Una investigación llevada a cabo por expertos australianos en el Océano Austral, cercano a la Antártida, determinó que el viento es el responsable de la formación de las olas rebeldes.
Estas olas, que llegan a sobrepasar los 20 metros de altura, representan un fenómeno infrecuente pero sumamente peligroso tanto para embarcaciones como para la infraestructura costera.
Consideradas una de las fuerzas naturales más poderosas de la Tierra, existe la posibilidad de que, con el aumento de la intensidad de los vientos oceánicos derivado del cambio climático, estas olas oceanográficas adquieran una mayor potencia.
Tradicionalmente, se creía que las olas rebeldes surgían de la interacción no lineal entre las olas en el mar, siendo más bien una cifra estadística: la confluencia casual de múltiples olas podía ocasionalmente dar lugar a una ola considerablemente mayor.
Sin embargo, el actual estudio ha demostrado que este único factor no es suficiente para su formación.
Observación de las olas
Implementando tecnología avanzada y realizando una exhaustiva expedición a una de las zonas oceánicas más peligrosas del planeta, un grupo de especialistas consiguió capturar imágenes tridimensionales de las olas oceánicas.
Transportándose en el rompehielos sudafricano ‘SA Agulhas II’, en una exploración a la Antártida, distribuyeron cámaras estéreo que les ofrecieron un panorama más detallado para analizar el comportamiento de las olas en dicha zona.
Sus hallazgos revelaron que en espacios marinos con superposición de múltiples olas en un mismo punto y momento, y en condiciones persistentes de viento, las olas logran crecer progresivamente en altura, longitud y velocidad.
Los investigadores observaron que las olas eran más propensas a ser rebeldes cuando eran pequeñas, empinadas y estaban siendo impulsadas por fuertes ventiscas.
Esta interacción entre mares agitados y vientos intensos en la Antártida puede desencadenar un fenómeno de auto-amplificación en las olas, aumentando la probabilidad de olas rebeldes, según uno de los autores del estudio, el profesor Toffoli.
Asimismo, descubrieron que se podría predecir la formación de olas rebeldes guiándose de patrones de viento y mediciones de la superficie oceánica.
Tal pronóstico resultaría fundamental para la creación de métodos más precisos que optimicen la seguridad de la navegación y protejan las estructuras marítimas de cualquier daño.
Origen del estudio de las olas
Por décadas, las olas gigantes han sido un tema recurrente en la mitología y el folklore marítimo. Sin embargo, fue el impacto de una ola de 26 metros contra la plataforma petrolera noruega Draupner el 1 de enero de 1995 lo que despertó el interés científico sobre este fenómeno.
Desde ese momento, las olas rebeldes han sido objeto de exhaustivas investigaciones.
La gran ola de 1995, marcó un hito al ser la primera ola gigante medida con precisión, proporcionando evidencia concreta de la existencia de estas olas oceánicas anómalas.
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