia llegó a Roma un 6 de agosto.

En la liturgia del día meditamos los textos: Dn 7,9-10.13-14; Sal 96; 2Pe 1,16-19 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo, capítulo 17, desde el verso 1 al 9. Donde se narra el pasaje de la Transfiguración, en el cual JESÚS aparece Rodeado de Majestad y Gloria. Dicho pasaje está colocado inmediatamente después del Primer Anuncio de la Pasión y antes de la instrucción que JESÚS da a Sus discípulos sobre la necesidad de asumir el seguimiento con todos los riesgos y dificultades que acarrea, por lo que puede entenderse que JESÚS Hace esta Transfiguración para reafirmar la confianza de sus discípulos.

Pedro, Santiago y Juan, quienes también acompañarán al Maestro en Sus Momentos de Agonía, son ahora Testigos de la Gloria del Mesías, Plenitud de la Ley y los Profetas, representados en Moisés y Elías. El trasfondo Bíblico es la Teofanía de DIOS en el Sinaí (Ex 24,1-18), donde se narra la Alianza pactada entre DIOS y las Tribus de Israel liberadas de Egipto.

En esta versión de Mateo de la Transfiguración del Señor, se pone de manifiesto que la Meta final del Camino Mesiánico no radica en el sufrimiento y la muerte, ya que estas son etapas o condiciones propias de las limitaciones de los seres humanos, que hay que asumirlas para abrirles paso a la Salvación y a la Glorificación. De este modo, los discípulos del Mesías reciben Aliento para seguirlo por el mismo Camino y con la mirada puesta en la misma Meta de Su Maestro.

Al confrontarnos con el texto, vemos que, así como el Maestro les hizo un estupendo regalo a Pedro, Santiago y Juan, de darles un anticipo de Su Gloria, una Revelación de Su Identidad como Hijo del DIOS Altísimo. También a nosotros, los discípulos de estos tiempos, se nos regalan, en ocasiones, experiencias, momentos densos e intensos que nos dejan “tocados” interiormente, son como fogonazos, brincos del alma que no atinamos a comprender, y que al igual que Pedro nos quedamos tan extasiados que queremos que se extiendan o que no se acaben.

Por eso al igual que Pedro, también somos reprendidos. Y es que la Voz de DIOS Busca no solo dar a Conocer Su Proyecto Salvífico, sino también comprometer a todos aquellos que manifiesten su deseo de adherirse a Su Mandamiento de AMOR. Ya que Su Palabra nos exige la sensibilidad necesaria para ser capaces de encontrar la Presencia de DIOS en la cotidianidad de la vida. El hambre, la pobreza, la falta de medicina, la ausencia de servicios públicos, salarios pírricos e insuficiente para garantizar la sobrevivencia, son desafíos evidentes para la Fe cristiana.

Pero también debe acrecentar nuestra esperanza los servicios asistenciales que prestan las organizaciones eclesiales y sociales, donde muchos laicos y consagrados se entregan con mucha pasión al servicio de nuestros semejantes, sin mirar los grandes riesgos que pueden acarréales dichas acciones. Y esto indudablemente que es un signo evidente de que si es posible la existencia de un mundo más cristiano y solidario.

Señor JESÚS, concédenos Tu Gracia para verte Transfigurados en los padecimientos de nuestros semejantes y a partir de allí entender nuestro desafío de discípulo, que es la de transformar las realidades terrenas en espacio de convivencias solidarias.

Amén

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